Don Álvaro Reynoso marcó pautas

Junto al reconocimiento al sabio cubano, se celebra hoy el Día de la Caña de Azúcar

 alvaroScience Photo Gallery ¡Qué nadie lo dude!: Don Álvaro Reynoso Valdés marcó vitales pautas en el quehacer científico cubano por sus valiosos aportes y la profundidad de su pensamiento. No por gusto, y sí por su valía, es que se le considera como Padre de la Agricultura Científica Cubana.

El insigne investigador nació en Alquízar, La Habana, el 4 de noviembre de 1829. Hoy estaría cumpliendo 194 años. En su honor se le tributa en esta fecha el reconocimiento permanente a lo grande de su inmensa obra y se promovió, además, la celebración anual del Día de la Caña de Azúcar.

Con el tiempo devino gloria para Cuba y el mundo científico. En París cursó estudios superiores en Ciencia Físico-Química, y en Medicina. De su intelecto materializó una máquina movida a vapor para obtener guarapo, que le valió una Medalla de Plata en la Expo Universal de 1878, en la capital gala.

Se destaca como la obra cumbre de Reynoso Valdés el archifamoso Estudio sobre el cultivo de la caña de azúcar, escrito en plena juventud y madurez intelectual. Se le reconoce entre los primeros en erigirse en defensor de lo que hoy se conoce como diversificación agroindustrial.

• Descargue aquí un estudio sobre el cultivo de la caña de azúcar 

El ensayo fue prologado por el Conde de Pozos Dulces y editado en 1892. Tuvo una segunda edición sufragada por el gobierno español y varias más en los años subsiguientes: en Brasil, México, Holanda, entre otras. Incluso tuvo una versión que recibió el título de La biblia de los plantadores, y otra bajo el nombre de El libro de oro de los hacendados cubanos.

Es harto conocido que Don Álvaro trabajó para transformar la industria azucarera de primitiva, torpe, extensiva y esclava, a moderna y eficaz, intensiva y libre, según el doctor René Vasseur Saavedra. Pero no le hicieron caso, de ahí que lo llamaron el sabio desoído.

¿Por qué? Porque sus sapientes consejos aplicados y seguidos al pie de la letra en tierras extrañas, apenas tuvieron en su país de origen la justa consagración que se merecían. Quienes los rechazaban de plano, ricos terratenientes y comerciantes, entre otros, alegaban que Reynoso no era ingeniero agrónomo. De ahí que no pudieran verse en su patria los anhelos del sabio Don Álvaro de lograr para la Mayor de las Antillas excelentes y productivas fuentes de riqueza.

Entre sus múltiples aportes figuran la publicación de numerosos artículos sobre la importancia de aplicar consecutivamente las variedades científicas, la creación en la Universidad de La Habana de la Cátedra de Química aplicada a la agricultura cañera, en la que él demostró buena parte de sus estudios e investigaciones, y la publicación del libro Estudios progresivos sobre otras materias. Además de arremeter contra el monocultivo, práctica que consideraba como “un grave peligro que había que erradicar”.

Realizó importantes reflexiones sobre los abonos, dirigidas a los agricultores cubanos, también sobre el cultivo en camellones. Asimismo, publicó notas relacionadas con la alimentación inorgánica del hombre y los animales, e hizo varios preparados medicamentosos, incluidos algunos reconstituyentes; así como consideraciones sobre algunos cultivos.

Los estudiosos de la vida y obra del insigne sabio alquizareño recuerdan una frase pronunciada por él: “comete suicidio un pueblo el día que fija su subsistencia a un solo fruto”.

Se conoce que vivió 19 años en París, Francia, donde realizó diferentes estudios: conservación de las carnes con aire comprimido, preparaciones farmacéuticas y confección de una manguera para extraer el jugo de la caña. Ya en Cuba, improvisó un campo de experimentación en el traspatio de su casa y empleó sus últimos años en experimentos en varios cultivos; caña de azúcar, café, cacao, algodón y tabaco, entre otros. Pobre y abandonado, falleció el 11 de agosto de 1888.

No obstante la aprobación para realizar actos de homenaje y reconocimiento, tanto a Reynoso como a la caña de azúcar, fueron pocos estos agasajos, incluso al interior de la comunidad azucarera. Es real que, al menos en esta provincia, se han realizado pequeños actos para conmemorar la fecha, pero no con la connotación requerida.

Sin embargo, hubo, en consideración de este escribidor amante de la agroindustria cañera, un subidón de la varilla. Fue la noche del 29 de noviembre de 2006, en ocasión del VII Evento Nacional de Patrimonio Histórico Azucarero. El cine-teatro San Carlos, del municipio de Morón, fue el escenario de un homenaje artístico-cultural dedicado a la dulce gramínea. Esa noche la cultura azucarera lució, como nunca antes en la historia, sus mejores galas. Alegre la Santa Caña de Azúcar.

Brindaron su arte obrero grupos folklóricos del sector, cuartetos, solistas y la interpretación a trío de voces del “Contrapunteo de la caña, el tabaco y el café”.

En el auditorio un público selecto: Héroes del Trabajo de la República de Cuba, Vanguardias Nacionales del Sindicato Azucarero, obreros y técnicos cincuentenarios, profesionales de la caña, de la Cultura y público en general.

Al término del bien organizado homenaje, el directivo del Consejo Nacional de Patrimonio Histórico Azucarero, declaraba a la prensa acreditada que “la velada, en homenaje a la Santa Caña de Azúcar, había sido de excelencia irrepetible”.

De Don Álvaro pudiera escribirse mucho más. ¡Así de grande es su obra! Pero el espacio no da para más. Les recomiendo la lectura de la biografía Álvaro Reynoso: el sabio desoído, en Revista ATAC, del autor Dr. René Vasseur Saavedra, publicada en agosto de 2009.

En cuanto a la Santa Caña de Azúcar, en breve será publicada la entrevista hecha al respecto al ingeniero Miguel Lima Villar, ya fallecido.


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