Por Limones Palmero… todos los días

Por José Alemán Mesa
Tener los dos consultorios de la comunidad remozados, con sus médicos y enfermeras estables, es un lujo.
Fotos: JAleM

A menos que a Hendry Quiñones Marín se le vire un pie y necesite ir al médico, no conocerá a José Luis Calvera Pérez más que por estas letras. Y viceversa. Hay más de 30 kilómetros de distancia entre el hogar del recién graduado Ingeniero en Automática, allá en el pueblo rojo y dulce de Baraguá, y la terraza avileña donde nos recibe el también joven y ya reconocido Especialista en Primer Grado en Ortopedia y Traumatología.

No se podría, a simple vista, establecer conexiones ni hablar de uno aludiendo al otro, porque, aunque ambos sepan de mecánica, no es lo mismo el movimiento de un autómata que el del ser humano. Pero eso es solo lo que podría inferirse de sus currículos. Entre sus vidas sí hay finas hebras comunes y las vamos a destejer y volver a tejer.

Hendry

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De jugar con pomitos “enyuntados” en Barrio Nuevo, en una esquina rural de Majagua, a la ingeniería hay un trecho que el niño Hendry no imaginaba iba a recorrer. Imbuido en la porfía de los rojos y los azules ─ “rojo a muerte”, dice él─, solo al final del preuniversitario supo qué escoger. Debió haberlo adivinado antes, pues desde el día en que su papá lo enseñó a arreglar un tomacorriente nunca más se desprendió de esa vocación por entender cómo funcionan los equipos electrónicos.

“Entré al IPVCE y entendí que debía prepararme bien en Matemática y Física. Nunca fui el mejor, pero estaba en el pelotón de vanguardia. Como tuve escasa formación vocacional, se me hizo un rollo decidir el orden de las opciones”.

El destino terminó escribiendo derecho en renglones torcidos. “Me llegó la segunda opción de mi boleta; primero había pedido Telecomunicaciones. En realidad, la vida me dio la carrera que no sabía que quería. De eso me di cuenta apenas entré a la Universidad Central de Las Villas”.

Y de allí salió con un diseño exacto del proyecto de vida que ansiaba para sí. Había un amor esperándolo en Baraguá; un amor que valía y vale el esfuerzo de levantarse temprano todos los días, luchar con el transporte en la ida y el regreso, y trabajar con esas ganas tremendas de los recién graduados. “Me hizo muy feliz que me ubicaran en la Empresa de Cepillos y Artículos Plásticos Juan Manuel Márquez (Cepil), lo había pedido, porque aquí podré hacer lo que aprendí”.

Neilys Gómez Aquino fue la novia del pre y de la universidad. Él allá, a 200 kilómetros, y ella en Baraguá haciéndose doctora. Seis años de mensajes de texto, llamadas y fines de semana tan cortos… ¿Cómo se vence a la distancia?, ¿y a la nostalgia? ¿Cuántas personas de 25 años pueden decir que tienen una relación de pareja de una década? “Ella no puso ni un pero. Entendió que debía realizar mi sueño”.

hendry y esposa

A la idea de ejercer lo aprendido se aferra ahora Hendry en Cepil, después de que la COVID-19 retrasara procesos lógicos en su adiestramiento. “Aproveché este tiempo para estudiar cada máquina”, dice y no hace caso del local un poco desvencijado y sin los requerimientos mínimos donde hoy están “los de mantenimiento”: dos ingenieros en Automática, electricistas y mecánicos que garantizan no haya interrupciones en la fábrica.

• Lea aquí la historia de uno de los especialistas de mantenimiento en Cepil.

Su proyecto de vida tiene dos afluentes. Si el anhelo de tener una hija deberá esperar aún ─porque Hendry y Neilys tienen techo, pero les faltan otras cosas─, la posibilidad de una maestría está encabezando la lista de metas por lograr.

 

Eso y poder poner en práctica a diario lo que sé. Hay días en que no lo logro, pues las condiciones objetivas de la empresa no lo permiten. El nivel de automatización de la industria en Cuba es bajo y, eventualmente, podría limitarme desde el punto de vista profesional. Sin embargo, me animan dos proyectos de automatización a corto plazo y siento que están apostando por nosotros los ingenieros.

 

Calvera

 calvera

Cuando José Luis se cayó de aquel caballo y se fracturó el escafoides de la muñeca ya estaba en camino de convertirse en médico y tenía una idea muy clara de la especialidad a la que aspirar. Hoy, después de saber el nombre, la función y las características de cada uno de los 206 huesos del cuerpo humano, puede afirmar que ese diminuto órgano rígido es bastante complicado de sanar.

