El teatro por despertar

Invasor indaga sobre la producción teatral en Ciego de Ávila en los últimos años. ¿Cómo se hace, cuánto cuesta y qué la retrasa? Con Juan Germán Jones, presidente del Consejo Provincial de Artes Escénicas, las preguntas llegan a buen puerto

Tenemos títeres que mesmerizan a niños y grandes, gente de barro que recorre en cámara lenta todo el país, invitados del mundo entero una vez al año, teatristas de mérito, experimentadísimos, queridos. Y aún no podemos contar con que ir al teatro sea un paseo tan común como ir a comer o sentarnos en un bar.

Tenemos, dice Juan Germán Jones, presidente del Consejo Provincial de Artes Escénicas, 10 estrenos al año, y nos saben a poquito. Todo pareciera indicar que, si en Ciego de Ávila se cultiva el teatro, es porque sus hombres y mujeres son una hierba persistente y no porque el terreno sea llano o se riegue todos los días.

Algo así se interpreta de las palabras de Jones, a quien Invasor asaltó con un montón de preguntas que ayuden a discernir si tenemos el teatro que queremos, y por qué.

—Primero tu opinión, ¿cómo valoras, en calidad de artista y presidente, la producción teatral avileña de los últimos tiempos?

—Vamos a contemplar los últimos 10 años para enmarcarnos un poco antes de que llegara la pandemia. En esta última década es indiscutible que el teatro avileño tuvo un momento de realce con la labor de la Compañía D’ Morón Teatro. Es indiscutible el logro de insertarse en el panorama teatral callejero cubano.

“Tenemos también a Polichinela, desde el flanco del guiñol o el teatro infantil. No fue así con el llamado teatro dramático o teatro de sala para adultos, hasta que en 2017 surge dentro del propio Teatro Primero, que ya se dedicaba más a lo comunitario, el proyecto Caminos Teatro, que en su momento logró, incluso, ganarse la mención de la revista Tablas.

“En ese marco temporal también auspiciamos eventos nuevos, como el Festival de Teatro sin Fronteras, el Espacio Vital Convergencias, dedicado a la crítica, o el Pueblos Escena, que trajo a Ciego de Ávila a creadores de Miami, Rusia, Puerto Rico y Nueva York.

“Han sido pasos cortos pero seguros, aunque tenemos que decir que no estamos conformes. La producción en el territorio no está acompañada como debería, como lo está en provincias vecinas. Yo mismo he convocado a las autoridades y no he recibido la respuesta esperada, porque acompañar no es decir que apoyamos la cultura, es hacer.

“El Consejo Provincial de Artes Escénicas ampara a cinco agrupaciones subvencionadas que son las 'puntas de lanza del sector', entre otras 11 unidades artísticas contratadas en la cayería norte. Se trata de Teatro Primero, Caminos Teatro, el folclórico Osokpuán Irabbo, D’ Morón Teatro y Polichinela. Del recuento de ellas es que se estiman los 10 estrenos anuales, dos por cada una.

“Por supuesto, hay años en que estrenan sólo una, y años en que se estrenan tres, o cuatro. Por ejemplo, el año de Medea de Barro —D’ Morón Teatro— fue un año de gira nacional. Y por supuesto que no cabía ninguna otra obra. Y el 2020 fue muy difícil, para todos”.

—De la participación avileña en la escena nacional, ¿qué resultados se obtienen? ¿Dónde se sitúa Ciego de Ávila con respecto a la creación en otras provincias?

—Eso es bueno mencionarlo. Porque a pesar de todo hemos estado muy representados en los eventos nacionales. Polichinela, D’ Morón Teatro y, más recientemente, Caminos Teatro son invitados de las Romerías de Mayo, el encuentro de Teatro Joven, el Festival Mejunje de Santa Clara, el Máscaras de Caoba de Santiago, el Encuentro de Teatro Callejero de Matanzas, el Festival de Teatro de Camagüey.

• De Polichinela no puede hablarse sin pensar en su Yosvany Abril.

“Son espacios donde se acumula prestigio y los teatristas tienen la posibilidad de medirse y comprobar el desarrollo en la Isla".

