La palabra detrás del teatro

Piense en las tragedias griegas. ¿Qué sería de ellas sin un papiro guardado en bibliotecas, sin las huellas de la tinta? ¿Cómo saber que Shakespeare fue un genio como pocos? ¿Cómo enseñar en onceno grado la comedia de Moliére?

Hay una pepita de oro dentro del teatro que es la palabra escrita, la obra literaria que toma cuerpo, carne y color sobre las tablas, e hiberna entre función y función. En Ciego de Ávila, es esa una de las dichas de nuestro teatro: hay gente como Orlando Concepción que, al frente de D’ Morón Teatro, sabe muy bien que no hay puesta en escena sin literatura, que no hay actor sin dramaturgo.

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Y lo ha vivido en carne propia, porque las ocho obras de teatro que llevan su firma no son solo currículum, sino una fase vital dentro de los procesos creativos de su vida, y la de sus actores y actrices.

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Posted by Compañia D' MORÓN Teatro on Monday, October 18, 2021

Hasta ahora, son estos los nombres que figuran en su hoja de vida: Los herederos del tiempo, La perica del Señor, el testimonio Vivian Díaz en la memoria, El heredero del rey, Alegoría, Minga y Monga, Estoy de vuelta, Chaplin enamorado.

“He trabajado mucho en adaptaciones de obras de la literatura universal —dice, y son esas, quizás, las que el público recuerda con más viveza, porque han sabido llevarlas del papel a las calles—, como El pequeño príncipe, Medea de barro, Troya, Cecilia, el ángel de barro, La calle de Federico, entre otras”.

Cuando Invasor le pregunta por personajes preferidos, de los propios y los universales, su mente viaja hasta Esther, la madre y protagonista de Los herederos…, en una pugna constante porque ni las carencias ni la desidia le desmoronen la familia. De los clásicos, siempre ha simpatizado, confiesa, con Bernarda Alba, de Federico García Lorca; Hamlet, de Shakespeare; y Madre Coraje, del Círculo de tiza caucasiano, de Brecht.

—¿De dónde salen personajes como Esther?

—De historias cotidianas, problemas sociales, testimonios familiares. Los conflictos y los personajes están ahí, en la cotidianidad. En la historia también me he inspirado, porque el artista es un cronista de su tiempo. El teatro toma de la realidad y convierte la realidad en una representación viva del medio social en que está inmerso.

—¿Es más difícil escribir que dirigir?

—En el arte todo es difícil, cada cosa con su especialidad. La escritura lleva talento y mucho conocimiento de la técnica. Ahora, la dirección es más complicada y completa. Un director debe (tiene) que conocer de dramaturgia, actuación, diseño, historia, música, danza, psicología, y otras cosas más. El mundo del espectáculo es muy complicado y se requiere trabajar con muchos artistas y muchas manifestaciones del arte.

“Cada obra o puesta es única, cada vez que te enfrentas a una nueva puesta es como comenzar de nuevo”.

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Sin embargo, la literatura tiene un rol innegable. “Es quien da al arte teatral los primeros indicios para que la puesta se convierta en un verdadero fenómeno artístico”.

Entonces, hay dramaturgos que son una joya. En Cuba, para Orlando hay que contar a Virgilio Piñera, Abelardo Estorino y Alberto Pedro, “tres de mis grandes inspiradores”, dice.

Porque la dramaturgia no es ni remotamente sencilla, y obviar sus reglas tiene resultados “catastróficos” para el arte. “Es la ciencia que estudia las características del drama —explica Orlando—. Su importancia radica precisamente en su carácter teórico, es la base de cualquier proceso escénico. Nadie escribe para que solo sea leído, la máxima de un dramaturgo es ver su obra en escena. Una buena dramaturgia garantiza el casi 90 por ciento del éxito de la puesta. La dramaturgia crea los cimientos”.

Y cuando tenemos buen teatro ante los ojos, no queda duda de que salimos siendo mejores. Orlando no tiene ninguna.

“El teatro debe de ser crítico en la manera de interactuar con los espectadores, es un arma eficaz en manos de los creadores para lograr cambios y formación de valores, el teatro debe enseñar a pensar. Es pasión, entrega, ninguna función es igual. El contacto con el actor que está ahí a unos metros, provoca emociones y sentimientos, cercanía. La purificación se completa cuando los espectadores jamás cometerán los errores que la historia les contó”.


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