“Es que solo tiene un 10 por ciento de vascularidad”, explica y se da cuenta de que debe decir más. Le brillan los ojos debajo de esas cejas negras y superpobladas heredadas de su papá, mientras habla de cartílagos y recubrimientos, y termina ubicándolo en mi mano derecha, a medio camino entre el pulgar y el radio. Con la argumentación comprendo que si aquella fractura no se hubiera corregido, él, quizás, no sería el cirujano que es.

En su familia había médicos y maestros, pero la decisión por la Medicina demoró en llegar. Igualmente, no es posible deducir que de la pasión de su padre por viajar al pasado mediante la Arqueología ─el muy respetado y reconocido Jorge Antonio Calvera Rosés─ le naciera a él esa afición por los huesos. “De niño iba con mi papá a las excavaciones, pero él entendió y siempre me alertó de que aquella era una profesión muy costosa y complicada de realizar en Cuba”.

El arte de sanar se le hizo convicción un día de onceno grado, olvidadas ya las aptitudes y pasiones por el karate-do y el judo, y después de sopesar las afinidades con las ingenierías. “No era malo en Matemática, de hecho, siempre saqué buenas notas. Pero de mi papá aprendí que al abanderado y a la retaguardia siempre los matan en la guerra, entonces me mantuve entre los primeros, sin ser el mejor. No quise irme de la provincia y, entre lo disponible aquí, opté por hacerme médico”.

Temprano supo que lo suyo sería la Ortopedia. Tan temprano como cuando el profe Alejandro le dio Anatomía y aprender las propiedades físicas especiales de dureza, resistencia, ligereza y cierta flexibilidad del tejido óseo no fue tan difícil. “La dureza no significa que hay que ser fuerte ni rudo, ni siquiera que sea una especialidad solo para hombres”, aclara pronto, porque podría parecer que difiere mucho la ortopedia clínica de la quirúrgica.

Y a pesar de estar segurísimo de su elección, no tenía un plan meticulosamente diseñado, de esos al estilo de “antes de los 35 seré máster, o Doctor en Ciencias, o tendré dos especialidades”. Los resultados profesionales han caído por su propio peso, en el momento justo.

A los 36 Calvera puede enorgullecerse, en lo profesional, de una beca en el extranjero, una misión internacionalista, una especialidad vertical, saberes de Artroscopia, un doctorado en camino y el amor incondicional de sus pacientes. En todo lo logrado hay historias que valdrían otros trabajos periodísticos, desde ejercer en un país distinto al suyo y lejos de la gente que más lo quiere, hasta merecer una beca en un país del primer mundo, aprovecharla y regresar al calor de un hogar y el compromiso con sus compañeros. “No hay heroicidad en eso”, dice y podríamos discrepar.

• José Luis Calvera (a la izquierda) en la clausura del Simposio de Artroscopia en 2017

Para ese entonces ya había encontrado su “Isla Tortuga”, tal cual siempre le recomendó el papá de Armandito, uno de sus tantos amigos. Ese lugar seguro y lleno de tesoros es Yadima Gómez Pereira, pareja en el amor y en la profesión. Fue ella quien le arregló la vida, así, sin darle más vueltas.

calvera y familia

Si se le obliga a mirar al futuro ve en él a su familia, en primer lugar. Y quien lo conoce bien sabe que al decir familia el concepto se elonga como ciertos músculos, y caben en él los amigos de todas las épocas y hasta los pacientes. A la par va su pasión por arreglar huesos rotos, aunque, como la Arqueología y la Automática, sea una especialidad costosa.

El sueño inmediato y más grande de Calvera, así como del Doctor Osvaldito ─su referente, al igual que lo fueron Raunel, Rancín, Pineda y tantos otros─, es que Ciego de Ávila pueda disponer algún día de un centro especializado en Ortopedia, que maximice el talento y las capacidades desarrolladas aquí.

 

Mi aspiración profesional es poder operar a quienes lo necesiten. Las condiciones materiales en las que nos desempeñamos hoy no lo permiten.

 

Los hilos

Si un día Hendry Quiñones Marín da un tropezón entre cables y máquinas automatizadas, y se lastima un pie, a lo mejor no coincide con José Luis Calvera en la consulta, porque el doctor habría ido a recoger a sus niñas al círculo infantil. O sí. Nadie sabe.

Quizás el día que finalmente se construya el Ortocentro avileño, la vida pondría al Ingeniero Automático al frente de la programación y automatización de sistemas de un lugar especializado como ese. Tampoco está escrito.

Pero hay otros hilos. ¿Ya los encontró?

Comentarios  
# UnKnown 30-12-2021 12:45
Yo sí encontré otro hilo (de hecho la misma imagen del artículo ya lo sugiere).
Dile al automático que fabrique un brazo tipo robótico (que sea funcional claro está) y me atrevo a quitarme uno y ponerme el de titanio onda la Guerra de las Galaxias.
Darth UnKnown.
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