Paradojas de la medicina cubana

Historias entretejidas en el argot de un pueblo humilde que llevará en lo adelante la huella indeleble de nuestros médicos

Cuando preparó su equipaje el único resguardo que llevaba eran las fotos de sus dos hijos y la convicción de que regresaría de Bolivia con la misión cumplida. Claro, todavía no imaginaba que estos serían los seis meses más largos de su vida, que la mantendrían en vilo y con el corazón henchido de emociones.

Antes de esto, Yaneisy Márquez Pérez lo pensó mucho y cuando se decidió a dejar la Dirección Provincial de Salud y su cargo como asesora en el Departamento de Enfermería del Programa Materno-Infantil para formarse como intensivista, sus pequeños ya eran hombres a punto de graduarse, uno, como médico militar, y el otro, como bailarín en la academia Acosta Danza.

Los protocolos ya los conocía de memoria, faltaba solo ponerlos en práctica e incorporar otros procedimientos comunes en la atención a pacientes graves. Sería el territorio de Vallegrande, en el departamento de Santa Cruz, su destino final, y la función de Jefa de la Sala de Terapia la que asumiría sin muchos preámbulos.

Con una población cercana a los 15 000 habitantes, esta ciudad está ubicada al borde de la Cordillera de los Andes y todavía conserva su arquitectura colonial con calles de tierra y casas de adobe. Un buen día a la calma le sobrevino una sacudida y Vallegrande dejó de ser solamente un nombre en el mapa y volvió a ser noticia tras el hallazgo allí de los restos de Ernesto Guevara de la Serna, Che, en una fosa común. Ahora, los titulares eran otros y alertaban que esta era una zona opositora al gobierno de Evo Morales.

Por eso, lidiar con las provocaciones de los pacientes que evocaban a Fidel como un dictador y a los médicos como sus secuaces era parte de la rutina de trabajo; todo esto con una rectitud intachable que impidiera decir a cualquiera que la brigada hacía política o negaban la asistencia a quienes pensaban diferente.

Hecho Historia! En el mismo lugar la Brigada Medica Cubana en Bolivia hace historia y salva vidas que antes fueron...

Posted by Kenia Monjes Leyva on Tuesday, October 8, 2019

No siempre era así y, aunque podría contar muchas aflicciones, Yaneisy prefiere los momentos felices en los que un "gracias" encarnaba la gratitud de los que no tenían nada más para dar y la vida salvada, una satisfacción visceral incompatible con cualquier dinero.

Distribuidos en Pucará y La Higuera eran 19 los profesionales que prestaban servicios, entre ellos, anestesistas, cirujanos, intensivistas y enfermeras. El Hospital Nuestro Señor de Malta alcanzó la categoría de Segundo Nivel de atención con su presencia y pacientes que nunca habían visto a un ortopédico, ni siquiera en 500 kilómetros a la redonda, comenzaron a corregir dolencias, mientras el pediatra alivió su consulta al compartir la atención y el seguimiento de cientos de niños dispersos por cerros y pendientes.

La enfermedad de Chagas, potencialmente mortal y causada por un parásito, era la afección más común, al punto, de que poco podía hacerse por el paciente cuando ingresaba a la Sala de Terapia. Los casos más graves eran remitidos a un Tercer Nivel de atención porque no existía allí equipo de ventilación mecánica, y con irremediable amargura los veían regresar tal cual porque no podían pagar el costo de la atención o el medicamento, y, en el peor de los casos, el aura de la muerte se impregnaba unos días en el ambiente.

“Es terrible necesitar un medicamento y no poder pagarlo. Recuerdo el caso de una paciente joven con una enfermedad hemolítica, que no pudo acceder a la inmunoglobulina humana y murió. En Bolivia el Sistema Único de Salud ofrece algunos medicamentos y atenciones gratis, no obstante, al igual que los exámenes, son muchos los fármacos con precios elevados. Nuestra premisa era ayudar a la gente y resolver la mayor cantidad posible de problemas de salud.”

