El milagro del sonido

En cuartos y cabinas más o menos improvisadas se reconfigura el panorama sonoro de la Isla y Ciego de Ávila no es la excepción.

Cuando Yoanys Carballosa Fernández se descubrió pensando en aislamiento acústico y en tecnología para lograr grabaciones de estándar profesional con recursos mínimos, todavía no se autorreconocía como un productor musical independiente. Le faltaban experiencia y títulos. Después de algunos años, tampoco tiene lo segundo, pero ya perdió la cuenta de cuantas producciones musicales y géneros han pasado por Laberinto Records.

La cabina la insonorizó con recortes de madera, pladur y cartones de huevo, usa interfaces de sonido, conexiones MIDI (Musical Instrument Digital Interface) que pueden simular una orquesta completa, tarjeta de audio de dos canales y microfonía de condensador y dinámica.

Desde el solista Yomel Sánchez hasta un disco de Titi Quesada, el video clip Un toque de esperanza, con varios artistas avileños, y un fonograma con este mismo nombre patrocinado por la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos (Musicávila), han llevado el sello de este estudio.

Yoanys arregla, compone y produce, también, para cubanos en Viet Nam, España, México y Canadá; salseros latinoamericanos y cultores de música sacra, entre ellos, Israel Morales, alias El Cholo, timbalero por muchos años de Jerry Rivera.

Pero la historia de Laberinto Records bien pudiera ser punto de partida para poner en el mapa otros estudios de proyecto y de fines comerciales que ya pulsan nuestro panorama sonoro y, aunque está claro que a Ciego de Ávila no va a nacerle de la noche al día un PM Records o un dBega, hoy suceden tres cosas: el talento artístico encuentra puerto seguro para su repertorio, y se crea y distribuye música al margen de las instituciones culturales.

Ruido en el sistema

Desde hace rato grabar un disco con un sello nacional reconocido no solo depende del talento, sino de las oportunidades y de algún empujón. Basta indagar para cerciorarse que estas han sido las cartas de triunfo para quienes lo han logrado desde aquí en los últimos años.

Digamos, por ejemplo, que Rumbávila Fusión pudo mostrar su trabajo a Abel Acosta, entonces viceministro de Cultura; Yoan Zamora recibió el impulso del cantautor Amaury Pérez en la producción de su fonograma Yoan, y la Banda de Conciertos Municipal en medio de las celebraciones por el 26 de Julio, en 2011, fue agasajada con la posibilidad de grabar.

Aunque Orlando Pino Amores, director de Musicávila, reconoce que desde entonces han surgido otros proyectos, entre ellos, un documental sobre las tradiciones haitianas patrocinado por el sello Abdala y la futura inauguración de una Casa de la Música por parte de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales Egrem, sabe que cada avance se debe a su insistencia, no a un sistema de trabajo que permita visibilizar y posicionar a este nivel nuestro catálogo artístico.

Luego habría que agregar un dato que a estas alturas es obvio: producir un disco cuesta dinero. Solo por La esencia de mi rumba, de Rumbávila Fusión, Musicávila pagó 60 000.00 pesos en un período en que la doble moneda todavía favorecía sus arcas.

Por eso a Dayron Oney Peña, instrumentista y productor, no pueden refutárseles las razones que esgrime. “Hay artistas que son buenos y reconocidos, pero otros sólo quieren trabajar tranquilamente y permanecen en el anonimato. Para esos, es más complicado poder pagarse un disco que les cueste ciento y pico mil dólares o una hora de grabación en Abdala por 150.00 CUC, en otros tiempos”.

A juzgar por sus cuentas, quienes tengan ingresos para lograrlo tendrían que ir hasta Santiago de Cuba, La Habana o Camagüey. Allí los estudios ya no son solo caseros, sino privados y con otros recursos. Entonces, recuerda que para el disco de Alain Pérez trabajó en uno que tenía cinco Grammys de grabación. Los de aquí son otra cosa, la única forma de promocionar las obras del patio.

Todo esto se sazona en el ambiente de una industria discográfica que no dispone de mercados donde se muevan grandes sumas de dinero. Hay discos muy buenos, que no recuperan ni siquiera el cinco por ciento de lo que costaron.

Se entiende así que una agrupación como La Familia, la cual integra junto a su yerno, sus hermanos, y su papá, cuente apenas con un disco de jazz grabado en tres días en el estudio de la Fundación Nicolás Guillén, a pesar del talento, del repertorio acumulado y de gestar cada año el Jazz Centro.

“No es un capricho; no tener un disco grabado es como si no hubieras hecho nada, un golpe en el aire”, dice a estas reporteras Dayton Oney Peña, instrumentista y miembro del grupo La Familia, y de algún modo su testimonio habla por muchos.

