Lupe Díaz Beracierto, productora cultural con 36 años de experiencia y al frente del Grupo Latin Luli’s Productions, analiza la compleja relación entre arte y su comercialización en Ciego de Ávila.
Desde su visión como analista del Consejo de las Artes Escénicas, expone las contradicciones de un sistema que debe equilibrar la sostenibilidad económica con la misión social del arte.
—Lupe, con tu experiencia de 36 años en ese mundo, ¿cómo entiendes la comercialización del arte?
—Mira, yo pienso que sin dinero no hay arte, porque el arte hay que producirlo. Un arte, por muy bueno que sea, por muy virtuoso y que venga de grandes creadores, tiene que estar bien producido para que llegue con elegancia y un toque mágico al público.
—¿Y cómo debe abordarse esa dimensión comercial sin traicionar la esencia del arte?
—La comercialización del arte también pienso que debemos respetarla. Cada quien debe recibir por lo que hace. Cada quien tiene que saber lo que da, lo que debe hacer por lo que recibe. Y también tenemos que tener siempre presente qué mostrarle al público. Esa es mi humilde opinión. No es hacer arte para cobrar cuatro kilos, para ganar dinero. Debemos respetar cánones, códigos, principios que hay que tener en cuenta, y ser muy cuidadosos con ellos.
—¿Existe una economía propia de la cultura?
—¡Claro! Hay una economía en la cultura, pero más que una economía de la cultura, pienso que cuando hay un evento artístico, y le pones dinero a ese evento para hacerlo, tú regalas ese evento, porque lo haces público; estás comercializando, de cierta forma, entre comillas, ese evento, porque tú le estás dando, le estás vendiendo, le estás proponiendo a ese público el arte. Eso alivia el alma, eso crece la cultura. Le das el orden que te guste a ti como ser humano. ¡Eso ayuda en tantas cosas!
—Algunos critican que se “gasta” dinero del Estado en eventos culturales...
—Y no estoy de acuerdo con eso. Te voy a poner un ejemplo: dos millones de pesos en un evento. ¿Qué sucede con ese dinero? Si yo te devuelvo el 90 por cierto de ese dinero porque te lo hice fluir, entra en transporte, en alimentación, en campañas de diseño, en todo lo que se hace, ese dinero tú no lo estás regalando.
“Yo trabajo con Paradiso, la agencia de Turismo Cultural, les rento el servicio de transportación. Si no es a Paradiso, puede ser hasta un Trabajador por Cuenta Propia (TCP) en un ómnibus. Yo le estoy pagando. Ese TCP tiene la obligación de pagar su cuota, su contribución, es decir, que ese dinero fluye. No es que tú cogiste dos millones de pesos con una fosforera al lado del escenario y los quemaste. Yo compro charolas, vasos, cubiertos para alimentar a esos artistas, a esa producción. Ese dinero va a diferentes empresas. En el arte, el dinero nunca se bota. Creo que todo el dinero que se invierte en el arte lo estás invirtiendo en sabiduría, en patrimonio. Yo lo veo así: estás vendiendo una paz, estás vendiendo una sabiduría”.
—Desde tu experiencia, ¿cuáles son los logros de Ciego de Ávila en materia de comercialización del arte?
—Logro: el Piña Colada. Es un evento que lleva ya unas cuantas ediciones, el público lo disfruta, ha ido tomando un alto vuelo en el sentido de los talleres, de todas las participaciones. Pero en lo que tiene que ponerse espejuelos la provincia es en que no es el único evento importante que se hace. Por ejemplo, defiendo Danzar en Casa, un evento que ya debe ir considerándose como un acontecimiento importante de la cultura avileña. Sin embargo, el único acompañamiento que he tenido es de las Artes Escénicas.
“También quisiera retomar la Feria de Arte Popular desde mi evento Havanensis para 2026, pero yo sola no puedo hacer una feria de arte popular: necesito el apoyo de las instituciones de la provincia, como bien se hace con el Piña Colada, que ya desde meses antes comienzan reuniones y toda la logística, la preproducción. Yo puedo hacer la preproducción, pero necesito las instituciones”.
—¿Cuáles son, entonces, los principales desafíos?
—Llevo años intentando dar un curso de producción y negociación. Estoy abogando para que Ciego de Ávila tenga un grupo productor de eventos. No entiendo que aquí no haya productores. Con el mayor respeto y que nadie se ponga bravo, lo digo yo que tengo más de 30 años de experiencia: aquí no hay productores.
“Llegas a las instituciones y todo el mundo tiene un productor; los sientas a todos, les haces una pregunta sobre la forma de trabajar, y te das cuenta que no hay un productor real. ¿Por qué? Para hacer un evento grande —carnavales, ferias de turismo, incluso el mismo Piña Colada—, tenemos que tener una parte nuestra que defienda qué hacemos, que defienda ese presupuesto que se va completo”.
—¿Qué representaría, institucionalmente, esa figura del productor?
