“De vuelta a la cantaleta del ahorro”, dirán algunos. “¿Para qué, si con estos apagones poco o nada restará por hacer?”, comentarán otros. Pero, más allá de la perenne inestabilidad que vivimos hace bastantes meses a consecuencia de averías persistentes en las termoeléctricas del país, la necesidad del uso racional de los recursos no es una cuestión coyuntural.
En las condiciones que se desarrolla la economía cubana, llena de limitaciones impuestas e incrementadas por el criminal bloqueo del gobierno yanqui, restricciones financieras y de acceso a divisas, aprovechar con eficiencia, despojando del vocabulario particular la palabra derroche, ha de estar cimentado en el actuar cotidiano de colectivos laborales y, también, al interior de nuestros hogares.
Y, ojo, que por esos intríngulis del idioma o la comprensión no debemos confundir austeridad con ahorro. Desde las páginas de este periódico hemos explicado sus diferencias, sus connotaciones.
No se trata de llevar una vida más alejada de las comodidades de la vida moderna en nuestros hogares: lo ideal sería disponer de la capacidad de generación eléctrica para evitar afectaciones y también responder a las demandas de desarrollo de la industria.
La matriz energética de Cuba, que depende, en cerca de su 95 por ciento, de combustibles fósiles —muchos de ellos importados y sujetos a las variaciones del mercado—, pone de manifiesto la impostergable importancia del ahorro, a la par que se avance en la adopción de fuentes renovables de energía que garanticen soberanía.
Si a finales de 2021, para la generación y mantenimiento del Sistema Electroenergético Nacional se necesitaba de 250 millones de dólares anuales —que ahora deben ser más por los procesos inflacionarios globales y las interrupciones de las cadenas de suministros—, de ese dinero no se dispone en muchas ocasiones, por lo que resulta insoslayable la racionalidad en el empleo de los recursos.
Dentro de esos ingentes financiamientos, el diésel ocupa un lugar no despreciable, al ser el combustible más escaso y caro, además de necesario para cubrir la demanda durante los horarios picos. De ahí la urgencia de reforzar las medidas durante ese período. Un carburante que, ahorrado, también es vital para actividades como la agricultura o la transportación, que en nuestras condiciones sería más o menos sacar un poquito para lo imprescindible.
Y, aunque la provincia cumple sus planes acumulados de consumo de electricidad al cierre de marzo, y en lo que va de abril también se ajusta, sobre todo en los picos diurno y nocturno, ello no es razón para descuidar el control.
Precisamente, en las entidades e instituciones del Estado se mantiene un grupo de medidas como que todos los servicios deben tener planes, desplazar el riego agrícola y el consumo de las grandes industrias fuera de los horarios de 11:00 am a 1:00 pm y de 6:00 a 10:00 pm. Y las inversiones en pos de la eficiencia energética tampoco han de soslayarse en las empresas, incluyéndolas en sus planes, al representar reservas.
Pero en las casas, ¿qué más se puede hacer? Lo más sencillo sería, por ejemplo, que si cada uno de los más de cuatro millones de consumidores residenciales del país apagara una lámpara de 20 watts en el pico nocturno dejarían de generarse 288 megawatts/hora, y de utilizarse 86 000 litros de diésel para cubrirlo; a la que se le sumarían otras, de igual fácil cumplimiento. Aquella frase de que “pequeñas acciones hacen grandes diferencias”, por repetida, no deja de ser verídica.
Aportemos entonces desde casa en el ahorro de energía, de seguro la economía familiar y la del país se lo agradecerán.
Posted by ONURE on Wednesday, April 20, 2022