La historia del Hotel Ciego de Ávila devenido Hospital Pediátrico ha sido contada varias veces y no por eso hay detalles menores en la rutina apurada que, de un día a otro, pasó de los servicios gastronómicos y de recreación, a alojar enfermos y salvar vidas. El bullicio cesó, las puertas cerraron y la cinta amarilla vino a marcar el abismo de la Zona Roja.
Hay un ir y venir silencioso, como de hormigas, que solo es interrumpido a destiempo por un llanto desconsolado o por la voz de los especialistas llamando a la puerta para completar la revisión o aplicar los medicamentos. Deben subir y bajar varias veces las escaleras que conducen a las 113 habitaciones habilitadas para los ingresos antes de que termine el día; aunque, para ser exactos, allí cada jornada parece tener más de 24 horas, sin que eso sea justificación suficiente para el descanso mientras queda algo pendiente.
Sucede que armar sobre la marcha, y en medio de una espiral de contagios, este hospital, ha costado muchísimo y se han reajustado los protocolos sobre la marcha. Por ejemplo, ahora se habla de resultados de PCR en 24 horas, de toma de muestras a las 5:00 de la mañana para agilizar los procesos y de pruebas evolutivas para determinar el alta médica.
Al Hotel Ciego de Ávila llegan niños entre uno y 12 años sin comorbilidades, junto a sus acompañantes, muchas veces enfermos y necesitados de atención médica. Por eso, cuando la doctora Leidys Sánchez Torres dice que el trabajo se duplica, hay que creerle. Tan importante es atender a un niño como a su madre enferma.
Los pequeños son recibidos en el lobby del hotel por el pediatra de guardia y aquí se miden, se pesan y se evalúan clínicamente para su clasificación de acuerdo al riesgo. Del tres de agosto a la fecha suman alrededor de 2 000 los egresados de este centro, que ha sido barrera de contención del virus y garantía de que no evolucionen hacia formas graves de la enfermedad; y, de hacerlo, se trata de ofrecerles el tratamiento oportuno.
Según Abel Denis Ruiz, subdirector del Hospital Pediátrico, esto se traduce en el chequeo constante de su estado de salud y en el uso de antivirales como el Interferón Alfa 2b en presentación lioflizada para los menores de tres años, Heberón, esteroides, anticoagulantes, antinflamatorios y antibióticos, según indican los protocolos de manejo clínico.
Los médicos y enfermeros no se permiten descanso
“En los últimos días, las altas oscilan entre 60 y 70 al día y en dependencia de eso recibimos nuevos ingresos. Se mantiene una adecuada higiene, el confort de la habitaciones es excelente y se ofrece una dieta balanceada, que incluye leche, yogurt y carnes rojas. Los trabajadores del hotel han apoyado las labores de alimentación y limpieza sin contratiempos.”
Con capacidad para 226 pacientes, a los que se suman los acompañantes, un día de trabajo puede ser un torbellino y toca al equipo dividirse para ser más efectivo. Seis médicos generales integrales, siete enfermeros, un pediatra durante 24 horas y otros tres que trabajan en el horario diurno, pueden parecer pocos ante la magnitud de la tarea de evaluar y medicar con rigurosidad.
El único alivio es saber que ante cualquier síntoma de alarma se coordina el trasladado hacia el hospital Roberto Rodríguez, de Morón, y que el lapso de espera es corto. Pero ni siquiera eso y el hecho de que las evoluciones registradas han sido favorables, con síntomas ligeros y moderados, los han mantenido al margen de sustos y tensiones.
Bien lo sabe Janet Gaskin Aruaga, especialista en Pediatría, cuando al tercer día de su estancia debió darle los primeros auxilios a un niño que de súbito se puso frío, pálido y sudoroso, con amenaza de perder el conocimiento.
Si de algo se precian es que nunca les ha faltado el medicamento ideal o la atención priorizada cuando una llamada al Sistema Integrado de Urgencias Médicas enciende la alarma.
Así estaban el pasado 24 de agosto en el cubículo de estabilización con María Claudia Infante. Auscultaban sus pulmones, hacían las preguntas de rigor y le suministraban oxígeno, mientras aseguraban su ingreso en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, habilitada para el rango de 13 a 18 años.
El día que el Hotel Ciego de Ávila se convirtió en Hospital Pediátrico hubo un viraje en el enfrentamiento a la COVID-19 y se agradece. Sigue siendo el sitio a donde nadie quiere ir a parar, pero, cuando toca, los pacientes llegan conformes y seguros de que cada lágrima de los pequeños será compensada con el empeño de los galenos y la calidad de la atención.
#RadioCubana99: El hotel Ciego de Ávila será el nuevo hospital pediátrico para la atención a nuestros pequeños contagiados con la #Covid-19. Unas 240 camas se han dispuesto para la asistencia médica.
Posted by Diane Dewar on Tuesday, August 3, 2021