Cocinero en Zona Roja: si el deber llama…

De una apacible pizzería a las cocinas de un hospital en pleno pico pandémico de la COVID-19 en Ciego de Ávila. Esta es la historia de un cocinero moronense

El amor por la cocina comenzó cuando estaba en la escuela primaria, en los círculos de interés de elaboración de alimentos, donde aprendió a diferenciar los aromas y sabores de las especias que tanto le gustan, algunas recetas muy básicas y no temerle al fogón. Siempre lo tuvo claro: cocinar es un arte y hoy lo sigue disfrutando como el primer día.

Cuando a Floirán Fajardo Varela, cocinero del Rey Gallo, instalación perteneciente a la Sucursal Extrahotelera Palmares en Morón, lo llamaron para que se incorporase a trabajar en el Hospital de Morón Roberto Rodríguez, lo primero fue una suerte de shock.

Apoyan trabajadores de Palmares enfrentamiento a la COVID-19 

A mediados de 2021 Ciego de Ávila comenzó a vivir su pico pandémico, que duraría más de un mes. Entre julio y septiembre se diagnosticaron aquí más de 35 000 pacientes y fue el peor momento en más de dos años de epidemia. ¿Podría haber dicho que no? Claro. ¿Tendría miedo?, lo más seguro. ¿Qué hacer?

Ahora, sentado en la sala de su casa, con una medalla al Mérito al Humanismo, Sensibilidad y Solidaridad entre las manos, parece muy sereno, una serenidad aprendida hace tanto, mientras cortaba en dados o julianas una cebolla morada sin llorar. El reconocimiento llegó después de una experiencia inolvidable, pero que no querría repetir.

Y aunque no lo esperaba, sonríe agradecido de ese tiempo en que, junto a Alexander Rodríguez, su compañero de trabajo en el Rey Gallo, y Leivys Nápoles, trabajadora de la cayería, apoyados por el personal del hospital que habitualmente labora en la cocina, hicieron la diferencia. Desde esa victoria personal de haber cumplido el deber y salir ileso nos cuenta.

—¿Por qué aceptaste brindar tu apoyo, aun a riesgo de tu propia salud?

—La Empresa Palmares creó una brigada para apoyar en el hospital de Morón, debido a la gran cantidad de contagios en la provincia, y fui seleccionado, junto a otro compañero. No lo pensé demasiado. Al llegar allí nos explicaron las condiciones de trabajo, los diferentes horarios y con qué tipo de pacientes íbamos a tener relación, al estar nosotros también en Zona Roja. No tendríamos trato directo con los enfermos, pero sí con los pantristas que subían a las salas.

—¿Sentiste miedo?

—Los primeros días nos sentíamos con un poco de miedo, porque el hospital estaba al límite de sus capacidades. Con el paso del tiempo nos fuimos habituando y nos podíamos desenvolver mejor. Pero sí, sí tuve miedo.

—¿A qué retos te enfrentaste?

—El primer día fue muy complicado. El cambio era muy brusco, no estábamos acostumbrados a cocinar esos volúmenes de comida para tantos pacientes. Fue bastante nuevo, pues tampoco era usual cocinar ese tipo de comida, con requerimientos específicos (baja en sal y grasas, por ejemplo). No obstante, nos sentíamos bien, porque estábamos prestando un servicio que sabíamos hacía falta.

—¿Cómo te protegías y cuidabas?

—Como te decía, desde que entramos al hospital a trabajar nos explicaron las condiciones y las medidas de protección. Para entrar en la cocina había que seguir un protocolo de estricto cumplimiento: desinfección de las manos con alcohol, uso del nasobuco, mucha agua clorada en las superficies. Creo que nos podíamos haber contaminado por el riesgo al que nos enfrentábamos, pero cumpliendo todo el procedimiento no tuvimos problemas, nos cuidamos y salimos ilesos.

Para un cocinero, la mayor satisfacción está en ver las caras complacidas de los comensales. Floirán disfruta ese momento en que se acerca a la mesa y le dicen “qué rica estaba esa paella”, su plato predilecto. Pero puede hasta molestarse si algo no sale como debe ser. Que le falte un ingrediente es razón para que se borre su sonrisa, mas la recupera enseguida, buscando alternativas.

—¿Qué te llevas de esa experiencia?

—La mayor satisfacción es haber cumplido el deber en el hospital, prestando nuestro mejor servicio y ayudando a todo el que lo necesitaba en esos momentos.

—¿Esperabas este reconocimiento?

—A los pocos días de retornar a mi centro de trabajo, luego de tres meses prestando servicio en el hospital, me informan que debía presentarme en el teatro del Hospital para una actividad de homenaje, pero no sabíamos que iban a reconocer nuestro trabajo. Al poco tiempo me comunican de la Empresa Palmares que teníamos que ir a La Habana, pues también me iban a hacer un reconocimiento. Me dieron esta medalla, al mérito, al valor y la sensibilidad humana.

 floiran

Se puede intuir que, para Floirán, llegar a casa, luego de brindar su ayuda a los pacientes ingresados por COVID-19, fue un alivio. Hasta el más recio de los héroes añora la paz y la tranquilidad. En estos días se le ve en el Rey Gallo, y quiero pensar que ahora sus pizzas y lasañas son más sabrosas, porque además de los ingredientes de siempre, el cocinero acumula no solo maestría, sino altruismo. Y el altruismo, quién lo duda, sabe taaaan bien.

• Lee también: En zona roja la bondad sabe bien


Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar