Desde su nacimiento en 1899, cuando un oficial estadounidense previó las posibilidades económicas de la zona y consiguió los terrenos comprendidos entre los fortines 35 y 44 de la trocha de Júcaro a Morón, Ceballos, pueblo apacible del municipio de Ciego de Ávila, no ha dejado de crecer, alimentado por la generosidad de su roja tierra y el laboreo de su gente.
En estos días de fines de año parece dormitar, como si las bajas temperaturas y la humedad relativa se pusieran de acuerdo para recluir a los humanos en sus hogares, al menos los que en pleno día no trabajan en campos y fábricas.
Ahora que se acerca el último latido de diciembre, Invasor se acerca a sitios del asentamiento que en otros momentos se muestran concurridos, pero que, al paso de una temporada marcada por los rigores que impuso la COVID-19, toman como un segundo aire, camino a tiempos mejores.
No faltan quienes regresan de la Farmacia, o de alguna que otra compra en el corazón del asentamiento
El paradero descansa del bullicio de los viajeros y el traqueteo sobre rieles
Un sorbo de combustible para continuar la marcha
Unos vienen, otros van, destinos y rumbos que se entrecruzan
Bajo las sombras, discurren las anécdotas
Y si de árboles se trata, ¿cuántos años suman los beneficios que estos propician?
En el policlínico, página vuelta al dramatismo de las peores jornadas de enfrentamiento a la COVID-19
Por el momento, sosiego de la fisioterapia…
…Y ausencia de ejercicios físicos
Un alto para alimentarse, mientras el can espera…, por si algo le toca