Ver el mundo a través de sus ojos

El primer telefilme del joven Tony Quiñones, A través de sus ojos, fue visto en Ciego de Ávila en el 2025 y gozó de buena aceptación

Quise ver A través de sus ojos después de que la presentaran por la televisión cubana en el espacio Una calle mil caminos, porque el propio Tony Quiñones, el realizador, había dicho que traía a Ciego de Ávila una versión más ampliada y en formato de película. Cuando estuve ante la pantalla grande del cine Carmen y empezó a rodar el material de Patria Producciones Audiovisuales y Cubavisión, supe que me iba a encantar.

Mas con ella me ocurrió algo extraño. Por un lado, me cautivaron su fotografía, la luz, las actuaciones, lo que cuenta y la música. Pero más me atrapó la historia detrás del drama que nos narra, y que tiene que ver con ese niño que vivió varios días con nuestro José Martí y lo dejó por escrito en un diario publicado en el 2010 y llamado Yo dibujé a Martí. Original que se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba y contiene, además de la memoria literal de cómo era Martí, algunos de sus retratos hechos a plumilla por este niño.

Y, de igual manera, no me resultó feliz el tratamiento un poco infantil que se le dio al argumento quizás, motivado, porque la película va desde la perspectiva de un adolescente.

Rodado en la ciudad de Cienfuegos, con un presupuesto de poco más de tres millones de pesos con los “que tuvimos que hacer maravillas y conseguir las cosas gracias al talento de muchas personas y al desapego de otras por la remuneración”, dijera su director en un encuentro con estudiantes horas antes del estreno avileño, el filme cuenta una historia sencilla.

“Bernardo José (Sergio de la Campa), de 14 años, encuentra el diario de su bisabuelo, Bernardo Figueredo Antúñez quien, cuando era adolescente, viajó con José Martí. Este descubrimiento será transformador para el joven y su familia”.

Y tras el gancho histórico, que el propio Tony no vacila en emplear, se arma toda una suerte de ventura deliciosa que va con cierto apuro, hacia su propio final. Lo que me consigue no perder el tiempo en naderías, sino, directo al desenlace.

Otra de las protagonistas es la luz de nuestra nación, que es intensa y personal. Única e indivisible como nuestra soberanía. Por eso donde quiera que un cubano esté y mire una imagen de la Isla, sabrá de qué estamos hablando.

Así se diferencian nuestras producciones cinematográficas de tantas otras a lo largo y ancho del orbe; para luego entrar a relucir la forma de hablar de cubano, su jocosidad, su criticidad, y mucho más. Pero primero está la luz. Esa bendita de la que se aprovecha Yuniel Montado para lograr encuadres casi perfectos, planos memorables, y darle ese toque hermoso a toda la peli.

Del guion de Yilian Morfa no hay mucho que objetar sobre todo cuando nos recrea, de manera cotidiana y desde una perspectiva familiar, las relaciones humanas y la de un adolescente de 14 años, interpretado por Sergio de la Campa, con el diario de su tatarabuelo Bernardo Antúñez, el niño que vivió bajo el mismo techo junto a nuestro Apóstol.

La trama central se entrelaza a la perfección con ese padre que desea mantener una relación coherente y feliz con su hijo y que no sabe bien cómo hacerlo. Hasta que pareciera lograrlo cuando él mismo confiesa que se parece más al hijo y el hijo, Beni, al padre. En una suerte de reconocimiento del crecimiento psicológico del adolescente y esa capacidad de asombrarse que aún vive en el adulto como manifestación de ingenuidad y regresión.

Si bien el filme se concentra en contarnos la historia del encuentro diario-niño, con los detalles de la fascinación, la motivación, y todo lo que ello lleva consigo, no deja de adolecer de los estereotipos del cine de aventuras con guiños hacia el cine de persecución o thrillers, tan populares en la Cuba de los años 80. Y de la que Tony toma situaciones similares y las recrea a la manera cubana con cierta jocosidad infantil, en esa escena en la que el protagonista persigue a los malhechores y se intercambian de mano en mano el objeto robado, para luego pasar por un carro de turistas y concluir la escena en un bandido que se lanza al agua ante la mirada atónita y desdichada del ultrajado.

Pero por estas apropiaciones del género el filme no pierde originalidad ni perspectiva de lo que en realidad es, un arte del entretenimiento. Y nos sigue mostrando la absoluta fascinación de un niño por la figura martiana y todo lo que ello significa. Un niño que posee un mundo interno especial, sensible, poco comprendido por familiares y amigos, a no ser por su abuela.

Ligera de equipaje y sin hacer alardes de histrionismos ni del uso de demasiados recursos, la película se disfruta, se deja ver y llega a encontrar al espectador más exigente, por tanto es humana, cándida, ocurrente.

Creando una atmósfera a lo Disney, Yamilka Díaz logra una música cargada de sensaciones, emociones encontradas, donde lo mismo encontramos un piano haciendo arpegios y elaborando un ambiente cargado de significados; asimismo, otros sonidos que sostienen la persecución, el desasosiego, las elucubraciones de la madrastra, la melancolía, festividad, algarabía.

Las actuaciones convencen, sobre todo la de Yaneisi Gómez, que encarna a la madrastra, como una villana que seduce y engaña, que cambia la trama y quiere aprovechar cualquier momento con tal de salirse con la suya como personaje. Yaneisi demuestra verosimilitud en su interpretación y nos llena de confianza por momentos, como nos hace sospechar de sus intenciones.

Pero no puedo alabar las animaciones creadas por Yuniel Mentado e Israel Ugarte que si bien están realizadas de manera elocuentes y logran el objetivo, no tienen todo lo sofisticado que debería una animación supuestamente cuadro a cuadro, o realizada a través del cut-out o con el uso de la Rotoscopia. Se quedan en el simple ejercicio de animar una imagen 2D y no aprovechan el rico universo que ellas son capaces de crear.

Mas, la película se disfruta y logra ser agradable a los ojos del espectador. No cansa. No se detiene en detalles innecesarios. Lo dice todo de manera concisa y con imágenes bellas. Es un reto para ser la primera realización audiovisual de Tony Quiñones, con la producción ejecutiva del experimentado Roly Peña, el mismo de aventuras como Enigma de un verano (2001), Coco verde (2003), la serie LCB: La Otra Guerra 2 (2019), entre tantos otros materiales.


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