Que el Código de las Familias ponga la mirada, como nunca antes, en la violencia familiar, coloca luces en el camino hacia la sociedad que aspiramos ser. Invasor dialoga con Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y miembro de la comisión redactora, sobre la trascendencia del cambio
Si se lo permiten, Yamila González Ferrer podría estar disertando toda una mañana sobre las fortalezas de un Código de las Familias que conoce al detalle, no solo porque sea ella vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), sino también por haber puesto desvelo en la redacción de una ley que suma derechos para todos y que, en el solo hecho de apostar por el plural, esboza la diversidad que habita en los hogares de la Cuba de hoy.
Por eso, por más que algunos todavía se empeñen en reducir sus páginas a un par de artículos, a ella le sigue costando definir prioridades dentro de la relevancia; mas cuando habla, indistintamente, se refiere al Código de los afectos, y no puede ser de otra manera, si, en efecto, es este “un Código que va en contra de la violencia, que promueve el respeto, el amor para educar, para relacionarnos, para resolver nuestros conflictos.”
Y no es casual que, entre sus 11 títulos, haya uno dedicado a la discriminación y la violencia en el ámbito familiar, si defender derechos implica igualmente ir a los problemas que, puertas adentro y muchas veces ante los ojos de todos, hacen de la convivencia un tormento con huellas que, no siempre, se pueden borrar. De ahí que en sus artículos vaya a la diversidad de tipos de violencia que pueden ocurrir a lo interno de las familias, en las que mujeres, niñas, niños, adolescentes, adultos mayores y personas en situación de discapacidad son quienes, mayormente, cargan el terrible peso de sufrirla.
Se encargaba de demostrarlo, en parte, la Encuesta Nacional de Igualdad de Género de 2016, en la que el 26,7 por ciento de las mujeres entre 15 y 74 años declararon haber sido víctimas de violencia en el contexto de sus relaciones de pareja, en los últimos 12 meses. Mientras, el 39,6 por ciento de las mujeres encuestadas expresaron haber sufrido violencia en sus relaciones de pareja en algún otro momento de su vida. No obstante, la realidad escapa a las estadísticas, en un contexto donde el miedo sigue imponiendo silencios.
• Invasor ha ofrecido cobertura al Código de las Familias
La consulta popular dictó la modificación de aproximadamente el 48 por ciento de un texto que, para bien, luego de ese proceso, incluyó en sus letras “el derecho de cualquier persona a denunciar y a poner en conocimiento de las autoridades estos actos.” Si bien costará desterrar el “entre marido y mujer nadie se debe meter” que, por años, ha hecho mirar a otro lado, se abre la posibilidad de que “ya nadie te podrá decir que tiene que ir a denunciar la víctima, sino que cualquiera podrá hacerlo, las autoridades tienen que actuar y lo podremos exigir”, una fortaleza a todas luces si de poner fin al maltrato y a maltratadores se trata.
“El nuevo Código apunta hacia la armonía, el respeto, el amor y la búsqueda de la felicidad”, una certeza que la vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba defiendeSin embargo, la también profesora titular de la Universidad de La Habana, va más allá y destaca que “en cada institución jurídica que regula el Código hay una consecuencia jurídica ante la comisión de violencia. Si usted comete violencia en sus relaciones de pareja, eso tendrá una consecuencia jurídica, por ejemplo, separar los bienes judicialmente. Si lo hace en las relaciones con sus hijos, puede ver afectado su derecho a la guarda y cuidado, a la comunicación, es una causa de la privación de la responsabilidad parental.”
El maltrato tiene muchas caras y hemos aprendido que no necesariamente es sinónimo de golpes y ofensas, por lo que, al amparo de la nueva normativa, de igual manera, “se considera un acto violento el no brindar alimento a los familiares, no solo a los hijos, sino también a los padres. En el ámbito del cuidado, se reconoce el derecho de los cuidadores a no ser violentados, pero, al mismo tiempo, el derecho de las personas adultas mayores, en situación de discapacidad, o cualquier persona que requiera cuidados, a protegerse de la violencia que estos puedan ejercer.”
Con la misma fuerza caerán las consecuencias sobre el ámbito sucesorio y la vicepresidenta de la UNJC lo deja ver cuando explica que “en la misma medida que tienen más derechos para heredar quienes han ejercido el cuidado, también verán afectado su derecho a heredar quienes han ejercido violencia.”
Y si bien el tratamiento al tema constituye un hito para la legislación cubana por no quedarse solo en una declaración contra de la violencia, tampoco es un hecho aislado en el sistema jurídico cubano inmerso en una transformación profunda. Para demostrarlo ahí están el Programa Nacional para el adelanto de las mujeres que hace frente al maltrato con medidas específicas para ello, o la Estrategia integral de prevención y atención a las situaciones de violencia de género y familiar que aborda los aspectos comunicativos, educativos, legislativos de la práctica jurídica.
No obstante, la importancia de poner punto final al flagelo es imperativo de primer orden como lo deja ver “un Código de Procesos donde hay un cauce procesal para que nuestros tribunales puedan actuar frente a situaciones de violencia o un Código de Penal, que recientemente se aprobó, con muchísimas figuras que refieren el tema de la violencia de género y familiar, con sanciones fuertes para los agresores, sobre todo, cuando es dentro del ámbito familiar”.
Este proyecto de Código de las familias apunta hacia la armonía, el respeto, el amor y la búsqueda de la felicidad y por...
Posted by Yamila González Ferrer on Sunday, November 21, 2021
Son apenas los primeros pasos de un camino que hace mucho debimos empezar a desandar, pero como bien reza el dicho, más vale tarde que nunca, así que a partir de ahora no podremos cansarnos de poner ojos agudos, si de verdad queremos acabar con la violencia. “No puede ser esa la forma de comunicarnos, ni de resolver los problemas, eso no solo nos afecta como personas, sino como sociedad y tenemos que promover una sociedad armónica, con una cultura de paz”.
Como ya Invasor ha dicho antes, el Código de las Familias no podrá, por sí solo, borrar de la noche a la mañana comportamientos y mentalidades violentas en el ámbito familiar, sin embargo, bien que señala el rumbo para empezar a tratarlo como el problema al que no se podrá permanecer ajeno, y contra el que habremos perdido la batalla, si no empezamos por darle un sí a esos afectos que nos permitan regalarnos la sociedad mejor a la que aspiramos.