Una ciudad sucia y sus porqués

Ninguno de los vecinos sabe con exactitud cuándo la intersección de Honorato del Castillo y Benavides empezó a ser un basurero. Ninguno tampoco sabe ahora cuándo dejará de serlo. Solo vienen a recogerlo si alguna de las calles está intransitable, o si alguien decidió prenderle fuego. En esos casos, a la mañana siguiente, habrá desechos apilonados donde mismo. Mucha basura. Esa esquina, en menor escala, es un reflejo de Ciego de Ávila.

¿Qué posibilidades hay de cortar ese ciclo infinito, de que la ciudad deje de parecer un vertedero gigante, apeste menos y los riesgos de que se proliferen enfermedades disminuya? ¿Será capaz la Dirección Provincial de Servicios Comunales (DPSC) de revertir esa situación? ¿Cuenta siquiera con recursos? La respuesta es no. Las condiciones actuales  distan de generar soluciones significativas.

Luis Alberto Pérez Olivares, director de la entidad, indica el bajo coeficiente de disponibilidad técnica como uno los factores más influyentes. Por falta de baterías, partes y piezas, apenas funcionan seis de los 14 tractores con carretas del municipio cabecera.

Los que “caminan” también tienen deteriorados los neumáticos o no les prenden las luces y, por supuesto, la recogida es imposible realizarla en horas de la madrugada, cuando debería ser.

Ciego de Ávila cuenta además con dos colectores. Uno se destina exclusivamente a las labores de saneamiento dentro de las principales arterias del consejo popular Centro de Ciudad con recorridos por la mañana y por la tarde. Resulta insuficiente.

Los cuatro tripulantes del segundo deben cumplir su objeto en las otras seis zonas comunales. Es inviable hacerlo en plazos breves.

Pérez Olivares señala que de 2000 metros cúbicos de desechos sólidos se recogen por día menos de la mitad. Es lógico entonces que la acumulación de residuos crezca exponencialmente.

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Por tal razón se adoptó la decisión de arrendarle vehículos con camas ampiroles a entidades como Azutecnia, la Construcción (MICONS) y COMCAVILA, que permiten una amplia recogida en zonas comunales durante uno o dos días.

Luego, mantener la limpieza se vuelve misión imposible frente a la mencionada crisis del parque vehicular de la DPSC y, por si fuera poco, de combustible. Aunque en los últimos meses no se les ha agotado, el volumen que reciben es muy inferior a los 12 000 litros requeridos, apunta el directivo.

La alternativa para mejorar este panorama fue recontratar carretoneros, que jamás debieron “perderse”, siquiera en los momentos menos complejos. Un pago de 10 000.00 pesos mensuales por tal colaboración motiva entonces que se hayan sumado 113 cocheros.

Es un aporte, pero sin representar el cambio decisivo en la higiene comunal avileña. A criterio de Pérez Olivares, la opción de que la Dirección Municipal de Servicios Comunales se convierta en una mipyme estatal, pudiera ofrecer resultados satisfactorios. Según el directivo, ese objetivo avanza actualmente.

Con un presupuesto calculado en 40 millones de pesos para 2024, son reducidas las probabilidades de la DPSC de transformar el entorno con celeridad ni mucho menos. Transitar del sector presupuestado al empresarial, donde las empresas empezarían a pagar por los servicios de recogida de desechos sólidos, propiciaría inversiones y un pago superior a los 3500 pesos que cobran quienes realiza la labor directa de recoger la basura.

Incrementarles el salario por sus resultados pudiera ser una medida que contenga a esos 64 trabajadores de la provincia, un número sumamente reducido si se tiene en cuenta que solo el municipio Ciego de Ávila debería tener en plantilla unos 90, de acuerdo a Pérez Olivares.

El esfuerzo de ese personal en muchas ocasiones es infravalorado por parte de la sociedad. La indisciplina es el irrespeto manifiesto hacia quienes se sacrifican en función de que la ciudad esté menos sucia.

¿Por qué convertir un parque, un sitio de interés, una avenida en un microvertedero? ¿Por qué no desplazarse dos o tres cuadras y depositar la basura en un supiadero o por qué arrojarla fuera?

En el municipio avileño suman 30 los que se construyeron el año pasado. La fabricación fue de fibrocemento porque los anteriores se destruían en actos vandálicos, mismos motivos por los cuales son escasos los cestos en la urbe.

La higiene comunal es responsabilidad individual y colectiva también, pero falta educación y empatía hasta cierto punto. Esta alza reciente de negocios particulares provoca mayor cantidad de residuos, nuevos puntos de recogidas que jamás debieron establecerse y que, por el contrario, siguen ampliándose. Si la DPSC no da abasto con sus 116 puntos…

Asimismo, las empresas estatales que deberían llevar sus desechos hasta el vertedero ubicado a 7 kilómetros de la ciudad, se escudan en el mal estado de la vía para “infringir”. Después de una inversión de unos 3.5 millones de pesos en el tramo de carretera, añade Pérez Olivares, las justificaciones carecerán de sentido.

Es muy fácil siempre encontrar culpables ajenos. La DPSC de ningún modo deberá excusarse de lo que como entidad le compete. El incumplimiento de su misión recae sobre sí aunque agentes externos le compliquen. Esa es la parte que le corresponde a la ciudadanía, ciertamente: entender que la indisciplina le afecta propiamente, que una ciudad limpia depende hasta cierto punto de ella.

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