Entrega a la Historia

Debo admitirlo, si después de tantos años he vuelto a sentarme delante del televisor para ver una telenovela cubana, la culpa la tiene “el profe Manuel”. No porque sea yo de las que suspira con el galán de turno en pantalla, sino por lo bien logrado de un personaje que, prefiero pensar, nació inspirado en un maestro de carne y hueso por el que sus alumnos terminaron disfrutando de una asignatura que, para muchos, no pasa de aburrida.

Habrá quien piense que es un protagonista sui géneris o que el guionista de Entrega exageró un poco con aquello de dejar el cuentapropismo para regresar al magisterio, pues anécdotas como esas no se escuchan todos los días. Pero lo cierto es que, detrás de la pasión, la creatividad y la entrega a su asignatura, no hay que ver un “bicho raro”, sino las experiencias que tanto bien le harían a nuestro sistema educativo y escasas veces se encuentran en nuestras escuelas.

La realidad demuestra que, aunque sea de las asignaturas priorizadas y en varias ocasiones hayamos escuchado hablar de su importancia en la defensa de la identidad y la cultura de esta nación, la enseñanza de la Historia de Cuba todavía necesita de maestros que le pongan color a fechas y hechos históricos; de ser posible, le den voz a sus protagonistas, y a los que un libro de texto, por creativos, no imponga límites para que sus alumnos la apre(he)ndan.

• Conozca a una joven que dedica sus días a la Historia.

Otros tiempos corren y en el aula, necesariamente, las dinámicas de enseñanza han debido cambiar. La Historia seguirá siendo la misma, mas de lo que se trata es de saber emplear nuevos métodos que la acerquen a los códigos actuales y capten la atención de los estudiantes.

Se deben aprovechar mejor las ventajas que brinda la tecnología en función del proceso de enseñanza-aprendizaje, pues mucho pueden aportar las visitas virtuales a sitios históricos que desarrolla la empresa cubana Cinesoft y los materiales audiovisuales que, en ocasiones, no se toman en cuenta por el profesor y terminan siendo desconocidos para los educandos, cuando en realidad podían haber resultado una valiosa herramienta para apoyar el contenido que ese día se impartía. Y si bien es verdad que no siempre están todos los medios necesarios, a veces, puede más el desinterés.

En momentos en los que no falta el agravio a nuestros héroes y pretenden hacernos olvidar la historia, debería ser preocupación constante cada vez que un joven dice que “esa asignatura es un clavo”, o la estudia el día antes porque “con aprenderte de memoria el resumen ya tienes”, aunque luego no pueda explicar de manera consciente el porqué de los hechos.

Los resultados de la provincia en los exámenes de ingreso a la Educación Superior tampoco son como para respirar aliviados, si de esa materia se trata: en 2018 el número de aprobados disminuyó respecto al curso escolar anterior, y el pasado año, si bien los resultados fueron mejores, solo el 65 por ciento de los 1 120 estudiantes que se presentaron en la primera convocatoria lograron el aprobado.

Como destacara el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en reciente encuentro con el secretariado de la Unión de Historiadores de Cuba, también “necesitamos pensar Cuba desde la Historia”, ante una ofensiva actual que mucho tiene de ideológica y cultural, y en la que los jóvenes son un blanco fundamental. De ahí la necesidad de hacerles llegar la Historia de manera atractiva, con sus verdades y esencias.

Demasiado injusto sería decir que todos los que hoy imparten esa asignatura caben en el mismo saco, pues viendo a Manuel, de seguro, más de un televidente recordó a algún maestro del pasado, tal como me sucedió. Sin embargo, ojalá fueran más lo que usaran “su librito”, así nos ahorraríamos las extrañezas ante ese profe de Historia que debería ser regla, y no excepción.


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