De la remembranza a los datos esenciales de Julio Trujillo, el pelotero que por mayor tiempo mascoteó los envíos del estelar Conrado Marrero
Archivo de Ñico GarcíaCon la casaca del Cienfuegos en los tiempos en que hacía las maletas rumbo a la Perla del SurQuien se atreva a escribir la historia del béisbol en Ciego de Ávila tendrá que considerar las migraciones que “desembarcaron” en la Región de la Trocha en el transcurso de la primera mitad del pasado siglo. Algunos “importados” dieron lustre a las novenas locales y luego continuaron camino, en busca del estrellato en circuitos beisboleros de mayor rango, otros lo intentaron sin abandonar la que se convirtió en patria chica.
En la sala de su apartamento, José Martín Suárez, historiador del municipio de Venezuela, acompaña a Invasor en un viaje que pretende captar algo de la magia vital que distinguió a un destacado receptor, forjado en el entorno de la fábrica de azúcar a la que siempre regresó: Carlos Julio Trujillo Valentín.
— El nacimiento de Julio se produjo el mismo año en que comenzaba la construcción del central Stewart, al cual llegaría siendo un niño, ¿cómo se explica el traslado de su familia hasta el sur avileño, desde un punto relativamente distante de la Isla?
— Cientos de matanceros arribaron a Ciego de Ávila, una región prácticamente despoblada, a principios del pasado siglo. Fíjate que Matanzas pierde alrededor de un 25 por cierto de la población y una gran parte viene hacia acá. Muchos de los avileños, como es mi caso, tenemos ascendentes matanceros. En cuanto al Stewart, el administrador, Gumersindo Camacho, —era cardenense—, comenzó a traer familias que se asentaban en predios del ingenio.
“La gente empezó a mudarse y aquello parecía una Feria. Venían con familias, bultos de ropa y cuanto Dios creó. Mientras más llegaban, más pedía el ingenio nuevo. En Ciego todo el mundo sacaba cuentas de qué sabía hacer y qué iba a declarar cuando le preguntaran los de la compañía. No había otro tema. Esperábamos matar el hambre vieja con el ingenio”.
Reynaldo González: La fiesta de los tiburones (novela testimonial).
— ¿Cómo se forja la amistad con Julio?
— En días como la Nochebuena pasaba por mi casa, compartía con mi abuelo —que era el jefe de las grúas del Central— y tenía mucha afinidad con él
“Y de ahí nosotros nos conocimos. Era una persona muy asequible. Desde pequeños, sentimos predilección por su carácter afable y cariñoso. Toda esta cuestión nos dio una amistad, incluso con sus hijos, una hembra y dos varones”.
— Jugó pelota en predios del central y en general en la región de la Trocha...
— En un equipo cuyo nombre guarda similitud con el principal de Ciego de Ávila en la actualidad: Los Tigres del Stewart. Ahí también se había enrolado mi tío, Viviano Álvarez, quién lo enseñó a catchear.
La incursión por los terrenos principales de la región trochana y el contacto con extraclases como José de la Caridad Méndez, favorecieron el ascenso de calidad de Julio. Algunos aseguran que, precisamente, El diamante negro fue quien le aconsejó estabilizarse como enmascarado.
Por estos ámbitos lo vieron salir al terreno con otras novenas como el Hatuey BBC, también del Stewart. Silverio Almanza, notable historiador del deporte local, ya fallecido, aseguraba que: “Cuando Cocaína García, con la selección profesional del Almendares, lanzó en el estadio Unión o Hatuey Park, Julio defendió la segunda base”.
Sobre los 30 años, estaba listo para la encomienda cimera de su trayectoria: recibirle los pitcheos a Conrado Marrero, el guajiro que llegado de la finca Laberinto, cerca de Sagua la Grande, se encargaría de empujar al Cienfuegos Sport Club hasta los peldaños cimeros del amateurismo nacional. Colgados del brazo de El Premier, Los Elefantes comenzaron a mostrar el filo de sus colmillos: quintos en la edición de 1938, subcampeones un año después, terceros en 1940… y en cada temporada, el viajero del Stewart en calidad de hombre máscara principal.
— Si Trujillo Valentín era trabajador del central, ¿cómo se entiende que pudiera trasladarse de manera sistemática, los fines de semana, hasta Cienfuegos y otros escenarios?
— Eso no le creaba problemas laborales porque tenía el apoyo del Club Social Stewart, del que su familia era miembro. Tal vez no recibía el salario correspondiente, pero sí tenía el permiso para ir.
“Es un ejemplo de deportista. Venía del central, allá en Ciego de Ávila, todas las semanas, para jugar con nosotros y, ¡qué barbaridad! Fíjese que tenía que acumular horas extras para concurrir los domingos al juego. Muchas, pero muchas veces, se costeó los boletos del pasaje y aún así representó a nuestro equipo durante una década”.
