Las relaciones humanas en el ámbito familiar que regula el Proyecto de Código de las Familias ya estaban aquí. Por eso la consulta popular no es un ejercicio fatuo ni ajeno
Las primeras reuniones de la consulta popular del Proyecto de Código de las Familias van dejando en claro que se necesita mayor conocimiento del texto para participar en su análisis. Evidentemente, la llegada tardía de los tabloides, apenas el lunes pasado, atentó contra las intervenciones en la arrancada, pero de aquí al 30 de abril ese panorama debe cambiar.
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Por segunda vez en menos de cinco años los cubanos tenemos la posibilidad de comprometernos con la revisión, redacción y referendo de un texto legislativo de gran alcance, una norma que apunta al centro de la sociedad: las familias.
Está sobrada la argumentación de lo trascendental del momento. Toda la lógica del mundo indica que si el Código regula el ámbito familiar es competencia de todos y cada uno de sus miembros conocer lo nuevo del Proyecto, lo que se mantiene o actualiza, lo que se elimina. Solo ese entendimiento dará paso a la reflexión necesaria y al posicionamiento frente a sus postulados. Rápido y simple podríamos decir que la democracia también toma cuerpo en noches de reunión antes de la novela.
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Porque claro que se puede no estar 100 por ciento de acuerdo con lo escrito, claro que es válido tener dudas, así como son posibles las incomprensiones en un mar de jerga jurídica y cientos de artículos conectados entre sí. Por eso la consulta popular no viene arropada en adoctrinamiento ni imposiciones; todo lo contrario. En el espíritu de la convocatoria se deja leer una verdad incontestable: de la diversidad de opiniones, de la variedad de propuestas puede salir un texto mejor.
Pero para ello deben cumplirse dos requisitos indispensables: conocer la norma y estar allí, en la consulta. Las autoridades electorales han diseñado un espacio al que deberían asistir, como promedio, un centenar de personas. Se sabe que la primera semana resulta casi un precalentamiento de todas las estructuras y no tendríamos que juzgar la calidad del proceso por sus compases iniciales. Sin embargo, mientras la masividad en otros ámbitos, a veces, diluye la eficiencia, aquí mientras más personas emitan sus criterios más posibilidades hay de concretar la aspiración máxima de la representatividad.
Que nadie diga luego “no me preguntaron”, “no tomaron en cuenta mi opinión”, “para qué piden opiniones si ya está decidido”. La concepción de la consulta permite no solo levantar la mano y decir lo que uno piensa—sin la nociva práctica de atajar la disonancia o tratar de convencer de lo contrario a quien plantea—, sino comprobar que lo dicho está tal cual. Cada ciudadano tiene el derecho de verificar que sus palabras sean anotadas con exactitud.
Esa fidelidad nace, insistimos, de conocer de manera general el grueso de los títulos y artículos del Código…, y en detalle los que se considere pertinente modificar. ¿Sobre qué bases, si no, se podría sugerir eliminar un enunciado? ¿Cómo, sino mediante una pregunta, podríamos comprobar que nuestras suposiciones o interpretaciones son correctas? ¿Acaso no es mejor pensar con cabeza propia que repetir acríticamente lo que un tercero dice que dice el Código?
• Código de las Familias: Todos los derechos para todas las personas
Yo lo escribo de esta manera: mi gente, dedíquenle un ratico a estudiarlo, a leer detenidamente esos artículos que nos producen “corte” porque los estamos leyendo con ojos “viejos”, a ponderar las ganancias colectivas y con visión de futuro sobre el beneficio individual inmediato. El texto no amoldará ni dibujará al país a su imagen y semejanza, más bien es al revés. Ese país de familias distintas ya existe.
Cuba se merece un Código de las Familias moderno. Así como nos gusta estar a la moda con la música, la ropa o los celulares, conviene dar el salto en este ámbito. Lo digo así tan llano, pero está clarísimo que blindar los derechos largamente esperados por grupos de personas (ya no minorías) no tiene nada que ver con los vaivenes del color del año o el modelo del teléfono, y sí con el respeto a la dignidad de todos y cada uno de nosotros.
Creo que no te resulte fácil desandar por 122 páginas (en PDF) y una estructura llena de tecnicismos legales que obligan a cada rato a ir al diccionario para saber lo que se lee.
Una curiosidad personal. Una vez dije al jurídico de mi Empresa sobre algo que el criticaba en materia contractual y después de subir y volver de su oficina, con una pena expresada a través de su aspecto desencajado me dijo, ¡oye, tienes razón!
Me sobran ejemplos para decirte que la mayoría de los cuadros empresariales no saben de las leyes de este país y de las regulaciones propias de su actividad y en parte, lo dejan al Jurídico que, por añadidura, en no pocas ocasiones ataca a la enrevesada Gaceta Oficial. Digo enrevesada porque es más fácil buscar un documento en Internet que en la Gaceta.
La otra situación respecto al Código es que nosotros mismos hemos magnificado tanto el Matrimonio homosexual que lo hemos convertido en lo más importante, aquí el Proyecto Comunicacional se volcado sobre la argumentación de la homosexualidad que casi me siento obligado a decir que es esencia del Proyecto Político en los tiempos que corren.
Mi conocimiento de la Dialéctica, la que aprendí por manuales primero y después por Hegel, Lenin, Marx, Plejanov, no me deja espacio a la duda, no puedo subordinar el todo a la parte ni confundir la esencia con el fenómeno, puedo, por una educación machista adquirida en el Barrio de la Turbina con prostíbulos a la derecha y a la izquierda de mi cuadra no estar de acuerdo con lodel matrimonio homosexual pero el Código ,el Todo es mucho más que eso infinitamente por tanto huelga otro comentario:!Aprobémoslo!