La empatía que nos falta

empatíaACNEn nuestra sociedad envejecida, la ayuda a personas mayores resulta imprescindibleQuienes somos jóvenes y contamos con la dicha de escuchar las experiencias de personas mayores, hemos oído, alguna que otra vez, frases como “antes la gente se ayudaba mucho más que hoy en día, había más amabilidad", y, aunque no nos sea posible confirmarlo, probablemente tengan razón nuestros padres y abuelos.

Ellos lo dicen porque ven hoy una sociedad con un actuar diferente, agitada por las exigencias que trae consigo un estilo de vida más activo y dinámico. A pesar de eso, si bien es cierto que los tiempos cambian las necesidades de las personas, todavía es muy importante mantener una actitud empática hacia aquellos que nos rodean.

Y es que habrá quien crea que ayudar al que lo necesite no es obligatorio, que tratar con respeto a alguien no trae beneficios o que la difícil situación del país es motivo suficiente para permanecer inertes ante las problemáticas ajenas, pero, esa forma de pensar, solo nos llevaría a una sociedad en la que la vida de los demás sería cada vez menos importante.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define a la empatía como el “sentimiento de identificación con algo o alguien” y la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. Más allá del plano sentimental en la definición, podemos resumirla como nuestra capacidad para ponernos en el lugar de otra persona.

Lamentablemente, esa habilidad tiene una importancia cada vez menos valorada en el contexto cubano. Su existencia corre peligro cuando alguien actúa bajo la premisa de “lo mío primero”, sin importar la repercusión de nuestras acciones sobre los demás, o la de “no es mi problema”, para esquivar responsabilidades.

Eso sí, debemos tener en cuenta que no corren los mejores tiempos para nosotros y que a veces es difícil no poner nuestras bardas en remojo cuando vemos arder las del vecino, pero, precisamente, la posibilidad de que situaciones de ese tipo lleguen a generalizarse y se conviertan en la norma, nos tiene que impulsar a ser más empáticos en nuestro día a día.

Apagones, escasez de recursos básicos, salarios insuficientes, condiciones laborales más complicadas que nunca y la devaluación de nuestra moneda frente a otras divisas con cada vez más protagonismo, son solo algunas de las preocupaciones que casi todos experimentamos a diario y que, por desgracia, pueden ser capaces de sacar a relucir nuestra peor parte como seres humanos.

Esta realidad debe estar presente al pensar en una situación cotidiana. Recordemos que, incluso quien tiene una actitud egoísta, pasa por dificultades muy similares a las nuestras. A pesar de ello, queda claro, por supuesto, que una actitud incorrecta sigue siéndolo sin importar su causa.

En años no muy lejanos, con inconvenientes similares a los actuales, no era noticia que alguien le cediera su puesto a una embarazada o persona mayor en un transporte público, ser bien tratado en un establecimiento gastronómico o que la velocidad de obtención de un trámite importante no dependiera de la “ayuda” que se le ofrece al gestor del mismo.

En esos casos, la empatía ponía su mano, porque, aunque todo no fuera perfecto, la gente sentía que el ser humano era lo principal. Hay que recordar que, cuando una persona cree que su vida le interesa a los demás, lo correcto es responder con un sentimiento similar hacia quienes le rodean.

De vuelta en la realidad actual, los momentos más complicados de la crisis los cuales nos tienen entre la espada y la pared, son tal vez los principales responsables de que, en ocasiones, nos pueda parecer que, como humanos, no importamos tanto. Es ahí cuando se hace necesario concentrar el mayor esfuerzo por mitigar todo lo posible cualquier sentimiento de desamparo.

Elevar la calidad de vida de los cubanos debe ser una prioridad en todos los niveles. Lograrlo sería atacar una de las causas de esa escasez de empatía, la cual hoy, es más perceptible en nuestra sociedad y así disminuir una de las razones en las cuales nos refugiamos para justificar nuestros momentos de indiferencia ante el resto del colectivo.

De todas formas, no podemos olvidar que la empatía depende, en primer lugar, de la conciencia de cada persona y de su capacidad para reflexionar sobre sus acciones en medio de todo tipo de situaciones. Un cambio social no sucede de la noche a la mañana, pero tampoco ocurrirá si no somos conscientes de que vamos por un camino que no es el mejor.

Como dije antes, no sé si la Cuba descrita por mis familiares y amigos mayores fue tan buena como narran, pero sí sé que está muy cerca de la que quiero en un futuro, una en la cual la gente sea lo más importante y, como tal, seamos los primeros en cuidarnos y respetarnos sin excusas y con empatía.


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