Este sábado 16 de septiembre será recordado por la invasión de ninfas que se apoderaron de las paredes de la galería Raúl Martínez en Ciego de Ávila.
Su artífice fue el artista visual y miembro del catálogo del Fondo Cubano de Bienes Culturales, Omar Rodríguez Santos. La expo se titula Entre el caos y el equilibrio.
📢Con las palabras de catálogo del artista visual Elías Henoc Pernut, leídas por la especialista de artes visuales...
Posted by Periódico Invasor on Saturday, September 16, 2023
Un total de 40 cartulinas, con la técnica de pinturas y dibujos, componen esta exposición que muestra la laboriosidad de un creador con sobredosis de hiperactividad. Y sus obras tienen también esas maneras de moverse por el mundo y de atrapar a quien las presencia. Porque son personajes femeninos en actitudes pasivas que no dejan de tener un dramatismo para volverse interesantes, lejos de verse como débiles o insanas figuras del horror.
Entre el caos y el equilibrio. En parajes de la poesía ancestral, en vastedades de un mundo brutalmente sombrío, el...
Posted by Galería "Raúl Martínez" de Ciego de Ávila. on Saturday, September 16, 2023
Su título sugiere el reflejo de las dos caras de una misma moneda. Porque hay caos y su contrapartida, por lo tanto, hay equilibrio. Cada pieza pertenece a su propio mundo elaborado en horas de ocio y con toda la tempestividad posible. Omar pareciera concebir el arte del dibujo como una tabla de salvación. Y no hay otra manera de salvarse que no sea pincelada tras pincelada.
O como un acto de justicia, para acabar de un golpe, con todo lo maldito.
Y sus ninfas parecen estar cargadas de esa teoría o forma de vida. Tienen tanto que decir, tanto que cambiar en el mundo. Y lo dicen. A veces con una mirada; por momentos, dándole la espalda al espectador; otras, ocultándolo todo; y en la gran mayoría de las veces, con total honestidad, de frente y sin miedos.
Por eso dan la sensación de ser ninfas emponderadas. Lo cual las coloca en un sitio privilegiado, cautivador, elegante.
Del conjunto de piezas y su estilo figurativo, se pudiera decir que Omar domina el dibujo de la figura humana. Y felizmente, el femenino. Está obsesionado con ello. Mas le gana la batalla a la creación cuando construye sus personajes desde la misma imaginación. Sin modelos.
Lo sueña. Lo ve. Lo traspasa a la cartulina. Las pinceladas van y vienen. Los trazos rompen los contornos en vez de apresar las figuras. Las luces y sombras hacen el volumen más perfecto. Hay realidad en toda esa fantasía. Y no quiere ser hiperrealista ni manejar los códigos de la fotografía.
Son piezas que van desde la pintura dibujada, al dibujo pintado. El autor está cómodo lanzando trazos y manchas que se destiñen o corren por la superficie a borbotones.
Algo maravilloso de ellas, es que el propio Omar ya va desprendiéndose de los fantasmas icónicos de su pasado creativo. Los que lo conocemos de a mediados de los años noventa, sabemos que era un bebedor empedernido de la obra de Roberto Fabelo. Y ahora se decidió a dejar todo ello atrás y ser un vocero de su propio mundo interior. O un espejo del mundo en que vivimos, sin ser un activista o defensor de las minorías.
Su arte es útil y es bello. Sirve tanto para adornar una habitación, como para ser parte en un diseño de cartel contra la violencia de género.
Quizás no esté entre sus prioridades crear conciencia en cualquier agresor, pero sí pareciera estar muy interesado en dar, con los tonos oscuros, azulados y rojizos, aquella condición despreciable de la actitud opresiva, malnacida, diabólica, destructiva.
Si bien es cierto que el arte del retrato es tan antiguo como el lenguaje escrito, no lo es menos que los retratos de las ninfas de Omar tienen otra función. No son pasivas. Ni son señoritas de cierta sociedad. Se rompen en mil lamentos ante los ojos del espectador.
Aunque pudieran tener casi las mismas poses, no son las modelos de Pablo Picasso, ni de Alberto Durero, de Gustav Klint o de su discípulo Egon Schiele. Estas son cubanas, o así, al menos, las veo yo.
Resulta que en cada correlato ofrecido por ellas hay algo de actualidad, de cubanía. Muchos podremos encontrar maltrato de género, abuso de poder, violencias psicológicas, silencios confesionales, zozobras, miedos y mucho más.
Por eso creo que todo eso no ha salido de lo profundo de la mente del artista o de sus influencias literarias. No. Aunque Omar sea un enfrascado en la lectura de autores de terror y fantasía como Stephen King, Edgar Allan Poe, Howard P. Lovecraft, y tantos otros, insisto en que estas escenas provienen del mundo real.
Pero necesita trabajar el artista con simbologías menos manidas, comerciales. Ya el mundo está repleto de peces, pajaritos, serpientes. Le tocará romperse la cabeza para hallar lo diferente que tenga la misma carga semántica. Y eso está al alcance de su intelecto. Porque él es de los pocos artistas actuales que le gusta cultivarse y lee, profundiza, investiga, vuelve a leer hasta el cansancio. Así he establecido con él la más excepcional de las amistades.
Una de las cosas maravillosas de esta exposición es que nos muestra a un artista todavía joven, que no tiene tiempo para perderlo en naderías.
Y pinta, dibuja, sueña y vuelve a dibujar cuando despierta. Por momentos, volcado a la realidad de unos días tras sus noches, le enseña lo que sabe a niños y jóvenes en su taller particular. Así asegura que la plástica avileña no pierda su esencia entre tanto vacío dejado por las academias del terruño.
Por sobre todas las cosas, sigue creando legiones de ninfas para poblar cada galería en suelo patrio. Quizás consiga arrancar de un golpe todas las injusticias. Quizás logre, y para siempre, que el amor sea el arma cargada para el futuro. Pero eso ya es otra historia, y habría que verlo.