—Yo misma estoy trabajando en la Dirección Provincial de Cultura como analista de la actividad cultural. Tomé esa plaza con el fin de que se hiciera algo que atendiera eventos, como lo tiene el Ministerio de Cultura, como lo tiene el Consejo de Estado, el Comité Central. ¿Por qué Ciego de Ávila no puede tener un grupo de producción? Las personas tienen su trabajo, viene un evento y tú les haces un contrato por ejecución de obra. Tú manejas cómo hacer la producción de esos eventos, defendiendo los derechos.
“Las autoridades de Ciego de Ávila, pienso, ¿qué reto tienen? dedicarse, enfocarse un poco más a la comercialización de la cultura, para que las cosas no se nos escapen, no se nos vayan, no se pierdan, no haya que estar ocho meses para pagar una cosa. Porque donde hay un buen productor, lo primero que dice es: ¿Con qué cuento? ¿Cuánto vas a pagar? ¿Dónde está este dinero? ¿Cómo lo voy a hacer? porque nadie trabaja en el aire”.
—¿Qué opinas sobre los atrasos en los pagos a los artistas?
—Estamos trabajando en un divorcio institucional. Hay que hacer un evento y vamos a hacerlo, corriendo, porque hay que hacerlo, y ahí vamos. Eso es engañar al artista. Porque si usted se planifica, esa es la producción. Si vamos a hacer el Piña Colada y van a trabajar 20 artistas que van a cobrar 20 mil pesos cada uno, lo primero que hay que garantizar son los 20 mil pesos de salario. Si hubiese un equipo de producción que se respetara, con un productor ejecutivo, eso es lo primero que defiende.
“¿Cómo vas a hacer un Piña Colada con tantos millones de pesos, van a cobrar todos los foráneos, y los artistas de la ciudad no han cobrado? ¿Qué te está diciendo eso? Es lo que te digo: no hay nadie que defienda esa finca, esa parte no tiene un productor”.
—Dediquemos un momento especial a los niños. ¿Cómo se concilia la dimensión comercial con el trabajo cultural infantil?
—Ojalá yo pueda complacer sus expectativas con esta respuesta. Primero, un llamado a todas las instituciones de esta provincia. Te lo digo yo, desde un proyecto con 21 años que va a cumplir en 2026, Proyecto Corazón, que es el más longevo de este tipo que tiene Cuba, de este tipo de trabajo como el que yo hago: con los niños hay que invertir. Hay que invertir capital, tiempo, amor. Hay que invertir todo lo que me preguntaste en la otra parte: cómo presentar un buen arte, cómo hacerlo.
“Para mí los niños no son negociables con el dinero. Los niños nunca se pueden enterar de que se pone un presupuesto para que se les dé de comer y para que se les dé un globo, porque eso nunca lo van a entender. A ellos hay que forjarlos y templarlos para un futuro que deben aprender, llevar en su mochila lo mejor que puedan echar, y somos nosotros los encargados de echar”.
—¿Cuál es tu mensaje a las instituciones respecto al trabajo con la infancia?
—Lo primero que tienen que entender las personas es que no podemos escudarnos detrás de los niños para lucrar. El Proyecto Corazón, por ejemplo, recibe dos financiamientos en el año: uno el 1. de junio, para el Día Internacional de la Infancia, y el otro el 13 de agosto, en Carnavalito Corazón. Al inicio te dije que sin dinero no hay arte. Si yo no recibiera esos dos dineros, no podría trabajar un año completo. Tengo esa astucia de que me tiene que dar todo lo que tengo para el año, hacer dos fiestas bien hechas, dos momentos bien hechos, y que, a la vez, me alcance ese dinero para otros momentos también.
“El proyecto es un macroproyecto, una sombrilla bien grande. Tiene la campaña por el cuidado de las aves y de las abejas, y contra el encierro animal. Tiene el trabajo con los niños autistas, que es un trabajo muy delicado. Hay que trabajarlos con amor, no escondernos detrás de los niños para poder hacer negocio. Esa es una. Dos, lo que podemos invertir en los niños, dárselo con amor y cariño y enseñanzas”.
—Para cerrar, ¿cuál es tu visión sobre el futuro de la industria cultural en Ciego de Ávila?
—Veo dos caminos necesarios: la formación de productores profesionales —porque esto necesita una superación, una capacitación, no cualquiera puede hacerlo— y que la institucionalidad se ponga de acuerdo, que haya coordinación, integración de la cultura como sistema para el logro de ese mercado del arte, de esa comercialización del arte, y con lógica. Porque, como dijera Martí, “el pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos”. Y el arte educa el pensamiento y dirige los sentimientos. Por eso no podemos dejar que se improvise, que se pierda, que se desvirtúe. El arte es demasiado importante para tratarlo con ligereza. Requiere profesionalismo, requiere amor, requiere esa visión martiana de que estamos construyendo el alma de una nación.