Pero más allá de la calidad del trabajo, hay más que comparar. Para que el público tenga una idea modesta de cómo se hace teatro desde aquí, Jones detalla los procesos principales: “Lo primero es encontrar un buen texto, saber por qué lo escoges y qué quieres decir, trabajarlo a fondo, en equipo, si es posible con el dramaturgo presente. Esa es la piedra angular”.

La literatura dramática es escasa, difícil de encontrar, dice. “Pero tenemos la suerte de contar con dramaturgos avileños destacados, como Lázaro Rodríguez Paz, y otros que han venido después, como Yosvany Abril. Más bien nos vamos a la literatura universal. Lorca, Guillén, Chéjov, Shakespeare…”

—Pero en la medida en que se avanza de soñar la obra a producirla, es que los procesos se complejizan…

—Entonces llega el momento en que el director tiene que ser un poco intrusista, y tratar de pensar en el vestuario, la escenografía o la iluminación sin contar con un diseñador, porque es un gasto que no podemos permitirnos.

“Digamos solo que el presupuesto de un año, destinado a la producción, tiene una partida que ronda los 102 000.00 CUP. Que un grupo de teatro de Camagüey o de Matanzas puede tener más financiamiento que todo el Consejo avileño. Entonces el que tenemos, es risible, no funciona. Yo siempre he dicho que en el arte no se puede hacer más con menos. Y el público quiere llegar, sentarse y ver algo deslumbrante, porque nos lo han dicho”.

—Tras bambalinas, actores y actrices no tienen más remedio que mutar en costureros, carpinteros, pintores, productores…

—Duele cuando un actor se lastima un dedo con un serrucho. Porque él puede hacerlo, necesita hacerlo, pero no debería ser quien corte las tablas para montar una escenografía. No debería ser quien financie una obra de sus bolsillos.

Sin escatimar en anécdotas, Jones puede contar sobre eventos nacionales a los que “vamos con escenografía llena de comején”, viajes hasta Guantánamo en una guagua Girón; otros en los que deben dejar utilería porque van en la guagua de otra provincia y ya sus maleteros están ocupados; obras en pleno Teatro Principal en que se han quedado a oscuras.

Solo cuando se llega a sortear la larguísima carrera de obstáculos que resulta pagar un texto, poder producirlo, ensayar y encontrar un espacio para el estreno, es que viene el siguiente desafío: hacer temporada.

“Es algo que queremos fomentar. Porque no basta con estrenar una obra un par de fines de semana y dejarla a un lado. Con Julia, de Caminos Teatro, demostramos que sí pudo mantenerse por tres meses a sala llena. Y eso es fundamental si queremos que el público lo convierta en un hábito”.

—Una última pregunta: ¿Qué queda para después? ¿Hay una cantera que reemplace a las generaciones más adultas de teatristas en Ciego de Ávila?

—Esa pregunta está como mandada a hacer. Primero déjame decirte que el sistema de formación es muy bueno, porque organiza y lo pone todo en su lugar. Pero funcionará para La Habana o Camagüey. Aquí no.

“Vamos a partir por las plazas. Ciego de Ávila tiene cuatro capacidades para estudiar teatro o danza en la academia Vicentina de la Torre de Camagüey. Las pruebas de aptitud son fuertes. Suponiendo que logren aprobar los cuatro jóvenes, hay que contar con que quieran regresar.

“Es difícil, porque una vez acabado su nivel medio, también les toca estudiar allí, en el Instituto Superior de Arte, y son ocho largos años (como mínimo) en los que se deslumbran primero con Teatro del Viento que con Caminos Teatro. Verán más a La Andariega que a Polichinela. Se enamorarán, crecerán lejos.

“Por ejemplo, en primero y segundo de la carrera no tenemos estudiantes. Este año, de cuatro, se graduaron tres. Dos se quedaron en Teatro del Viento, con tremendos resultados. Y solo regresó una muchacha. Tenemos que ir más a verlos. Presentarnos allá, enamorarlos con nuestro trabajo. Mostrarles que el teatro avileño tiene un futuro. Soñarlo. Y también construirlo”.