No lo aceptemos

Siempre me he negado a aceptar que los humanos muchas veces arremetemos contra nosotros mismos; y no porque no haya visto ejemplos de sobra, sino porque eso me preocupa y entristece por ser lo más absurdo y paradójico que existe.

Siempre se me ha antojado como un acto de temeridad el hecho de que la gente fume, maneje embriagado, no use el casco de seguridad, tenga relaciones fortuitas desprotegidas; porque es ilógico, y eso de que “de algo hay que morirse”, es una frase vacía y sin sentido.

Después viene la larga lucha contra el cáncer, por la rehabilitación del cuerpo, la lucha por vivir, la aceptación de cualquier tratamiento, lo que desmiente entonces el hecho de que no les importaba el daño que su inconsciencia les causara. Siempre queremos estar intactos y sin embargo se coquetea bastante con el mal.

Estos pensamientos me rondan mucho en estos días de pandemia, momento en que estar separados puede garantizar que podamos seguir juntos, y que el uso del nasobuco nos permita poder respirar profundo y tranquilos después que todo termine.

Pasan los días y mucha gente no entiende. Primero fue una exhortación, después un mandato amparado por leyes explícitas que intentan proteger a la mayoría, del descuido y la desidia de otros. No han faltado las explicaciones, la petición a corazón abierto porque su uso puede salvarnos; mas todavía ver un rostro descubierto es posible en algunas partes.

Las justificaciones son muchísimas, y es difícil aceptar que exista gente dispuesta a no usar una prenda que junto al lavado de las manos y la debida distancia es lo único que puede protegernos si estamos precisados a salir de casa; porque lo mejor sigue siendo no salir.

Llevo un conteo exhaustivo de la gente que veo desafiante, lo mismo caminando con él en el cuello que descubriéndose la boca nada más de llegar a un sitio y pararse frente a alguien a conversar. De quienes lo tocan indiscriminadamente y hasta de muchos de ellos que veo sin la limpieza que es obligada que tengan.

En una ponchera vi siete personas y cuatro de ellas con el rostro descubierto, no pude pasar de largo sin decir que con tantos sin cuidarse en ese pequeño espacio no nos acercaremos a la anhelada meta.

Unos gemelos pasan juntos por mi casa, al verlos como si nada estuviera sucediendo les voceo que quiero seguir viéndolos a los dos, que se cuiden; así lo mismo con la jovencita, que además anda con un niño, a sabiendas de que los menores no tienen por qué salir.

Y me quedo preocupada, esgrimiendo miles de razones por las que la gente no debiera actuar así. Y ante tanto descuido, siempre me pregunto qué tiene que suceder para que alguien que no entiende tales cosas, las entienda.

El nasobuco no tiene que usarse por temor a una multa o porque un inspector o un policía estén cerca, la lucha del nasobuco es contra el letal virus que ha matado en muchas regiones miles de personas en un solo día.

Aprender a acatar por civismo, por saber actuar dentro de una sociedad, es muy loable; que además actuamos correctamente por amor a nuestra salud, la de nuestras familias y vecinos, por cuidado y agradecimiento al país que hoy nos salva; es no cuestionar las medidas que se tomen con quienes hacen todo lo contrario.

Hay hasta quienes esgrimen la idea de que los cubanos carecemos de la cultura del uso de tal prenda, lo que es cierto, pero el tiempo que demoramos los humanos para asimilar algo que pase a ser parte de nuestra cultura, es mucho comparado con el tiempo que le basta a este virus para matar.

Lo que nos demuestra que al menos en esta oleada no podemos aspirar a usarlo con gusto y entusiasmo, basta hacerlo por comprensión y aceptación de que es la única opción que tenemos.

Ya no es tiempo solo de continuar pidiendo, casi suplicando que la gente se cuide, que usen el nasobuco por el bien de todos; es momento de que las leyes que nos amparan, estrictas y contundentes se hagan cumplir; porque sabemos que por más paradójico que sea, los humanos muchas veces vamos contra nosotros mismos; y por lo que percibo, estos tiempos de pandemia no son una excepción.


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