En medio de un panorama en el que crisis parece un término “suave” para catalogar el panorama higiénico-sanitario del planeta, numerosas voces claman por una mayor solidaridad entre naciones, tanto en la distribución de las vacunas para combatir la COVID-19 como en busca de garantizar la indispensable atención.
Entretanto, Cuba deviene paradigma de lo que debieran hacer países mucho más ricos y poderosos. Nuestro personal médico y paramédico ha contribuido a salvar numerosas vidas allende los mares, integrando las brigadas del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”.
Desde el comienzo de la pandemia, nuestro país envió 55 agrupaciones de esta fuerza solidaria a 40 países, en los cuales han salvado a miles de pacientes.
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No es de extrañar que muchas voces en el orbe se alcen para pedir el Premio Nobel para el contingente, creado por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, que también batalló con éxito contra el ébola en naciones que lo padecieron en África.
Pese al acoso al que se vio sometida tempranamente la Revolución triunfante, la solidaridad en el campo de la Salud ha sido habitual desde los primeros años, en los que no se titubeó a la hora de socorrer a otros pueblos, a pesar del éxodo masivo de médicos a partir de 1959, cuando emigró el 50 por ciento de los 6 286 profesionales de la Salud existentes.
Según precisa el sitio web del Ministerio de Salud Pública de Cuba, desde el 23 de mayo de 1963, fecha que marca el inicio de la colaboración médica internacional con brigadas permanentes, mediante el envío de la primera agrupación a Argelia, compuesta por 55 colaboradores, hasta septiembre de 2019, más de 400 000 profesionales de la Salud de nuestra Patria han estado presentes en 164 países.
También gracias a la solidaridad de la Revolución y el pueblo cubanos, cientos de miles de extranjeros se han graduado como técnicos, licenciados e ingenieros en disímiles ramas de la sociedad y la economía.
No sorprende que, en entrevistas a altos funcionarios de varias naciones sobre determinado tema mencionen que pudieron estudiar en las universidades cubanas. Igual sucede con revelaciones de médicos que, bien ya sea en ciudades capitales o remotos parajes de sus naciones, contribuyen a salvar vidas, desde un recinto científico hasta un modesto consultorio en las montañas o en la selva y agradecen haber sido formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
Recientemente pude conocer de primera mano las vivencias y experiencias de cuatro estudiantes de Medicina y dos doctores de otras latitudes graduados en la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila.
Lo mismo el nicaragüense José Denis Mejia, el sierraleonés Albert Ina Charles que Sarakk Sem y Chyhuy Heng, están a punto de cumplir sus sueños de ser doctores en Medicina gracias a la solidaridad cubana y, como retribución, contribuyen al combate contra el nuevo coronavirus en nuestra provincia desde que la COVID-19 llegó a ella en marzo de 2020.
Mientras Saif Eddine Mohamed, de Comonas, quien se graduó como médico en 2017 y es especialista en Medicina General Integral, ha laborado en el centro de aislamiento de la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar Marina Samuel Noble; y Hassane Issoufou, de Níger, quien cursa tercer año de la especialidad de Cardiología, ha vivido la experiencia de atender a pacientes avileños convalecientes de la COVID-19.
Son algunos de los tantos rostros de la solidaridad de este Verde Caimán que nos enorgullecemos los avileños, y los cubanos, de mostrar al mundo, con la alegría y la satisfacción de saber que no repartimos lo que nos sobra, sino compartimos lo que tenemos, como mismo lo hacemos entre nosotros.