Los vínculos de Fred con el gran huracán de Barbados

La formación de la tormenta tropical Fred sobre el mar Caribe oriental despertó expectativas en Cuba, la Defensa Civil puso en práctica su sistema de medidas para contrarrestar su impacto y hasta un célebre historiador la comparó con un fenómeno hidro-meteorológico ocurrido en la misma fecha.

Un experto en la materia, Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la Comisión de Historia, de la Sociedad Meteorológica de Cuba, comentó que Fred coincidió con un hecho acaecido en agosto de 1831, hace 190 años, cuando las islas del grupo sur de las Antillas Menores sufrieron el impacto de un huracán extraordinario.

Su intensidad se caracterizó por ser extrema al cruzar sobre Barbados, adonde se estima llegó con categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, lo que evidenció que había alcanzado pleno desarrollo sobre el océano Atlántico; y que, probablemente, era un ejemplar del patrón ciclónico caboverdiano, escribió sobre el particular a solicitud de la Agencia Cubana de Noticias.

El testimonio de lo ocurrido en Bridgetown, la capital, durante la noche del 10 y la madrugada del 11 de agosto resulta sobrecogedor.

Las violentas rachas que azotaban sin intermisión se combinaban con lluvias torrenciales y demoledoras, aeroavalanchas y otros fenómenos de enorme poder destructivo, característicos de la pared del ojo en los huracanes mayores.

Poco después de las 3:00 am llegó a la ciudad la calma del vórtice, y, con ella, una inusitada actividad eléctrica con rayos globulares o “en bola”, descritos como “meteoros ígneos”. Las características y condiciones en las que se producen estos electrometeoros están todavía bajo análisis y discusión, pero la veracidad de lo narrado resulta irrefutable, pues la oscuridad reinante y la calma relativa propiciaron que decenas de testigos observaran en detalle los impresionantes destellos. Por cierto, al paso de huracanes sobre Cuba también se han reportado rayos globulares.

En el Gran Huracán de 1831, Bridgetown recibió doble impacto de la pared del ojo, pues al amanecer del 11 de agosto el panorama sobre Carlisle Bay era “una masa ondulante de palos de buques, árboles, tablas, barriles,duelas, cables y toda clase de mercancías susceptibles de flotar”, según descripción de un testigo.

Solo se salvaron dos buques, pues los demás zozobraron o se estrellaron contra la costa, aunque “parecía como si por encima de toda la superficie del terreno hubiera pasado una manga de fuego”.

De acuerdo con estimados actuales, este portentoso meteoro causó por lo menos 2 000 víctimas a su paso por el Caribe y el sur de Estados Unidos.

El inglés William Reid (1839), coronel de ingenieros, apunta que en Barbados murieron 1 477 residentes, debido a politraumatismos por derrumbes, o ahogados y arrastrados por la marea de tormenta, cuya altura ascendió a más de cinco metros sobre el nivel medio del mar.

Las pérdidas económicas por la tormenta se calcularon en siete millones de dólares de 1831, que hoy representa una cifra 25 veces mayor.


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