Madre “todoterreno”

Quizás usted sea de las mujeres que su rutina de vida implique dejar a los niños en la escuela, de camino al trabajo; luego ir a la consulta con el pediatra para la vacuna; cuando sale, pasar a alquilar un disfraz para la fiesta del viernes; saber que se están acabando los tomates, y al llegar a la casa, no olvidar poner la lavadora.

¿Las 24 horas del día no les son suficientes? ¿Últimamente no tiene tiempo ni para mirarse al espejo? ¿Cuándo tiene un cuarto de hora libre lo único que le apetece es tumbarse en la cama y descansar?, si su día a día, o de alguna mujer que conozca, es así, probablemente sufra el síndrome MOPET, un problema muy extendido en nuestra sociedad, pero que afecta fundamentalmente a las madres.

Surge a partir del término NOPET, que es la contracción de la frase en inglés No Personal Time. Lo sufren aquellas personas que tienen el tiempo milimetrado hasta el último segundo, y no cuentan, ni siquiera, con un minuto libre para ellas mismas. Literalmente.

Traducido a la vida de las madres, se conoce como el síndrome MOPET (Mother with No Personal Time), es decir, “Madres que no tienen tiempo personal” o “Madres sin tiempo para ellas”, ya que, además de afrontar el trabajo, deben hacerse cargo de la crianza de los hijos y las labores del hogar.

Al respecto, el filósofo Byung-Chul Han ya nos alertaba al afirmar que estamos viviendo en la “sociedad del cansancio”, en la cual nos exigimos demasiado, llevándonos al límite en todos los sentidos.

Las madres son particularmente vulnerables a este problema. Lo peor no es ni siquiera el cansancio físico que genera esa sobrecarga de tareas y responsabilidades, sino la tensión psicológica que acarrean, ya que no solo pretenden poder con todo, sino que quieren hacerlo de manera perfecta, con lo cual añaden una dosis de tensión emocional a la ecuación.

Pero no todo está perdido; aprende a priorizar las tareas importantes. La primera ley de Parkinson dice que el trabajo se expande hasta llenar el tiempo del que se dispone para su realización. Eso quiere decir que tienes que aprender a priorizar, céntrate solo en aquellas que sean realmente importantes.

Debes delegar en quienes pueden ayudarte. Es probable que nadie más haga las cosas como tú; pero reparte tareas entre los miembros del hogar, de manera que puedas aligerar tu carga.

Pretender que todo sea perfecto es otro mal proceder. Las madres están sometidas a una gran presión social, pero no tienen que cargarla sobre sus hombros. Los hijos no necesitan que sean perfectas, solo necesitan amor. Cuando abandonen el perfeccionismo descubrirán que tienen más tiempo para ellas.

Cada familia es un mundo, por lo que la organización debe llevarse a cabo de acuerdo con las necesidades de cada miembro, sus horarios, etcétera.

Más allá del romanticismo con el que usualmente se describe la maternidad, la crianza implica un esfuerzo y responsabilidad que, cuando no están debidamente acompañados, se convierte en sobrecarga para la mujer. Disímiles historias muestran cómo las madres reclaman mayor acompañamiento en el complejo proceso de la educación y el cuidado de los hijos, y aunque es cada vez más frecuente que los padres se involucren de forma activa en la crianza de los hijos, como resultado de las campañas de educación y la propia transformación de los imaginarios sociales. No obstante, quedan muchísimas prácticas por desaprender y nuevos hábitos por construir.

No pretenda ser una madre “todoterreno”, porque como plantea la periodista de la revista Bohemia Liudmila Peña Herrera: “Crecer como familia también implica revisar las formas de organización de las responsabilidades parentales, y transformarlas en la medida de las necesidades, porque muchas veces la sobrecarga física, mental o económica no solo afecta la salud física y emocional de las madres, sino también el desarrollo y bienestar de los hijos e hijas”.

*Licenciada en Psicología. Máster en Educación Especial y profesora de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez


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