Los home studio llenan el “hueco” para los que no pueden pagarse una gran producción, aunque sean el cliché de un cuarto forrado de cartones de huevo, con una computadora y un micrófono.

Estos sitios saltaron del limbo legal al listado de actividades prohibidas para ejercer por cuenta propia, hasta que el pasado 12 de febrero Fernando León Jacomino, Viceministro de Cultura, daba a conocer en la red social Twitter que se coordinaban con el Ministerio de Trabajo cambios a favor de la grabación y post-producción de sonido en todo el país. Imaginamos cuáles, pero no sabemos cuándo vendrán.

Hecho en casa

Bastó una ojeada y unas cuantas preguntas para ubicar los estudios de grabación con mejor tecnología y más producciones hasta la fecha. Aunque la vox populi también nombró a otros como La Guarida, Calle 10 records y Famy Music, este reportaje no pudo ubicarlos. Sí encontramos el de los muchachos moronenses de La Akdemia y lo que Sandy Sáez Denis, compositor y director, llama “El quirófano”, una habitación de tres por tres celosamente acondicionada, y donde, dice, ya se han grabado cerca de 500 temas en la voz de varios artistas urbanos de todo el país.

Hacerse de la tecnología mínima no ha sido fácil y se permite una broma: “si ahora mismo se me rompe la tarjeta de audio tendré que vender un riñón”. No obstante, sus 16 álbumes de rap no habrían sido posibles de otra forma y sin la ayuda de Internet para descargar los plugins que les permiten simular con software equipos que no tienen. Antes los copiaban de memoria en memoria en los festivales a los que iban. “Te los copiaba un artista de Guantánamo y tú le decías: tranquilo que esto llega hasta Pinar del Río”.

Celle Morales, que lleva su carrera en solitario y la dirección del grupo Dharma en paralelo a su trabajo como productor, matiza otra arista: la formación de profesionales en estas actividades. “Esto es difícil y hay que aprender un poco de cada cosa o, incluso, producir géneros que no son tu fuerte. Tienes que ser arreglista, sonidista, ingeniero de sonido, ingeniero de masterización y productor al mismo tiempo”.

En su casa se grabó su disco Aine , a principios de 2021, el primer fonograma de los jóvenes de Lux Vitae, y produce uno para Dayani Gutiérrez, una de las avileñas con más renombre a nivel nacional. Después del álbum Lo que quiero es fiesta, en 2015 con el sello Bis Music, este último se cocina en un estudio casero y en las cabinas de Radio Morón. No ha sido la única. Nancy Hernández Mesa, directora de la planta radial, nombra también a Yunior Infante y el conjunto Ecos de la Trocha entre quienes han grabado ahí.

El cantante avileño de salsa Otto Duniel, el grupo Tahití, Guamá, Agua brava y Dayani Gutiérrez son los nombres que menciona Larry Morales, presidente de la Fundación en Ciego de Ávila, como los que han usado el estudio desde su construcción en 2013. Son pocos, porque cuentan apenas con la estructura civil, con un equipo de audio, y con cables y micrófonos donados por visitantes. No hay consola ni ordenador.

La agrupación Familia Son, liderada por Ismael González Román, también ha logrado su propio laboratorio de creación, el cual ha sido como una bola de nieve que creció con los años hasta agrupar, después de algunas giras y ayudas familiares, micrófonos Marshall de 40 voltios, una consola Behringer con 18 canales de audio y todos los instrumentos musicales necesarios para el repertorio del grupo. “Para armar un estudio de grabación se necesita dinero y sacrificios. Desarrollamos aquí nuestra obra y ganamos autonomía. Si su status legal se esclareciera y se usara con fines comerciales se estimularía, a la larga, el desarrollo de la música en la provincia”.

Invasor comprobó que algunos de estos estudios caseros son solo para el uso exclusivo de sus gestores y colaboraciones musicales, pero en otros casos hay tarifas. Las más económicas incluyen un video promocional por 250.00 pesos, un servicio estándar de producción virtual de la música por 1 000.00 pesos, y, cuando se trata de un proyecto con la ejecución en vivo de instrumentos, se reservaron las sumas y hablaron solo de un acuerdo entre las partes.

Lo cierto es que hoy se hace música en casa y esto ha venido a reconfigurar las sonoridades de la Isla. Negarlo es tan absurdo como confiar en la calidad de todo lo que se produce y se vende bajo estos términos; pero mientras a Ciego de Ávila, como muchas provincias del interior del país, no pueda preciarse de Grammys de grabación o de instituciones que presten el servicio, los home studios seguirán siendo el milagro de esta industria. Lo demás, por ahora, es solo background y notas al margen.

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