La feria es lo que se puede y no lo que se quiere

Esta feria no es lo que fue, mas no nos llamemos a engaños, la de antes tampoco complacía. Proponemos una mirada a este espacio de comercialización en la cabecera provincial

A mediados de diciembre de 2017, en la columna de opinión de este semanario, Katia Siberia escribía que en la feria del Parque de la Ciudad la libra de carne de cerdo costaba 16.00 pesos. Ese dato está apenas a un clic de distancia en nuestro sitio web y, sin embargo, parece un anacronismo si lo miramos con los ojos de hoy. En la feria del sábado 11 de noviembre no había carne de cerdo, a ningún precio. El mamífero y el deporte nacional viven días infelices.

En 2017, con todo y que 16.00 pesos no era un exceso entonces, y es casi nada ahora, la oferta de esta proteína y el resto de los productos alimenticios continuaba siendo inferior a la demanda. Dos años después, otra información publicada en estas páginas daba cuenta de la venta de hasta 150 cerdos el 28 de diciembre y ni así era suficiente.

Todo eso es tiempo pasado. Pretérito de una iniciativa que buscó hacer frente a la escasez, concentrando en un lugar (hoy en otros dos en la cabecera provincial) la mayor cantidad de productos para que fueran asequibles a la mayor cantidad de personas. La profunda crisis que exacerbó el enfrentamiento a la COVID-19 —y la lentitud con la que se ha producido la recuperación— desdibujaron, en buena medida, la eficacia y el alcance de este tipo de comercialización.

Las diferencias con respecto a las ferias de la actualidad las notarán los de buena memoria, mientras otros apuntarán la perogrullada de que la oferta nunca le ha pisado los talones a la demanda; ni antes ni ahora. Pero como cada moneda tiene siempre dos caras, es preciso acotar otra verdad de Perogrullo: aun en un contexto de decrecimiento de las producciones físicas (al cierre de octubre se incumplía el 55 por ciento de estos renglones) que la feria abra sábado por sábado sus puertas es una pequeña victoria a la que no podemos renunciar.

Lo de pequeña puede entenderse con el dato que aporta Yadiel Pérez Téllez, coordinador de Programas y Objetivos del Gobierno en Ciego de Ávila: en el último año los avileños, como promedio, no han podido acceder a una libra percápita de proteínas mensual, de los cinco kilogramos previstos como parte de los programas de autoabastecimiento municipal.

“Los productos cárnicos que se venden en la feria no comprometen el encargo estatal de la Empresa Cárnica: carne de res para niños y dieta, el picadillo de la canasta normada, por ejemplo. La ternilla, los huesos blancos, algunos derivados de la carne de res y embutidos es lo que es posible comercializar”.

No hay para más, porque de un plan de 145 toneladas en noviembre, al cierre de su primera quincena las bases productivas solo habían entregado el 44 por ciento, según cifras analizadas en la reunión semanal de los indicadores de la Agricultura.

Del otro lado del mostrador, los dependientes del punto de la ternilla parecen jugar al Tin Marín, porque la cola se fue de control. Una mujer compra y alza su bolsa como si fuera un trofeo, pero en realidad está resguardando la garantía de un caldo que reviva al más inerte de los muertos. No hay orden visible en el caos de la cola, a ratos es la viva estampa de esa regla no escrita de la supervivencia: sálvese quien pueda.

Más adelante, en otro quiosco, la cola para el pescado reúne la mayor concentración y hay quienes empiezan a impacientarse, a exacerbarse. Es cuando los agentes del orden interior imponen su presencia y los ánimos se apaciguan.

En lo que sí la feria de hace más de un lustro es idéntica a la de ahora es en eso: la cantidad de concentraciones. Haya mucho o poco, la feria está compuesta por infinidad de colas. Por gente que marca, se va a marcar a otro lado para sí y los que vienen atrás. Gente que vuelve y le dice al del pulóver rojo que va a guiarse por él. Gente que “mete el pie”. Por gente que compra y compra y luego revende.

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Posted by Asamblea Municipal Poder Popular Ciego de Ávila, Cuba on Thursday, November 16, 2023

Alrededor de cuatro toneladas de pescado reparte la Empresa Pesquera Industrial de Ciego de Ávila por las tres ferias de la ciudad: la de calle K, en el Consejo Popular Alfredo Gutiérrez Lugones; la del Hueco, en el Consejo Popular Onelio Hernández; y la del recinto ferial del Parque de la Ciudad, según cifras aportadas por Pérez Téllez. El pescado, créase o no, “vuela”.

Ese sábado —o cualquier otro en el que miremos— hubo quienes madrugaron para alcanzar las mejores ofertas. A las 7:00 de la mañana el parqueo de bicicletas estaba repleto. Después de pagar 5.00 pesos a la entrada, el primer quiosco es de ropa, aunque el cartel identificativo dice “cerveza dispensada y pescado frito”. “Las ganas”, pensaría cualquiera, pero en esa “trampa” nadie cae; aquí los que vienen saben a qué vienen.

La feria es una ventana a nosotros mismos, laberínticos como somos. Confluyen avileños con pulóver de cuello, pantalón y zapatos elegantes, y otros con camiseta, short y un par de tenis. Niños con sus padres, jóvenes y, mayormente, adultos mayores. Es, por lo general, el espacio para quienes el trabajo de lunes a viernes no les da tiempo de hacer las compras, para quienes intentan llevar algo a la casa y poner algo sobre la mesa.

Ese algo pueden ser productos industriales o agrícolas: una mano de plátano burro, yuca, frutas, hortalizas, un pomo de salsa de tomate, vinagre. El bajo volumen de producción provoca que la feria venga a ser, de alguna manera, lo que no es: el suplente de las placitas (que son poco abastecidas durante la semana).

Un grupo de entidades tienen el encargo y la responsabilidad de poner allí una parte de sus producciones y, en consecuencia, son exoneradas con el cinco por ciento de sus impuestos, un incentivo que tendría que dar más frutos aún. Los precios pueden resultar todavía caros, aunque, sin dudas, menos caros que los disponibles en otros lugares.

Esta feria no es lo que fue, mas no nos llamemos a engaños, la de antes tampoco complacía. En 2019 se experimentó con moverla de lugar y llevarla un fin de semana a un consejo popular diferente cada vez. De ahí, posiblemente, nacieron las dos “extensiones” que se mantienen hoy, pero sobre todo la logística y las cantidades obligaron a concentrar esfuerzos en un lugar concebido para ello. Y en 2017, decíamos que el hecho de sostenerla ha sido un reto inmenso para las empresas suministradoras y los gobiernos municipal y provincial, que la siguen de cerca. Eso tampoco ha cambiado en 2023.

 


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