Hace más de una década las circunstancias llevaron a Yamilé Oria Hernández a decantarse por la crianza de cerdos. Hoy ese trayecto recorrido deja ver en ella y su familia los signos de una mayor prosperidad que invitan al ejemplo, sobre todo por los réditos del empleo de técnicas bien ligadas al cuidado del medio ambiente.
Tras el fallecimiento del suegro y la enfermedad de su suegra, su esposo Alexis Felipe Pérez Burgos debe encargarse a tiempo completo de la administración (cuidado) de la finca Las Margaritas y ella decide dejar su trabajo en la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía de Florencia.
La porcicultura entró de lleno a la vida de Yamilé a través de una propuesta durante una reunión de su base campesina, la cooperativa de créditos y servicios Delfín Luis Paz, para sumarse a convenios de ceba de 35 animales, que no requerían de una documentación tan complicada.
Con la voluntad de la mujer que no se deja vencer ante las dificultades emprendió esta tarea. “Yo nunca, en la empresa de Comercio y Gastronomía, había tenido limpio 17 000. 00 pesos y en mi primera contratación, solita, sin obreros, sin ayudas, porque aquí cada cual se dedicaba a la suyo, gané esa cantidad”. Las ganancias se convirtieron en motivación para incrementar los corrales y convertir esos ranchitos, de a poco, en una especie de asentamiento taíno para albergar 200 cerdos, límite que —refiere— no sobrepasará.
También recuerda el proceso recorrido durante la solicitud de los permisos necesarios al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), Recursos Hidráulicos, Planificación Física…, lo dice con la constancia de quien hace bien las cosas.
El matrimonio investigó, se documentó por aquí y allá para emprender, a mediados de 2014, la construcción de un biodigestor que vino a transformar, desde entonces, su modo de vida. Este dispositivo es una adaptación “a la florenciana”, más fácil de ejecutar y se requieren menos recursos, de aquellos de cúpula fija de flujo semicontinuo, que proporcionan varios beneficios.
Invasor reflejó en sus páginas a mediados de 2014 la construcción del biodigestor de Yamilé y Alexis Felipe
A la disminución de los malos olores y de la carga contaminante de los desechos sólidos y líquidos se le suman otras ventajas sin las cuales Yamilé ya no concibe sus días. Lo dice con satisfacción una guajira para quien quedaron atrás la peste a humo, el tizne de los fogones y otras consecuencias negativas para la salud de cocinar con leña.
“Andamos con uñas acrílicas igual que las oficinistas o las doctoras”, muestra, como uno de los resultados directos del uso del biogás por las mujeres campesinas en la cocción de los alimentos en el hogar.
Cuando hablamos de ahorro la Guajira de Florencia no se expresa en términos de kilowatts u otros indicadores eléctricos, ella sabe más del bolsillo y lo ilustra con un estudio presentado en un evento de porcicultura tropical, en el cual tomó como muestra las tarifas de un año específico antes de emplear el biodigestor y de otro año después: por este concepto dejó de erogar más de 5 000. 00 pesos.
“Ahora duermo con aire acondicionado todas las noches”, con la convencida de la rentabilidad de una fuente de energía renovable que se lo permite a su economía familiar, de lo contrario, ni soñarlo. Anhelos similares a los anteriormente expuestos han sido multiplicados en la geografía de Florencia gracias a la construcción y el asesoramiento en el uso de esta tecnología limpia por la pareja de entusiastas. “La mujer que pruebe el biodigestor carga los excrementos en tanquetas, pero no lo deja de usar”, afirma con seguridad.
Más allá de los beneficios monetarios, debe primar la conciencia ambiental de los productores porcinos porque, a decir de ella: “hay que pensar en los daños asociados a la actividad, cómo ocurren y quiénes son perjudicados”. Con tal propósito, en la finca buscan emular el ciclo de la naturaleza, aprovecharlo todo, por ello los residuos obtenidos tras la fermentación anaeróbica del biodigestor sirven como abono orgánico para diferentes cultivos.
Un insumo excelente que aprovechan para aumentar los rendimientos de los cultivos en la pequeña extensión de 3,017 hectáreas, que sirven de complemento al 70 por ciento de la comida garantizada por la Empresa Porcino del territorio para cebar los puercos. Maíz, ensilados de yuca y boniato, plátano macho, caña, y king grass son algunas de las producciones para este fin.
También en la finca, que ostenta la categoría de Excelencia del Grupo Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, fomentan los frutales como cereza, chirimoya, guanábana, guayaba, mango, aguacate, mamey, coco para el autoconsumo y algunos de ellos los venden a Acopio.
Mientras enciende la alta llama azul del fogón expone con orgullo el ejemplo de un ciclo que se convertirá en taza de café humeante, al ser elaborado con biogás y fertilizado con abonos orgánicos.
Sus meritorios resultados le han valido, entre otros, para participar en el VII Congreso Continental de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y asistir por cuatro años consecutivos a la Feria Nacional Porcina.
El Proyecto Conectando Paisajes los declarará como finca escuela, espacio donde vierten su vocación por el cuidado del medio ambiente e imparten su valiosa experiencia en el manejo sostenible de los recursos. Una pasión que se expande al crear condiciones para la anidación y el hábitat de aves, al formar parte de un corredor biológico de montaña a montaña.
La sencillez y la hospitalidad de Yamilé, sumado a su carácter campechano, le han servido para ganarse el sobrenombre de la Guajira de Florencia. Entre sus mayores orgullos están indudablemente sus vástagos, que continúan su camino, pues la hija es graduada de Medicina Veterinaria y el hijo de técnico de nivel medio en Agronomía.
En sus tierras la producción agroalimentaria se armoniza indisolublemente con el cuidado del medio ambiente, los beneficios se disfrutan con la conciencia limpia de quien hace del planeta un mejor lugar.