La niña de nuestros ojos

Plan contra plan, dijo Martí. Que nuestro plan de hoy sea, como exhortó Raúl: ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos!

Cuenta una antigua fábula que un padre ya anciano quiso dar una lección a sus hijos y le entregó a cada uno de ellos una rama, pidiéndoles que la partieran, lo cual hicieron con facilidad.

Más tarde repitió la solicitud, esta vez con un conjunto de varillas, pero ni el más fuerte de los hermanos logró quebrarlas.

La moraleja se resume en una frase repetida millones de veces en manifestaciones populares desde el triunfo de la Revolución en enero de 1959: “el pueblo unido jamás será vencido”.

Pero más que una consigna, tal aseveración constituye una filosofía de vida de los cubanos, demostrada con creces a través de la historia, tanto por los reveses sufridos a lo largo de las guerras de independencia como por las victorias.

Del fracaso de la Guerra de los Diez Años aprendimos que el regionalismo y el caudillismo solo sirvieron para empoderar al enemigo y menguar el poderío del Ejército Libertador, hasta llegar al Pacto del Zanjón.

Por eso, en la organización de la Guerra Necesaria, José Martí fundó en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, legítimo intento de cohesionar a los viejos luchadores y a los más jóvenes, y dar coherencia y unidad a los esfuerzos independentistas.

Diría en el periódico Patria: “y a la palabra partido se amparan, para decir que se unen en esfuerzo ordenado, con disciplina franca y fin común, los cubanos que han entendido ya que, para vencer a un adversario deshecho, lo único que necesitan es unirse”.

• Lea: La unidad revolucionaria en José Martí

Más cercano en el tiempo, el máximo líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, autor de la unidad nacional, a decir de Eusebio Leal, en su largo quehacer mantuvo siempre el empeño por agrupar en la diversidad de las fuerzas los intereses comunes que pudieran engrosar las filas de defensores de la más justa de las causas.

El General de Ejército Raúl Castro Ruz recordaba, en el acto político-cultural por el aniversario 65 del triunfo de la Revolución, en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, citando a Fidel: “Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”.

Esa lucha perenne por articular de forma sólida todas las fuerzas fue la que conllevó a la reunión de Altos de Mompié, en plena Sierra Maestra, el tres de mayo de 1958, de la cual se derivó la decisión de unificar los mandos de la Sierra y del Llano, bajo una misma jefatura.

Fue el momento en que Fidel Castro resultó nombrado secretario general del Movimiento y comandante en jefe del Ejército Rebelde. La decisión tenía un claro carácter de unidad y expresaba el criterio de la guerra como un fenómeno que trascendía ya las fronteras de una sola organización.

“Perdura lo que un pueblo quiere”, anticipó Martí y ese pueblo unido junto a sus principales líderes, es el que ha salvado a la Cuba socialista y revolucionaria de las garras imperiales por más de seis décadas.

Ejemplos como Girón, la Campaña de Alfabetización, la lucha contra bandidos y el enfrentamiento al bloqueo y a la guerra económica contra el país demuestran la fuerza de las masas cuando unen fusiles, brazos o azadones para salvar la patria. Esa cultura de la unidad ha creado también la cultura de la solidaridad frente a eventos fortuitos o catástrofes y hace que nadie quede desamparado a su suerte.

Se fomenta la cohesión desde el barrio cuando no falta la ayuda entre vecinos para socorrer al más necesitado con un medicamento o alimento, y cuando todos juntos aportan o celebran, más allá de los credos que profesen.

Sembrar el desaliento, fraccionar para restar energía, exacerbar las contradicciones internas y alimentar controversias son técnicas de quienes han hecho suya la frase latina divide et impera (divide y vencerás), atribuida al emperador romano Julio César, y cuyas consecuencias han sido padecidas por los cubanos más de una vez a lo largo de la historia.

Plan contra plan, dijo Martí. Que nuestro plan de hoy sea, como exhortó Raúl: ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos!


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