Una entidad que no se dedica a la agricultura mantiene en producción un organopónico y sus vegetales son los más baratos del mercado. Si ellos pueden, ¿por qué otros no?
Se me fue 2023 y no le hice la entrevista que le prometí a Osmany Costa Reyes. En principio, yo quería indagar en su historia de vida, saber cómo un profesor de Matemáticas se ha convertido en un empresario, sin que pareciera un panegírico a una entidad estatal que cumple con su encargo. Me descubrí criticándome por querer hacer noticia de lo que, en teoría, no debiera serlo.
Pero no fue por eso que la conversación no se concretó. Por más que Osmany me dijera “pon fecha y hora”, nunca encontré el momento para sentarme a dialogar. Todavía hoy le sigo repitiendo que saldaré esa deuda y aun así no lo logro.
A él eso no le quita el sueño y mientras le dejo comentarios en su perfil de Facebook, elogiando el espíritu incansable de la tropa que dirige, me convenzo de que sí hay que ir a preguntarle cómo lo ha logrado. En un año en que una decena de empresas en Ciego de Ávila se mantuvo en números rojos, y otras apenas llegaron a sus metas individuales, la Empresa Provincial de Abastecimientos y Servicios a la Educación, dicho por él mismo, vendió servicios por más de 160 millones de pesos. Y lo hicieron a la vista de todos; tampoco es que tengan una fórmula ultrasecreta ni hayan descubierto la alquimia de la prosperidad. O, a lo mejor, sí. Por eso hay que entrevistarlo.
Para cuando llegue ese día tendrá, además, que explicar otras cosas, por ejemplo, el precio de las acelgas que comercializa en el organopónico que asumió al día siguiente de que la máxima dirección de la provincia indicara a cada organismo estatal sembrar su pedacito.
Unas acelgas enormes, de esas de las que con un par de hojas y sus tallos se hace una ensalada para unos cuantos comensales. Unas acelgas sanitas y limpias, sin la huella de bichos ni embarradas de tierra. Unas acelgas mucho menos costosas que las ofrecidas por carretoneros y carretilleros a 60.00 y 70.00 pesos.
Si la tierra donde la EPASE genera estos vegetales es arrendada (y deben pagar casi 4000.00 pesos, mensualmente, por ese concepto); si esa hectárea apenas la trabajan cuatro hombres; si sus ingresos cada mes son el 70 por ciento de las ventas y en un día han comercializado hasta 2000.00 pesos; ¿cómo es posible que sus habichuelas, sus espinacas, sus acelgas y sus pepinos sean los más baratos de todo el mercado en Ciego de Ávila?
El propio Osmany dijo, hace unos meses, que el organopónico no estaba pensado para darle ganancias a la empresa, sino para darle de comer a su gente y al Consejo Popular que la bordea. Hay una idea noble detrás de esas palabras y no dudaría un milisegundo de la honestidad con que fueron dichas.
Mas, viendo el empresario habilidoso en que se ha convertido mi amigo, entiendo que si bien esa hectárea no es el principal motor de la entidad ni aporta a las utilidades repartidas, tampoco es un apéndice para cumplir una tarea política y mucho menos causa pérdidas.
Un mazo de acelgas a la mitad del precio de “la calle”, gestionado y comercializado por una entidad cuyo principal objetivo no es la agricultura, es una aldaba repicando sobre las puertas inamovibles de quienes no bajan los costos, aunque las verduras vengan “caladas” y con el “fango al pecho”.
Definitivamente, hay que conversar con Osmany. Que nos cuente sus secretos, a ver si, compartiéndolos con otros, hacemos bajar otros precios.