Nacimientos, pedaleos y estudios culminados… Crónica de un año que se despide
Cortesía del entrevistado Cerrar ciclos, agradecer lo bueno que nos pasó, enterrar las malas experiencias, esperar un año mejor y diferente, pasar un poco de tiempo con los seres queridos… Todo eso —y más— puede y debería llegar en los días finales de diciembre. Es cierto que en los momentos actuales los contratiempos y las preocupaciones se hallan a la vuelta de la esquina, y que, a veces, resulta difícil pensar positivo, pero siempre habrá razones para celebrar, con lo poquito que haya en la casa y con el calor sincero de la familia.
Una felicidad no anula una tristeza; aunque son antónimos y contrarios filosóficos, la vida puede ir tejiendo alegrías y momentos difíciles en la misma hebra, de tal suerte que, en ocasiones, se bifurcan los caminos y, dentro de un dolor, nace la tranquilidad (que bien podría traducirse en satisfacción), por haber hecho todo lo posible.
Sin embargo, si debo escoger, me quedo con los relatos felices, con la crónica de los que salen adelante, con la historia de los imposibles, pues, como diría el poeta, de lo posible se sabe demasiado.
En busca de historias de esperanza y de metas cumplidas, encontré las de Zaily, Randol y María Eugenia, tres avileños a los que la vida les sonrió en 2023 y que esperan nuevos logros para el año próximo.
Con el pedal derecho
“Tan fácil como montar en bicicleta”. Todos hemos escuchado alguna vez esta frase y, hasta cierto punto, le damos algo de razón. Pedalear y mantener el equilibrio resulta una actividad sencilla, repetitiva, carente de complejidad después de que se aprende a andar sobre dos ruedas. Pero los ciclistas saben que su deporte requiere de sacrificios y de una resistencia al dolor y al cansancio, que la gente común no posee.
“Fíjate si es sencillo el ciclismo, que puedes pasarte varios meses entrenando y, luego de tres días de inactividad, perder todo el progreso físico que habías logrado. Lo más duro es la constancia que debes ponerle a este deporte”, explica Randol Izquierdo, de 19 años, hijo de la Ciudad de los Portales y joven promesa del ciclismo cubano.
Egresado de la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar Marina Samuel Noble y apasionado por el ciclismo desde los ocho años de edad, el muchacho cursa estudios en la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín, en la capital. Su día comienza a las 6:00 de la mañana, cuando agarra la bicicleta y pedalea largas distancias con la mirada puesta en el futuro que hoy luce, indudablemente, esperanzador.
A pesar de su apellido, parece que Randol Izquierdo empezó con el pie derecho 2023. O, al menos, eso puede deducirse de los resultados que obtuvo en los últimos 12 meses. Este, que resulta su segundo año en el equipo nacional Sub-23, le trajo la victoria en el Premio Ciclístico La Farola 2023, el tercer lugar en la Vuelta Ciclística a Oriente, varios resultados relevantes en las modalidades de Ruta y Mountain Bike durante los Juegos del Alba, así como una participación de la que se siente más que feliz en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en San Salvador en los meses de junio y julio.
Por todo esto, y quizá porque Ciego de Ávila necesita con urgencia rescatar su condición de Capital del Ciclismo Cubano, hace poco las autoridades de la provincia seleccionaron a Randol como Novato del Año, entre todos los jóvenes atletas del terruño. Así llega el fin de año a la vida de un joven deportista que espera entrar al 2024, nuevamente, con el pedal derecho.
“¿Estudiar? ¿Tú estás loca?”
Neilán
“Mucha gente me preguntó si yo estaba loca, que cómo iba a estudiar a esta altura de mi vida, que el estudio era para los muchachos, los jóvenes… Pero yo no les hice caso y con 47 años comencé la licenciatura”, cuenta María Eugenia Rodríguez, maestra de la Escuela Rural Nardelio Álvarez, en la comunidad de Mamonal, municipio de Majagua.
“Luego de casi 20 años fuera del sector, me reincorporé a la vida docente y volví a impartir clases en primer grado, que es un momento muy importante para los niños, pues allí aprenden a leer y a escribir, y desarrollan habilidades imprescindibles para el futuro. Hay quien dice que es un grado complejo, pero yo lo disfruto mucho”.
Al regresar al aula, María debió desempolvar los conocimientos adquiridos durante los cursos escolares en los que ejerció el magisterio, y también las lecciones que recibió de sus profesores en la Escuela Pedagógica Rafael Morales, de Morón.
