Travesía olímpica de Ciego de Ávila: el privilegio de asistir

 logo tokio Los avileños Pastor Rodríguez Luis, Tuto, y Pedro Luis Rodríguez Dollet sumaron innumerables lauros en las plataformas del planeta, y en el caso de Pedro Luis, una medalla de bronce en el ejercicio de arranque en un Campeonato del Mundo. Sin embargo, por diferentes causas, ninguno de los dos pesistas representó a Cuba en Juegos Olímpicos.

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En el deporte de las alzadas, solo Carlos Alexis Hernández Calderón tuvo ese honor, cuando en la justa de 1996 efectuada en Atlanta, Estados Unidos, intervino en la porfía por el cetro en la división que congregó a los concursantes de hasta 91 kilogramos de peso corporal y, entre 25 aspirantes al título, se ubicó en un destacado sexto peldaño.

También en la que en suelo estadounidense marcó el centenario de la celebración de estas lides, intervino Pedro Luis Fernández Castañeda, quien junto al grumete Ángel Alfredo Jiménez Garrido, participó en las regatas de velas en la Clase 470. Luego de una semana de esfuerzos terminaron en el puesto 26.

A Reinier Cartaya Jorge le corresponde el privilegio de archivar la única intervención de un ciclista local, pese a que en su momento Ciego de Ávila fuera denominada Capital del ciclismo cubano, cantera de la que surgieron pedalistas de clase internacional como Aníbal Torres, Rubén Companioni y Eliécer Valdés, entre otros.

Cartaya integró la tríada que intervino en el evento de la Velocidad por equipos, junto a Julio César Herrera y Ahmed López Naranjo, ocupantes de la décima posición en Atenas, 2004.

Entre quienes han dado muestra de calidad durante mayor tiempo no puede obviarse a la pimponista Marisel Ramírez Velázquez, participante en las ediciones de 1992 y 2000. A ella le corresponde el mérito de haber asegurado previamente los respectivos boletos frente a calificadas rivales de nuestra zona geográfica y en un deporte en el que las mejores ubicaciones del orbe habitualmente corresponden a exponentes asiáticos, salvo alguna “intromisión” de europeos en los estrados de premiación.

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Pero en realidad Marisel ganó el boleto a tres olimpíadas, y si no hizo acto de presencia en Atlanta, después de competir en Barcelona, 1992, fue porque los directivos del deporte nacional decidieron excluir de la comitiva a quienes no tenían opciones de medalla en aquella ocasión.

Ramírez defendió los colores nacionales en individual y dobles. En la segunda de estas modalidades, junto a Yolanda Rodríguez en la Ciudad Condal y, en compañía de Leticia Suárez, ocho años después en la llamada Isla continente.

Quien revise las memorias olímpicas puede corroborar que Marisel, entre las debutantes de Cuba en esta disciplina en fiestas de los cinco aros, fue la primera fémina de la Mayor de las Antillas en agenciarse la victoria en un parcial, exactamente frente a los saques y remates de Liu Jia, quien, como tantas otras laureadas pimponistas del planeta, es oriunda de China, pero en Sidney compitió en representación de Austria.

El techo cualitativo de unos Juegos Olímpicos va más allá de las virtudes de los medallistas, al punto de que, en un mundo cada vez más globalizado y en el que la maestría deportiva deviene aspiración de millones, el hecho mismo de asistir constituye un difícil reto y privilegio de una minoría, del que solo puede blasonar un puñado de atletas de esta provincia, al cabo de años de entrega y sacrificios.


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