No solo por nuestra resistencia numancina, sino la construcción de un modelo alternativo al canon hegemónico de democracia
El pasado domingo Cuba ganó. Ya eso lo sabemos. No se han hecho esperar las felicitaciones de los amigos y las habituales injurias de los odiadores. Cuba ganó porque la mayoría acudió a las urnas, y dentro de esa mayoría, la mayoría ofreció su voto por todos los candidatos.
Pero Cuba sigue y seguirá ganando desde la mirada de los amigos que, en innumerables puntos del planeta, identifican y denuncian el más prolongado y cruel de los bloqueos; bloqueo genocida que, ¡vaya eufemismo!, han dado en llamar embargo.
A inicios de semana, el Consejo de Estado (Gabinete) de la República Popular China “definió a Estados Unidos como el más prolífico sancionador del mundo” y el “privilegio” de que en este punto del Caribe acumulemos, con la frente en alto, el mayor número de años soportando los dolores del cerco alevoso del adversario, aunque desde sus entrañas también se escuchan los reclamos.
Lo dijo el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez en tono coloquial, justo después de ejercer su derecho al sufragio: “la opinión del enemigo nos resbala”, que es lo mismo que dormir con la conciencia tranquila después de una jornada electoral en la que no venció el partido que más trapos sucios del oponente sacó al sol, ni el que más dinero invirtiera en “convencer” a los incautos.
Y entonces, de punta a punta del archipiélago nacional, se entiende que la verdad vuela hasta todos los rincones. Vuela y se desata en mensajes de amor y esperanza. Pero esos amigos no solo reconocen en el pueblo cubano la resistencia numancina, al decir del presidente mexicano López Obrador, sino la construcción de un modelo alternativo al canon hegemónico de democracia que, dicho sea y no de paso, no garantiza el poder para el demos, o sea, para la gente.
Cuba ganó y sigue ganando en cada aula plena de alumnos, los mismos que este domingo de elecciones dijeron ¡votó!, en Ciego de Ávila, 293 636 veces, una por cada avileño que acudió a las urnas. Ganamos cuando la risa que se adueña de los círculos infantiles y los batazos de los muchachos en el barrio, son rutina de cada día. Vencemos con quienes hacen parir a la tierra en tiempos en que a algunos les parecería casi imposible hacerlo.
Cuba ganó y sigue ganando con la clarividencia de quien bien sabe todo lo que le falta para ganarle más y más a la marcha del tiempo, en eso de hacernos más plenos y felices. Cuba ganó y sigue ganando cada vez que su gente entiende mejor cuánto se necesita para derrotar los obstáculos interpuestos en su camino al porvenir.
Cuba echa a un lado las injurias y se toma en serio lo que debe hacer, porque así, seguirá ganando.