Al desafío de ser maestra luego de tanto tiempo fuera, se le juntó un segundo reto: el de tener en el aula a niños con problemas en el aprendizaje, que necesitaban ejercicios diferenciados y una atención más cercana a la Enseñanza Especial.
Y luego vino el tercer reto: comenzar otra vez la Licenciatura en Educación Primaria, la misma que quedó inconclusa dos décadas antes, cuando dejó de ser maestra. Aquí tuvo que pensárselo bien... Volver a estudiar significaba que debía viajar todos los sábados en “botella” los 14 kilómetros entre su casa y el centro universitario municipal. Significaba hacer tareas, trabajos prácticos y pruebas finales; vencer un sinfín de asignaturas y conseguir todo eso a una edad en la que se tienen otros miles de preocupaciones en la cabeza.
Si hubiera atendido a las opiniones pesimistas —que también llegaron—, probablemente razonaría que, a esa altura de su vida, ya había pasado el tiempo de estudiar. No obstante, un sábado se vio nuevamente en el rol de alumna, en la modalidad de Curso por Encuentros, cuando la mayoría de sus compañeros de clase tenían la edad de su hijo. Así, por espacio de cuatro años, María fue profesora de lunes a viernes, y estudiante las mañanas de sábado.
Habría que preguntarse cuántas personas, en su lugar, desistirían. O cuántas ni siquiera se plantearían volver a estudiar en estos momentos, con lo difícil que está la vida y con la cantidad de inconvenientes que surgen a diario. Solo ella sabe el sacrificio que le costó, pero asegura que valió la pena.
Hace unos días, la maestra de 51 años recibió su título, durante el acto de graduación de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez. Las fotos están por ahí, en sus redes sociales. Hay varias. En una de ellas, sonríe, título en mano, junto a René González, el de Los Cinco. La gente la felicita, ella agradece y piensa en el futuro. Para el año próximo habrá nuevos proyectos y metas. Dice que, apenas pueda, comenzará una maestría.
La cigüeña no llegaba
Dra. Marvely Isaac/Facebook
Ella y su pareja llevaban rato intentándolo, pero no lo conseguían. Anhelaban la euforia de la paternidad y esperaban la risa de un bebé como la cosa más grande del mundo. Sin embargo, el embarazo seguía sin concretarse y, en su ausencia, la ansiedad por el hijo aún no llegado comenzó a apoderarse del hogar.
No obstante, la joven Zaily Gómez y su esposo Eliecer Cervantes no se rindieron. A falta de la cigüeña, que al parecer se perdió en el viaje o se equivocó de casa, acudieron al Programa de Reproducción Asistida de Ciego de Ávila y allí, luego de aplicadas algunas técnicas para elevar la fertilidad de la pareja, fecundó para siempre la alegría. Primero fueron las náuseas, luego la confirmación de la preñez y, por último, la noticia de que en el útero de la recién estrenada mamá no había uno, sino tres futuros vástagos.
Al riesgo de gestación que implicaban los trillizos, debía sumarse que Zaily es una persona más bien bajita, además de todas las otras complicaciones que pueden surgir en un embarazo. Así, muy pronto tuvo que ser ingresada en el Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola, para que un equipo multidisciplinario vigilara de cerca su estado de salud y el de los fetos.
Dicen los médicos que Zaily fue disciplinadísima, que siguió todas las indicaciones de los especialistas y que, gracias a esa ausencia de majaderías, tuvo hasta el final un embarazo sano y sin sobresaltos.
El 24 de octubre, a las 34 semanas de gestación, nacieron sus bebés. Primero llegó Liam, el más grande de todos, luego Alisen y, por último, la pequeña Isabella. El equipo médico dirigido por el ginecobstetra Darvel Hernández Calzadilla, practicó con eficacia la cesárea y trajo tres vidas al mundo… regalándole, de paso, un mundo a las vidas de Zaily y Eliecer.
Los bebés, que debían permanecer ingresados hasta alcanzar un peso razonable —dos y medio kilogramos, recomiendan los manuales médicos—, fueron dados de alta este miércoles, para alegría de sus padres y de toda la familia, que espera celebrar el fin de año con tres nuevos integrantes.
Esta es la historia feliz de Zaily y Eliecer, pero pudiera haber sido la de muchas otras parejas avileñas que, gracias a las consultas de Reproducción Asistida, consiguieron en 2023 el sueño que alguna cigüeña díscola no terminaba de cumplirles.
Por todos ellos, y espantando con su felicidad cualquier mal agüero, ¡brindamos!