El 22 de diciembre de 1961, el líder de la Revolución, Fidel Castro, anunció ante el mundo la culminación exitosa de la Campaña de Alfabetización que dio la luz de la enseñanza a más de 700 000 cubanos adultos iletrados, y esa jornada estremecedora y de gozo marcó desde entonces el inicio de la celebración del Día del Educador en la nación antillana.
Nada más justo que esa epopeya del pueblo, encabezado por un líder excepcional, resumiera y se llevara los lauros en la definición de cuál sería en lo adelante la fecha de una de las fiestas cívicas más hermosas y entrañables del país.
La juventud cubana, según había reconocido el propio Comandante en Jefe, y profesionales experimentados y patriotas habían desafiado valientemente obstáculos increíbles y a Goliath, llevando a la victoria de la inusual campaña educativa, sin parangón en otra región del mundo, en menos de un año.
Aunque esto en sí mismo era grandioso, no se trataba sólo de que más de 700 000 cubanos y cubanas —aproximadamente el 23,6 por ciento de la población de entonces—, residentes en comunidades, ciudades y recónditos parajes rurales, aprendieran a leer y escribir, gracias a la voluntad política de su Gobierno y el esfuerzo generoso del pueblo.
Esa conquista se alcanzó en un año sumamente difícil, el tercero desde el triunfo, caracterizado por el incremento a toda vela de las agresiones imperialistas y en medio de una guerra real no declarada, que había incluido lucha contra bandidos, sabotajes y actos terroristas, subvención de la contrarrevolución interna y la invasión mercenaria por Playa Girón en abril, derrotada por los cubanos estrepitosamente.
Nada detuvo a la extraordinaria juventud cubana. Ni los viles asesinatos de Conrado Benítez, 19 años, al inicio de la campaña; de Manuel Ascunce Domenech, 16 años, casi hacia los finales; y de otros buenos compatriotas integrados a la noble obra, impidieron ver la culminación exitosa del programa iluminador.
Pero no se pueden ignorar los antecedentes de la histórica alfabetización, iniciados desde el triunfo de la Revolución en 1959, cuando el propio Fidel fundó un contingente de maestros voluntarios integrado por 4 000 personas, jóvenes en su mayoría, encargados de abrir unas 10 000 nuevas aulas por toda Cuba, sus valles y montañas.
Era lo que se llamó tempranamente la Reforma Integral de la Enseñanza, que debía empezar a cambiar el pasado de oprobio que reinaba en el país hasta la derrotada dictadura de Fulgencio Batista.
El proyecto del máximo líder cubano y del Gobierno Revolucionario era de largo alcance y respondía a todo lo denunciado por él en 1953, en el Programa del Moncada o La Historia me absolverá.
Existían los antecedentes, también, de que en las filas del Ejército Rebelde se alfabetizaron soldados y habitantes de zonas liberadas, tarea que continuó entre los miembros de esa fuerza combativa después del triunfo.
De modo que fue casi natural que dentro de una Revolución verdadera se fundara la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental, que, al igual que el Instituto Nacional de Reforma Agraria, enseñaba a leer y escribir a algunos miles de cubanos en distintos lugares de la Isla. Pero el núcleo duro de la ignorancia, aunque golpeado, permanecía.
Dar detalles de la Campaña siempre es un deber edificante. En 1960, en Melena del Sur, se inauguró el Consejo Municipal de Educación, formado por pedagogos locales y representantes de organizaciones políticas y de masas, y el pueblo en general. Ese destacamento de Melena se convirtió en la estructura responsable de dirigir la épica batalla en toda la geografía de la nación.
El 29 de agosto de 1960, Fidel anuncia que en 1961 se libraría la batalla decisiva contra la ignorancia y más tarde comenzaría oficialmente, el 1ro. de enero, sobre todo en lo concerniente a la organización.
Enfrentando los mentados peligros y las amenazas, la campaña no fue dejada a un lado. Fidel le puso su acostumbrada energía, optimismo y el brío creador embelleció el acontecer cubano.
A ese tozudo y entusiasta empeño se fueron sumando distintos sectores de la sociedad. Precisamente lo contrario de lo que perseguían los enemigos.
De enero a marzo de ese año comienzan a conformarse las brigadas Conrado Benítez, que aglutinarían a unos 100 000 jóvenes de todo el territorio nacional e incluían a adolescentes con nivel escolar de hasta sexto grado y 13 años.
Ellos serían el alma de la Campaña de Alfabetización, la cual sumó, además, a los maestros voluntarios, y luego, hacia el final de la campaña, a los brigadistas Patria o Muerte, formados por obreros.
A partir de junio los primeros miles de alfabetizados comienzan a escribirle cartas a Fidel, en agradecimiento. Más adelante el líder resaltaría el papel de los jóvenes en la campaña.
Costó mucho y algunas veces dolió, por las vidas ofrendadas, pero cristalizó el empeño. Por eso es más preciada.
Hoy, cuando el país marcha lleno de esperanzas ante la evolución positiva del enfrentamiento a la pandemia, no se puede dejar de pensar que tal realidad no hubiera sido posible sin los cimientos que se colocaron con los sucesos inéditos de justicia social que fueron el Programa de Reforma Integral de la Enseñanza y la Campaña de Alfabetización.
No son simples palabras al viento. El gran potencial cultural, educativo y científico que hoy enorgullece a los hijos de esta tierra no se hubiera formado jamás sin la entrega sin límites y el sacrificio de los primeros maestros voluntarios y los brigadistas alfabetizadores. Sin la voluntad política de la Revolución triunfante que aportó lo principal, la conciencia y los ideales para hacerlo.
Han pasado 60 años gloriosos desde entonces, en los cuales las generaciones sucesoras, más o menos jóvenes actualmente, o incluso en edad provecta, se han esforzado por ser dignos representantes de esa estirpe.
Y es que Cuba siempre contó, como nación, con una tradición formada por ilustres pedagogos que estuvieron en la fundación de nuestra identidad nacional y nuestro ideario independentista desde comienzos del siglo XIX y durante el XX. Un acervo igualmente inapreciable en los tiempos que corren. (Por Martha Gómez Ferrals, ACN)