Familia y escuela: una mano lava a la otra

A las puertas de un nuevo curso escolar son muchos los retos para el sector educacional, pero también para la familia que, tratándose de la educación de sus hijos, no puede quedar ajena

Cuando un día Daniela tenga que contar cómo aprendió a leer y a escribir, dirá que se lo agradece, ante todo, a su mamá. En un aula improvisada en medio del comedor, escribió sus primeras letras, mientras las dos le plantaban cara al desafío impuesto por una pandemia que tiró por tierra toda normalidad. Desde lejos, la profe Maritza orientaba a deshora, los mensajes llovían en el Whatsapp de mamá. Ambas saben que si lo lograron fue por el empeño, pero también por la guía de una maestra que supo acompañarlas y hacerlo menos difícil.

Así la COVID-19 acabó demostrándonos lo que ya sabíamos: la formación de los hijos es un camino en el que escuela y familia han de caminar de la mano. Es cierto que ningún núcleo familiar se parece a otro y que no todos asumieron la educación a distancia con el mismo compromiso; sin embargo, no se dejó de aprender y el regreso a las aulas fue más feliz de lo esperado, después de un tiempo en casa que les cobró un alto precio a los saberes.

Hoy, a las puertas del inicio de un nuevo curso escolar que todavía carga con los rezagos del aislamiento obligatorio, los retos son otros para padres, abuelos, tíos…, que no pueden “lavarse las manos” y delegar responsabilidades en la escuela —aunque siempre habrá quien lo haga— si de la educación de los hijos se trata.

Ante otro período lectivo que, por su inusual duración, continuará teniendo ajustes curriculares, el estudio individual resultará clave para reforzar conocimientos. Y no es cuestión de aligerar el contenido en clases para sobrecargar el estudio en casa, sino de que este último sea profundo y consciente, lo que no podrá lograrse sin el fomento de un hábito en el hogar, que empieza por hacer del tiempo de las tareas un horario sagrado tanto para niños como para adultos.

En un contexto educativo donde el viejo fantasma de la cobertura docente amenaza con volver a la provincia y los niveles de aprendizaje, sobre todo en la Enseñanza Primaria, no están en su mejor momento, se agradecen los padres preocupados, que exijan a la escuela con la misma fuerza que educan en los buenos valores puertas adentro. Todos se alarman porque faltan maestros, y con razón, pero pocos son los que ven con malos ojos a los progenitores que nunca han puesto un pie en el aula, por más que la profesora los ha mandado a buscar; que no saben cómo escribe el niño ni si escribe, pues revisar las libretas toma mucho tiempo, y esas no son, precisamente, responsabilidades del maestro.

Mucho podría aportar el rescate de las escuelas de padres como espacios de socialización de estrategias educativas que, si bien están perfectamente concebidos metodológicamente, no han sido experiencias felices en la mayoría de los centros educativos, cuando resultan el momento idóneo para fomentar la cultura psicopedagógica que puede cambiar realidades a lo interno de la vida familiar.

Y habrá quien piense que tratamos a toda costa de quitarles “peso” de encima a los maestros, mas la propia realidad ha demostrado que la familia no puede sustituir a la escuela, sino que se complementan para lograr una formación más completa.

Tampoco es que estemos hablando de nada nuevo. La familia como primer ente formador del ser humano es un concepto que desde siempre ha defendido a capa y espada la educación cubana. No en vano el tercer perfeccionamiento educacional la posiciona, de conjunto con la comunidad, como protagonista activa de la vida de la escuela. Serlo o no, está en sus manos.


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