La salud también es “cosa de hombres”

enfermera y pacienteNohema DíazLos avances de la Urología y la Oncología en el territorio garantizan efectivos tratamientosCuando además de levantarse a orinar varias veces en la noche, aguantó el dolor y la sensación de no poder contenerse, supo que algo no estaba bien, pero prefirió guardárselo, y así fue por un tiempo hasta que dio luz verde a sus preocupaciones y se despojó de los prejuicios frente a un tacto rectal, que confirmó las sospechas. Tenía un tumor.

Con quimioterapia y una operación goza hoy de la alegría suficiente para dar el consejo más certero de sus 58 años: “con la salud no se juega”. Claro, llegar a esta conclusión le costó casi la vida y aunque ahora el final parece feliz, no siempre el convencimiento llega tan rápido, sobre todo, en momentos en que las estadísticas indican la cifra de 189 hombres fallecidos por esta causa en el país, en el año 2018.

Si bien cada caso es diferente, el Anuario Estadístico de Salud registra los tumores malignos, y dentro de estos los localizados en la próstata, como la segunda causa de mortalidad entre los del sexo masculino.

Sin embargo, esto es apenas una parte del problema, porque lo más difícil es comprender por qué se echa andar toda una campaña de comunicación para la prevención del cáncer cérvico-uterino y se controla con rigor la periodicidad de una prueba citológica para las mujeres en cada área de salud; y para los varones el asunto del autocuidado y la exigencia a nivel del Consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia, para la detección precoz de trastornos en la próstata, depende del vaivén de la estadística y de la perspicacia individual.

Como la sociedad patriarcal no solo ha sido injusta con el género femenino, cuando colgó la etiqueta del color rosado para la mujeres y el azul para los hombres también sentenció el adjetivo “sensible” para ellas y “fuerte” para ellos, lo cual puede traducirse en ocultar el miedo y la angustia, retrasar una visita al médico o ignorar los primeros síntomas.

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Posted by José Angel Portal Miranda on Monday, February 4, 2019

Solo así podría entenderse que en la experiencia de Michel Vázquez Montero, especialista al frente de la consulta de cáncer de próstata en el Hospital Provincial Docente Doctor Antonio Luaces Iraola —según comentara con anterioridad a Invasor—, en la mayoría de los casos los pacientes llegan mal estudiados desde la Atención Primaria de Salud, con síntomas que delatan una fase avanzada de la enfermedad, y lo habitual sería el seguimiento a partir de los 50 años de edad.

Hasta la fecha acuden a esta consulta 209 personas, aunque no es un secreto, el subregistro existente sí tiene en cuenta el envejecimiento poblacional y el riesgo que se acrecienta con la edad. La elevación del antígeno prostático específico (PSA) es un signo de alarma, pero una sola prueba no es definitoria, y a veces es imprescindible el tacto rectal para esclarecer dudas. Entonces, hay quienes rechazan de antemano el procedimiento o acceden como última opción, enrareciendo un proceso de atención donde el tiempo decide.

Llegados a este punto pudiera hablarse tanto de salud como de los roles y normas impuestos por la sociedad que determinan actitudes y conductas de riesgo. La brecha de género ya no es un concepto abstracto, sino que es palpable cuando saltan los muchos ejemplos que demuestran cómo vulneran su calidad de vida quienes asumen un malestar como sinónimo de debilidad y prevenir con una consulta médica una exageración.

Lo confirma también el Informe sobre Masculinidades y Salud en la Región de las Américas, emitido en 2019 por la Organización Panamericana de la Salud, al destacar cómo el ejercicio de una masculinidad hegemónica ha dejado a este grupo con una esperanza de vida al nacer menor en cinco años con respecto a las mujeres, debido a causas como la violencia interpersonal y el riesgo de padecer cirrosis hepática o enfermedades pulmonares.

Bajo estos términos, que uno de cada cinco hombres no llega a cumplir 50 años es un caldo de cultivo que no necesita el ingrediente añadido de una masculinidad tóxica. Morir de hombría no figura como causa de defunción probable en ningún libro y que en la práctica tampoco lo sea depende de cuan cerrados estemos al prejuicio y abiertos al cambio.


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