Por los otros

Siempre me conmueve esta historia que narra algo nada común: una estación de tren permaneció abierta para una única pasajera cuando, en julio de 2015, la Compañía del Ferrocarril de Hokkaido (Japón) anunció su cierre debido a la ausencia de pasajeros. Sin embargo, descubrieron que una persona todavía usaba la parada ferroviaria: una niña que necesitaba transporte público para ir y volver a su escuela de secundaria.

A partir de tal descubrimiento, el tren se detuvo en dicha estación dos veces al día solo para ella hasta que se graduó en marzo de 2016. Los operadores de tráfico ferroviario ajustaron, incluso, su horario para acomodarlo al horario escolar de la niña y que pudiera recibir una educación de calidad. Cuando ella se graduó, la estación cerró definitivamente.

Vuelvo a ella, porque arroja luz sobre lo valioso que resultan los movimientos del alma cuando se hacen por el bien de los otros. Inspiradora en tanto nos acerca a la vocación de servicio de toda una compañía en función de un solo ser.

Ensimismados en lo trepidante del día a día, muchas veces no miramos a nuestro lado para ver lo fácil que resulta dedicar un instante a alguien que padece; así perdemos la ocasión de darnos a quien lo necesita.

Veo cómo una maestra va muy lejos a llenar de luz la mente de un escolar enfermo y llevar también alegría a sus días. Un médico que va a la casa de unos viejitos para que no recorran la distancia de llegar a él; les lleva la vacuna, una cura, un poco del alivio que están necesitando. Alguien en su tarima vende productos a precios más asequibles, mientras en las demás el abuso contra los bolsillos se enseñorea; no le importa al precio que haya comprado estos bienes, quiere ayudar a alguien con lo que vende, quiere hacer la diferencia, inclinar la balanza al lado de lo justo.

Puede alguien no aceptar una medalla que le otorga un reglamento absurdo; la recibe tranquila la cubana de manos de su dueña para después devolverla ante la admiración del mundo que aplaude el gesto de la atleta.

Y la joven tiradora declara que no esperaba tal connotación de su proceder, tal alcance, porque ella solo hizo lo justo, no ganó esa medalla por su desempeño, lo lógico era devolverla. Sin embargo, protestó así contra el reglamento que despoja de su medalla a algunos atletas, se identificó con ellos, y esas actitudes son siempre motivos de admiración; necesitados como estamos de gestos de esta grandeza, los percibimos fácilmente.

Movidos por muchos sentimientos, va la gente ayudando a otra gente, mira a su alrededor para ver dónde puede hacer más, descubre soluciones donde algunos solo ven los problemas, y se enrolan en causas ajenas como sus propias causas.

Miro historias como estas y siempre me conmueven, en ellas está la mano extendida, tan necesaria; veo el hombro dispuesto, la caricia, la ayuda que nos falta, la sonrisa. Veo a la gente que no se cansa de ofrecer, de entregarse a tiempo y todo el tiempo. Los veo amar a los otros como si fuera a ellos.


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