Por esos mismos pasillos que desandaba cada día Yaneisy con pasmosa naturalidad, según la historia, debieron aglomerarse los curiosos que aquel 9 de octubre de 1967 asistieron a ver el cuerpo del Che, baleado de la barbilla hacia abajo como indicaron sus asesinos y bañado en formaldehído para evitar la descomposición. En la lavandería ─en desuso─ de este hospital permaneció durante dos días, antes de que sus manos fueran cortadas como prueba fehaciente de su muerte.

Si fue casualidad o paradoja no lo sabremos con certeza, pero lo cierto es que una vez más la Medicina cubana volvía a un sitio donde fue negada la Revolución y mancillada la valentía de unos pocos para, en cambio, salvar vidas.

Desandar el trillo que conduce hasta la fosa común donde fue encontrada la osamenta, la empinada ladera de la Quebrada del Yuro y la escuelita de La Higuera eran zona de confort para ella, que a las noches de guardia sumaba las labores de limpieza, pintura y chapea de cada sitio histórico edificado. Yaneisy no exagera cuando dice que ningún cubano debe dejar Bolivia sin pisar este pedazo de tierra que tanta historia y sentimientos encontrados cobija.

Si enjuga sus lágrimas no es de tristeza, sino por la desazón de no entender cómo un pueblo humilde rechaza a un líder de igual estirpe, que tuvo como bandera la justicia social y la distribución equitativa de las riquezas del país.

Mientras Bolivia ardía contrariada por un golpe de estado, Vallegrande permanecía en calma hasta que un cartel demostró que, incluso a 2 000 metros sobre el nivel del mar, se respiraba odio. La frase la grabó en la mente y el corazón: “¡No somos Cuba, no somos Venezuela, a Bolivia se respeta!
Evo Morales renunció el día 13 de noviembre presionado por las acciones del ejército y la policía, y el 20 todavía estaba junto a sus compañeros en suelo boliviano, siendo los últimos cooperantes en abandonar el país porque llegar hasta el departamento de Santa Cruz significaba seis horas de camino por carreteras bloqueadas y asediadas por la oposición. Su salida fue una suerte de escaramuza que inició a las 2:00 de la madrugada por caminos fangosos en medio del monte.

En tres guaguas pequeñas y acompañados de un boliviano y un alemán, radicado allí por ser un estudioso de la vida y obra del Che, después de 12 horas llegaron a Mansicurí, lugar donde los esperaba el Cónsul cubano, como garantía certera de que sus vidas serían reguardadas a toda costa.

Tampoco en el aeropuerto el clima fue favorable. La demora, exigir la presentación del carné de profesionales, y los perros husmeando las pertenencias fueron parte de la despedida. Por suerte la otra fue más alegre y la protagonizaron un grupo de campesinas de la zona, quienes gastaron su dinero en comprar unos cuantos dulces para compartirlos con los galenos antes de su partida.

A estas alturas nadie le quita de la cabeza que en lo adelante el Hospital de Nuestro Señor de Malta quedará con plazas vacantes y solo podrá brindar atenciones primarias de salud. Gente humilde y desprotegida que probablemente ni siquiera tendrá a mano un diagnóstico efectivo.

Después de 13 años en los que los puntos más remotos de la geografía boliviana acogieron a los médicos cubanos, que dejaron una huella indeleble en los indicadores de salud de ese país, se desanda un camino que se suponía ganado ya.

Pero a Cuba el tiempo siempre le ha dado la razón y los golpes los devolvemos con dignidad, por eso, como mismo no asombró el reporte del diario Granma, fechado en septiembre de 2007, que anunciaba como los médicos, miembros de la Operación Milagro, operaron de cataratas en aquellas mismas montañas a Mario Terán, quien disparara la ráfaga mortal contra el Che, tampoco nos sorprenderá si los detractores de hoy fuesen los pacientes de mañana.

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