Salvar entre todos este importante filón de la savia que nos distingue y alimenta no debe quedarse en consigna
Portada del periódico El Pueblo “Le compré un disco nuevo a la máquina, me costó 7000 pesos”, apuntaba Yamila Maure Brunely a través de WhatsApp, el día en que me transmitió la buena nueva. Con la reparación de su ordenador, podía reanudar la digitalización del periódico El Pueblo, uno de los tesoros bibliográficos que se intenta preservar en la Sala de Fondos Raros de la Biblioteca Pública Provincial Roberto Rivas Fraga.
Larga vida tuvo el diario que dirigiera el veterano de la Guerra de los Diez Años Gaspar Arredondo Miranda y que vio la luz a partir del 16 de julio de 1905. Leer El Pueblo representa un acercamiento de primera mano a hechos que en el transcurso de la etapa neocolonial tuvieron lugar en la entonces identificada como Región de la Trocha, pero el acceso a las páginas impresas se convierte en una misión poco menos que imposible, y lo más preocupante: un peligro real para la conservación de una publicación cuya trascendencia entre los bienes patrimoniales de Ciego de Ávila resulta indiscutible. Es obvio que, si se permitiera la consulta masiva in situ, el periódico recibiría su sentencia de muerte.
Por esas razones, resulta gratificante conocer las acciones que en la mencionada institución tienen lugar para replicar los contenidos en formato digital, sin contar con todos los recursos tecnológicos, apenas una cámara y un improvisado trípode para situar las páginas a la hora de fotografiarlas, en un escenario donde el rescate de fondos patrimoniales constituye una prioridad del trabajo, a decir de la directora del centro Aralis Espinosa Sorí, y muy a pesar de la gradual extinción de las viejas computadoras y otros medios informáticos.
Lo cierto es que esta especie de cruzada cultural en la actualidad se hace mediante la modalidad de trabajo a distancia, después que se toman las fotos de rigor en Fondos Raros. Yamila, con la ayuda de su esposo Jorge Yosvany Cervantes, avanza a paso lento, no puede ser de otro modo: “Me pongo metas: digitalizo dos años y un poquito cada 12 meses”, revela.
La sumatoria de acciones en las que en su momento intervinieron otros técnicos y directivos permitió el rescate de los números publicados en una docena de años, sin embargo, El Pueblo llegó a los lectores durante medio siglo XX.
Se necesitaría una considerable inyección de recursos, para salvar cuanto antes los 69 volúmenes indizados, desde la fundación hasta el último ejemplar recopilado de El Pueblo, y el resto de los fondos bibliográficos que se protegen en un espacio reducido, carente de los rigores que, en general, demandan los procesos de conservación.
Pero los avatares a que se exponen revistas y publicaciones periódicas de antaño en la Rivas Fraga, son más o menos los mismos que padecen valiosos documentos, libros y fotos en el Archivo Histórico Provincial Brigadier José Ambrosio Gómez Cardoso, el patrimonio audiovisual en los estudios de Televisión Avileña, o los archivos en la sede de Invasor, por citar algunos ejemplos, entre los más preocupantes.
Yamila muestra el resultado de su paciente y amoroso esfuerzo. “Si no te interesa, te da lo mismo que la imagen de cada página se vea borrosa. Aunque demore más, no puedo adoptar esa actitud, amo lo que hago”.
Aplaudo y respeto a quienes así obran, pero me queda claro que no es suficiente y más: soy de los que están convencidos que desde la aplicación de métodos científicos y la cooperación entre instituciones, organismos y sectores; apelando a los poquísimos recursos que están a nuestro alcance y sin echar a un lado a quienes también pueden aportar desde el ámbito privado, habremos rescatado páginas, fotos y sonidos que no deben morir por causa del conformismo o la indiferencia. Salvar entre todos este importante filón de la savia que nos distingue y alimenta no debe quedarse en consigna.