Testimonio ofrecido por Conrado Marrero, El Guajiro de Laberinto, el 9 de enero de 1977.
En 1941 el equipo dirigido por Ángel Cándido González salía a los terrenos con la mira situada en el blanco más preciado. Los cambios en la nómina eran mínimos, entre ellos, Feliciano Castro pasaba a alternar con Trujillo en la receptoría; Rigoberto Fernández, oriundo del Stewart, conservaba un puesto en la custodia de los jardines.
La tarde del 21 de septiembre, Mandarria Trujillo reiteraba batería con el guajiro Marrero. Ante una concurrencia inédita en el parque Trinidad y Hermanos (hoy estadio de fútbol Luis Pérez Lozano), El Premier limitaba a seis inatrapables el gasto ofensivo del Teléfonos, en choque que concluía con abultado marcador de 13x1. El Cienfuegos Béisbol Club era el nuevo Campeón de la Liga Nacional de Béisbol Amateur, el segundo título para la ciudad, pues antes lo consiguió el Cienfuegos Stars en la Liga de 1920.
Los sacrificios de aquella dupla, que entonces hacía historia, pudieran resumirse en el ir y venir del receptor para no dejar de guiar a Marrero y en la resistencia colosal de este último, quien desde el 20 de abril firmó los 18 triunfos de su equipo.
En la edición del 24 de septiembre, el diario Noticias de Hoy relacionó los 18 éxitos de Marrero
Cuatro temporadas más funcionó la magia Trujillo-Marrero. En 1946, el Cienfuegos libró su última cruzada en la Liga, detrás del plato persistía Mandarria, mientras su habitual compañero iniciaba el camino en el béisbol rentado que lo llevaría hasta las Grandes Ligas.
— ¿Por qué cauces transcurrió la existencia de Trujillo luego del retiro de los estadios?
— Fue una persona muy activa, y además, un excelente soldador, al punto que llegó a ser el jefe de soldadura en la industria y asesor técnico después de la jubilación. Además, asumió la vicepresidencia de la Sociedad de base de los Cincuentenarios del ingenio, cuando ya este era identificado como el central Venezuela. Conjugaba el descanso luego de su jubilación con las actividades propias del club. En lo deportivo, dirigió equipos de la liga azucarera, pude admirarlo como preparador en prácticas y juegos de esa liga, no en torneos oficiales porque la diferencia de edad con respecto a él no me lo permitió.
— ¿Qué imágenes de Julio persisten en la memoria afectiva de José Martín Suárez.
— Una persona extremadamente sensible, seria y responsable, que, al propio tiempo, le gustaba el humor. Además, colmado de una sinceridad extraordinaria. Me gustaba charlar con él cuando me hacía las anécdotas de los años en que le recibió los pitcheos al Premier.
— ¿Y por qué lo de Mandarria?
— Muchos afirman que se debía al poderoso brazo que exhibía detrás del plato. Y otros, con el humor que distingue a los cubanos, refieren que el origen del mote se explica a partir de que era un hombre muy bien dotado.
Más allá de las virtudes y atributos que pudieron originar la criolla identificación, “la mandarria” de quien detrás del plato reunió aplomo y acierto, a más de infinito amor a la camiseta, premian hoy y para la posteridad al hombre máscara que más veces le recibiera a Marrero en su extensa carrera.
Como bien ha afirmado Esteban Romero, ningún otro, ni Fermín Guerra, ni Andrés Fleitas en las filas del equipo profesional Almendares, lograron semejante regularidad en la recepción de los lanzamientos de quien desafió el paso del tiempo sobre los montículos, al punto de que, hasta 1958, con 47 abriles a cuestas, aun encaramado en la lomita de los suspiros, demostraba parte de su embrujo sobre los bateadores.
Archivo
APUNTES PARA UNA FICHA DEPORTIVA DE CARLOS JULIO TRUJILLO VALENTÍN
1906, 13 de septiembre: Nace en Cárdenas, Matanzas.
1910. Pasa a residir con su familia al central Stewart.
1926-1936. Se desempeña en tercera y segunda bases, o como cátcher, en equipos locales de béisbol.
1937-1946: Defiende los colores del equipo de Cienfuegos en la Liga Nacional Amateur. El resultado más significativo en aquel decenio fue el triunfo de los sureños en 1941, temporada en la cual Conrado Marrero lanzó casi siempre con Trujillo detrás del plato. En ese lapso de tiempo, Los Elefantes aseguraron podio en otras cuatro ocasiones; como subcampeones, en los torneos de 1939, 1942 y 1945, y terceros en 1940.
1979, 9 de octubre: Fallecimiento.