La noche de este sábado no parecía noche, y menos sábado. Porque antes la gente siempre salía a respirar el aire que corría o a correr en el parque detrás de un niño, o a ver si la cartelera del Teatro los hacía entrar… pero esta parecía el franco de toda la semana, si uno no supiera que así transcurre, “afortunadamente” , la vida nocturna de la ciudad.
No tanto las mañanas, donde algunos siguen convirtiendo colas en rutina y el distanciamiento en duda; aunque la mayoría de los avileños ha aprendido que lo normal va siendo muy anormal: no besarse, no acercarse, no tocar una pared…
Y en las noches es más visible. Lo fue este fin de semana cuando la ciudad dormía tempranísimo, no eran ni las 9. 00. Con un comercio cerrado y las luces del bulevard hasta apagadas, apenas alguien se acercaba a la farmacia, al cajero, a un banco…y fuera de ese centro urbano la periferia parecía estar de acuerdo con la modorra.
Invasor recorrió Ortiz, bajó por Marcial Gómez, anduvo por Corea, Vista Alegre, Vista Hermosa… atravesó la ciudad de Este a Oeste, de Norte a Sur y sus cuatro costados nos dijeron lo mismo: la COVID-19 sigue al acecho y su gente lo ha entendido.
Solo encontramos cinco avileños sin nasobuco, y aunque bien sabemos que se necesitan solo dos para iniciar una cadena de trasmisión y aletargar este rebrote, la imagen de este día contrasta muchísimo con las ráfagas que tomáramos a finales de septiembre.
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Sin embargo, no entramos a instituciones ni nos sumamos a la pesquisa ni dialogamos con nadie… por lo que las instantáneas de esta hora podrían resultar superficiales. Y de algún modo sí lo son: este es apenas el retrato de una ciudad que se acostó temprano un sábado y solo pudimos captar a quienes postergaron el sueño, un poquito más.