O mi capacidad de asombro es ahora mayor que décadas atrás, o lo extraordinario es cada vez más normal, o sencillamente, cada día conozco menos de un deporte que sigo desde hace poco más de 50 años. No soy un erudito del más universal de los deportes, pero aprendí a amarlo y sufrir las derrotas de los elencos cubanos desde “tiempos inmemoriales”.
Porque sucede que ahora, luego del histórico empate de la escuadra cubana ante una superpotencia futbolística, como lo es sin dudas Italia, en el Mundial sub 20 años, que tiene por sede a Chile, me quedé con los deseos de ver grandes cintillos periodísticos que un día imaginé en mis sueños futboleros.
Si en el béisbol, un triunfo por la mínima ante una escuadra de poca jerarquía, como lo es, por ejemplo, Argentina, trae consigo fuertes críticas a la pelota cubana, creo que esta igualada a dos goles con la Azurra debió tener una mayor repercusión.
Por cierto, en ese plantel antillano, milita un avileño, el joven portero Yurixander Zaya, que sin ser regular un día podrá decir con orgullo que formó parte del equipo que en el 2025 logró la paridad con Italia.
Preocupa, eso sí, que este fabuloso resultado —y no exagero con el adjetivo— deje la sensación de que se trabaja bien por el futuro del balompié de nuestra Isla. Falta mucho por hacer, sobre todo, mucho que no se hace.
No dejaré de repetir que la principal fórmula para elevar el nivel de este deporte no es otra que la de jugar y jugar desde edades tempranas en toda la geografía cubana. No olvidar que el fútbol no lleva por gusto el calificativo del “más universal de los deportes”.
Pero este resultado debe ser un punto de partida para creernos que no es una utopía soñar con estar más temprano que tarde, en una cita mundialista. Les repito, que si se puede.