Sin visa de partida

alberto pardo ¿Quién dijo que es la dicción, la voz cálida, familiar? ¿Quién que es el sello de una emisora tan nuestra como las raíces a los árboles que se burlan del paso del tiempo? ¿O el verbo evocador de glorias y pujas en Ciego de Ávila?

Como si todas esas alusiones no fueran más que micropartículas de un ser inabarcable, mucho menos ahora en que llegó la hora del adiós físico del hombre que, a cada palabra, parecía que abrazaba.

Dicen que se ha ido. Que se esfuma como si nadara raudo, rumbo a la eternidad, pero se trata de afirmaciones sin sustento.

Los que sabemos de su impronta y pasión, solo podríamos eludir la mención de tantos y mas cuantos premios, para intentar el trazo de una verdad tan grande como irrebatible: Alberto Pardo Companioni, esencia misma de la locución radial, desborda las riberas profesionales. Es un creador asido al terruño, entrañablemente humano, al que no se le pueden acuñar los tradicionales sellos de las despedidas porque hay quien jamás, por mandato de los descendientes, puede arrogarse el derecho de abandonarlos.


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