La disyuntiva de lo material y lo espiritual ya no funciona como el gran dilema filosófico sobre qué es lo primero o determinante; se sabe y repite que “el hombre piensa según vive, no vive según piensa”. El debate recae en cómo entender de dónde proviene la felicidad humana.
Nadie es ajeno a las necesidades, el primer impulso de cualquier individuo al vincularse a un trabajo está relacionado con la búsqueda de un salario que permita satisfacer sus necesidades básicas, pero ¿ este es el único móvil?, ¿la única aspiración?
Si se quiere entender la gran disyuntiva, hay que reconocer ante todo que en el centro de ella está un ser humano que tiene la libertad de escoger y decidir sobre qué es lo mejor. Sin embargo, ¿estamos preparados para escoger?
El problema va mucho más allá, incluso, de una decisión personal. Se trata de en qué medida se abren oportunidades y espacios para el desarrollo de las capacidades y cuán perdurable son en el tiempo de las generaciones, para que el hombre sepa determinar el mejor camino en su tránsito por la vida.
No obstante, el individuo tiene su propia naturaleza, quiera o no, tiene conciencia, sentimientos, emociones y necesidades, que si bien son un reflejo de la realidad en que vive, también son capaces de transformar esa realidad en relación con otros individuos. En ese quehacer interactúa y aprende, se descubren y aparecen las oportunidades y aspiraciones que necesariamente no siempre son materiales.
La capacidad de escoger la felicidad demanda un abanico de opciones; mientras menos opciones, más posibilidades tienes de equivocar el camino. Un hombre inmóvil o con pocas oportunidades no se desarrolla, minimiza el conocimiento y asume una concepción muy estrecha de la realidad. Por ello es justo el reclamo de nuestro Presidente, Miguel Díaz Canel Bermúdez, cuando pide ampliar las oportunidades a nuestros jóvenes, respetar su derecho a decidir sobre los destinos donde se desenvuelven y abrir las oportunidades, que es abrir nuevas puertas a la actividad humana.
Mientras más se relaciona el hombre con el mundo que lo rodea y mientras más oportunidades tenga de cambiarlo, más consciente será su compromiso y responsabilidad con la sociedad donde crece y vive, a pesar de las dificultades. Por ese camino, el 8vo. Congreso del Partido llamó al trabajo con las nuevas generaciones, que significa apoyo, entendimiento, tareas, nuevas oportunidades de desarrollo humano y social.
Solo así se encuentra el amor a la patria y al pueblo, a enfrentar cualquier sacrificio como expresión de una actitud que también satisface al hombre; que no significa renunciar a las necesidades materiales, de hecho, solo así se puede construir y crear las riquezas más rápido y mejor, por encima de cualquier canto de sirena.
¿Es que acaso el sacrificio y el altruismo consciente no es un camino también de felicidad? La felicidad existe en la medida de que el hombre considere que lo que hace es útil para la vida y lo que ve es una obra de su resultado.
Hay que encarar y desvanecer los esquemas estigmatizados y estereotipados que nos impiden avanzar. No puede ser solo una responsabilidad macropolítica, hay que incorporar el análisis de esta realidad en todos los espacios.
Las nuevas generaciones necesitan de nuevos proyectos y están a la vista de todos. Solo se necesita poner a funcionar nuevas maneras de hacer las cosas para crear, desde abajo, nuevos espacios y oportunidades.
Empecemos reabriendo grandes alamedas por donde transiten los hombres y mujeres del mañana. No hablo de vanguardias ni escogidos. De toda una generación caminando, se sabrá los que marcharán delante.