La generación de la COVID-19

Mi cuñado bromeaba todo el tiempo con que mi hijo tenía que llamarse Covidio, y si bien el nombre que finalmente escogimos para él dista mucho del chiste familiar, veo venir el día en que terminaré contándole la historia de cómo preparamos su primera fiesta de cumpleaños, a la que nadie pudo venir, por cuidarlo y cuidarse, y del “nasobuquito” sin el que no había quien le hiciera poner un pie fuera de casa, en las contadas ocasiones que pudimos hacerlo, por culpa de una pandemia que vino a echarnos en cara lo vulnerables que podemos ser.

Esas serán de las historias felices. Aunque mamá no olvide todo lo que vino después: la adaptación al círculo infantil que llevó más tiempo del normal, la histeria cuando veía a otros niños o la constante preocupación por el desarrollo de un lenguaje que debía lidiar con mascarilla de por medio. Porque si para los adultos resultó difícil la crianza en los casi dos años de aislamiento que tuvimos, y no me dejarán mentir las madres a las que la COVID-19 les multiplicó los miedos y el instinto de sobreprotección, mucho más lo fue para los pequeños de casa, a quienes “el encierro” les pasó factura, en mayor o menor medida, por su impacto en los aprendizajes y los efectos psicológicos y sociales que arrastró consigo.

Apenas corría mayo de 2020 cuando un estudio realizado por profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, en 1000 familias del país, reveló que, a pesar de la infancia cubana mostrarse resiliente y sin los síntomas de una afectación psicológica severa en un contexto de aislamiento físico, los pequeños sí daban señas de malestar psicológico.

De esta manera, el sobreapego a las madres —muy común en la infancia por causa de la búsqueda de seguridad y protección—, conductas rebeldes, desafiantes y voluntariosas, horarios de sueño alterados, irritación y llantos frecuentes, dificultad para concentrarse, apetito exagerado, miedo y agresividad, no solo fueron de los síntomas más frecuentes identificados por la investigación, sino comportamientos multiplicados en los hogares a medida que avanzó el tiempo, sin que muchos padres y cuidadores supieran manejarlos de la mejor forma.

Experiencias más felices que otras habrá, pues ni las condiciones ni las dinámicas fueron las mismas para todas las familias, pero desde los cambios en la rutina y los hábitos de vida que nos vimos obligados a hacer —a los que los niños y niñas, en particular, suelen ser muy sensibles—, hasta un confinamiento que coartó toda posibilidad de interacción social, en edades en las que el desarrollo está condicionado por la interacción con semejantes; todo puso a prueba la capacidad de adaptación de nuestros infantes para sortear, con mejor o peor suerte, los estragos de una enfermedad que no precisamente tuvieron que padecer para sentir las secuelas en carne propia.

 

Y si pensamos que el tan añorado regreso a clases acabaría borrando las huellas de un día para otro, el regreso a la normalidad no ha sido nada fácil, aunque los padres andemos más aliviados luego de que el Instituto Finlay de Vacunas diera a conocer, en enero pasado, que más del 96 por ciento de la población pediátrica en Cuba ya había sido inmunizada contra el SARS-CoV-2.

¿Cuáles son los principales efectos psicológicos de la pandemia en los niños y cómo evitarlos?

La Dra. Roxanne Castellanos Cabrera, profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana y especialista en Psicología Infantil señala que debe valorarse cuánto se les ha pedido a los niños y cuánto les ha cambiado toda la vida durante la etapa de pandemia. ¿Cuáles son las principales afectaciones? ¿Cómo evitarlas? Entérese aquí.

Posted by Cubadebate on Wednesday, June 2, 2021

Comportamientos como la falta de autonomía, la dependencia tecnológica y alumnos retraídos en medio de un aprendizaje que tiene el tremendo encargo de avanzar mientras cubre las lagunas de la enseñanza a distancia, conforman el panorama al que han debido enfrentarse algunos de nuestros educadores.

Que cada niño es un mundo aparte es de las verdades más repetidas y, como verdad al fin, deja claro que las vivencias y los efectos de estos tiempos de pandemia nunca serán iguales para todos. No obstante, corresponde a padres y cuidadores aprender a respetar sus tiempos y saber responder a sus necesidades de aprendizaje, porque para una generación que lleva a cuestas los vestigios de la COVID-19 no es tan fácil como pasar borrón y cuenta nueva.


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