Un hombre con un pueblo a cuestas

 carvajalTomada del Facebook de la UNEAC en Morón Dicen los diccionarios de nombres que Servando viene con el significado histórico de justo, de quien vela por la ley. Es de esos nombres que ya nadie le pone a sus hijos. Un nombre de abuelo.

Si le ponemos el apellido Carvajal, empieza a dibujarse el personaje. Y para entender sus motivaciones, un buen novelista le pondría cualidades de pescador, trabajador azucarero, escritor, humorista, hijo legítimo de un pueblo de mar llamado Punta Alegre.

La “lucha del hombre en su medio” trajo a Servando Carvajal Moreno 68.3 kilómetros tierra adentro, lo que dice Google Maps que hay de camino a Morón. Y entonces sí que ese background de hijo desterrado explica por qué Servando me llama un día y me pide que escriba sobre su pueblo.

Quedarse allá no era fácil, pero venir tampoco. Por eso él arrastra una carpeta de recortes, con la entrevista que le hiciera Invasor hace dos años, cuando le dedicaron la feria del libro en Morón; con las notas que escribió para Invasor en los ochenta, sobre la pañoleta de los niños, y el campismo de cayo Guillermo (promesa refrescante); con la noticia también de Invasor sobre la publicación de su libro de las parrandas, del que dice haber renunciado a los derechos de autor; con la revista Videncia donde cuenta la historia de una mujer carbonera que no supo lo que era un blúmer hasta el año 62; con dos boletines de La Espuela y con un par de cuartillas llenas con letra de tipógrafo.

Los dos últimos son para mí. “Apuntes histórico-culturales sobre Punta Alegre y Punta San Juan”, se titulan en tinta azul y subrayado en negro. Y entonces entra en un recuento que si no está avalado por la historiografía importa poco, porque es el Punta Alegre visto a los ojos de un veterano.

No obstante, Servando anota las fuentes y pone, por ejemplo, que según documentos enviados por la mismísima Zoila Lapique, Punta Alegre y Punta San Juan fueron pueblos precolombinos, arahuacos, de los que en la escuela nos enseñaron como “agricultores ceramistas”. “Yo pedí la información del Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de lsla de Cuba (Madrid, 1866), de Jacobo de la Pezuela, y me la envió la licenciada Zoila Lapique en mayo de 1983, donde dice que San Juan es una punta baja a barlovento de Las Salinas y a sotavento de cayo Ladrones, suele también llamarse Yumanaco”.

Artes plásticasTomada de Radio Rebelde

De ahí que al ídolo de la fertilidad que el museo Sitio Arqueológico Los Buchillones conserva en ébano, para Servando el “Yumanaco de la fertilidad”, ya incorporada al escudo de Chambas, debería ser símbolo de Punta Alegre, “como lo es el gallo para Morón o el cangrejo para Caibarién”. Como una propuesta hecha al aire, ya él calcula que no sería costoso esculpirla para la entrada del pueblo, y que incluso Roberto Escalante Buchillón se ha ofrecido a elaborarla sin costo alguno.

Así mismo habla entonces de cómo debería estar Quintín Bandera en uno de los parques de la ciudad, en recordación a cómo tomó el pueblo en 1876 (en plena Guerra de los Diez Años). “De ese negro nadie se acuerda. Y eso que estuvo en las tres guerras”.

Si no fuera porque Servando los pone en contextos históricos, algunos de sus reclamos bien cabrían en la sección de Sin Rodeos y no en esta entrevista. A una década de no vivir en su pueblo natal, todavía le preocupa que allí no haya biblioteca pública porque hace muchos años la convirtieron en taberna; o que la funeraria “en buen estado, de placa” esté construida al lado de una tarima para que los “combos (como se llamaba a los grupos musicales en su juventud) amenicen las fiestas parranderas. Imagínate que vayas a enterrar a tu madre o a tu hijo”.

Recuerda cómo en la inauguración del reparto conocido por “Las Casitas”, para los damnificados por el huracán Kate, le aplaudieron la propuesta de nombrarlo “Vistalmar” y a las calles en honor a Marcelino Eugenio Cuéllar Díaz y Osvaldo Enrique García Márquez, ambos caídos en Angola con solo 28 y 35 años. El empeño por que se cumpla a estas alturas es casi inútil, como mismo Turiguanó no dejará de ser “La Isla” y el Consejo Popular Máximo Gómez no dejará de ser “Punta Alegre”.

Pero al final, todo es cuestión de esencias. La de Servando será esa que la puso su mamá con el nombre, eterno justiciero de un pueblo atrapado entre mar y montañas, un cerco que lo atrapa a él, aún estando fuera. 


Comentarios  
# Leamsi 05-08-2021 11:49
Gracias, Amanda. Excelente crónica que hace justicia a mi inseparable Servando. El quería que hablaras de la historia de Punta Alegre y te ha salido esta magia llena de belleza.
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# Amanda 08-08-2021 18:12
Gracias a usted por leere y por las palabras. Del amor de Sarvando no podía salir otra cosa.
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