Archivo Creo que otro no podía ser el título de esta entrevista. Cuánto me hubiera gustado coincidir en el tiempo con este hombre, hecho, indiscutiblemente, para vivir entre consolas de audio y micrófonos. Cuánto no daría por haber tenido el privilegio de escucharlo hablar, de oír en su voz, en vivo y a todo color, la historia de su vida. Pero he debido conformarme con reunir papeles, grabaciones y testimonios para acercarme a él.
Pronto su ciudad natal quedó pequeña para todos sus sueños y aspiraciones. El niño que jugaba a la radio en la emisora que su papá le comprara, se convirtió rápidamente en excelente locutor y realizador. De Ciego de Ávila pasó a La Habana y de allí al mundo. Orlando Castellanos Molina (Ciego de Ávila, 24 de diciembre de 1930-La Habana, 19 de enero de 1998) dejó de ser exclusivamente avileño, para ser cubano y universal.
Esta entrevista apócrifa es el resultado de una búsqueda de testimonios, en la que fue de mucha ayuda su esposa y viuda, Virgen Gutiérrez. A ella, las gracias por dejarme entrar en sus recuerdos y en los de Orlando.
—Vamos a empezar por el principio. ¿Cuándo, cómo y por qué se le metió en el cuerpo el bichito de la radio?
—En casa siempre hubo un radio. Desde que tengo recuerdos, sé que había un aparato grande, precioso radio. No como estas cositas de ahora, que son muy útiles y cómodas, pero no… Entonces, aquel estaba casi perennemente encendido en casa, por ahí yo oía a Pablo Quevedo y muchos más. Fue cuando el espectro radiofónico era muy abierto, cuando casi no había plantas de radio, y las estaciones de La Habana, con una potencia pequeña, se oían perfectamente en Ciego de Ávila.
“Después vino jugar a la radio. Me aprendía los anuncios de memoria, me sabía las canciones y jugábamos a esto. Tomábamos una lata de leche condensada vacía y yo, con un clavo y un martillo, le abría huequitos y la clavaba a un palo de escoba; y después anunciaba lo que oía anunciar por la radio, naturalmente, y presentaba a mi hermana. Tocaba en el fondo de un taburete, acompañándola, y así hacíamos un programa en casa, para nosotros; pero eso era en juego.
• Orlando Castellanos. La pasión por la radio. Documento sonoro en el que se recogen entrevistas realizadas a este locutor, periodista y realizador cubano.
“Hasta que un día mi padre, que siempre fue amante de la publicidad y tenía un programa de radio dominical que patrocinaba su negocio, decidió comprar una estación. Aquel programa lo hacía como locutor un amigo que trabajaba en una imprenta, Manolo Cabrera. Un día llegó al restaurante del viejo y le dijo que estaba completamente afónico. Entonces se viró para donde yo estaba y sugirió: ‘Yo estoy seguro que Orlandito puede hacer el programa’. Mi padre me preguntó: ‘¿Tú te atreves a hacerlo?’. A los nueve años te atreves a hacer cualquier cosa y le dije que sí. Salí de la mano con Cabrera para el estudio de la CMJO, donde se trasmitía el programa…, y lo presenté”.
—Después de ese pinino, su padre compró una emisora. ¿Sabe qué motivos tuvo para hacerlo?
—Ese no era su negocio, su negocio eran cafeterías, restaurantes, bares. Pero mi padre compró una planta de radio para su nené, para su niño. La compró como quien regala a su hijo un tren eléctrico. Y era una planta de radio con todos los hierros, hablando en serio, en la que iban a ocurrir cosas tremendas. Tenía un director, noticieros, directores de programas, radio-novelas, episodios. Allí, en la CMJI, recuerdo a uno de los hombres que fue, en la radio cubana, precursor de los episodios radiales: Aramís Real, el creador de los episodios de Pepe Cortés.
—¿Tiene recuerdos, anécdotas de esa época?
—Tengo varias. Hay una cosa que no olvidaré jamás, y es que fue la CMJI, todavía en tiempos de mi padre, la primera emisora cubana que dio la noticia del ataque japonés a la flota norteamericana de Pearl Harbor. No es que estuviéramos detrás de la noticia. Por ser Día de Duelo Nacional, los 7 de diciembre la radiodifusión cubana recesaba en esa época. Y la CMJI aprovechó para hacer un arreglo en el trasmisor, algo que tenía que ver con una corrida de modulación; mientras se está probando en el aire, entra una planta de radioaficionado, que era la radio oficial del entonces director de Radio en Cuba, un comandante de apellido Govea, y él mismo, al micrófono, empieza a anunciar: ‘¡Por favor, atención, atención! ¡Salgan de la banda de 40 metros todos los radioaficionados! ¡En estos momentos está siendo atacada la flota norteamericana de Pearl Harbor por los japoneses!’.
“Como estábamos en el aire, aprovechamos y nos quedamos dando la noticia de Pearl Harbor. Después eso se reconoció públicamente en los periódicos en diciembre del 41”.
• Orlando Castellanos, la inmensidad de un hombre-radio
—¿Y qué tipo de programas hacía ese niño precoz?
—Programas infantiles, pero no programas infantiles de cuentos, sino programas con pretensiones intelectuales. Me acuerdo de El preguntón infantil. El programa lo escribía Pedro Margolles Valdés y yo preguntaba, era el animador.
"Un día que llovía torrencialmente no me pude comunicar con Margolles. Sin preocuparme poco ni mucho de que a las 8:00 de la noche tocara El preguntón infantil, salí de la escuela, me fui a mi casa y me puse a escribir las preguntas. Uno de mis, vamos a decirle, ‘clientes’ era Eddy Martin.
“Eddy concurría mucho al estudio, siendo un niño él también, a contestar preguntas. Y nadie me revisó las de aquella noche, ni Margolles. Empieza el programa y pregunto cómo se llama la boca de los volcanes, y veo una mano por allá que se levanta. ‘A ver, ¿cuál es su nombre?, ¿y su escuela?’. Y luego, ‘¿cuál es la respuesta?’ Y me dice: ‘Cráter’. Y yo: ‘No, no, se parece un poco, pero no’. Veo que se forma un revuelo en el estudio y miro a través del cristal de la cabina de Margolles, que me hacía señas desesperadas; y yo: ‘¡No es cráter!, se parece mucho. Le voy a contar hasta cinco’ y dice de nuevo que es cráter y yo le digo que no, que es…, ‘¡Carter!’. Creo que fue mi primera gran metedura de pata”.
—Sé que febrero ha sido para usted algo así como el mes de la suerte. ¿Por qué?
—En febrero me han ocurrido cosas muy buenas. En ese mes de 1945, el día 15, mi padre vende la emisora y, al día siguiente, empieza mi vida profesional, en serio, en la CMJO.
“También en febrero, pero del año 1960, comencé como director de programas de la Cadena Nacional de Unión Radio. Estando allí me llamaron de Progreso para hacer un noticiero en la mañana, como locutor, y trabajé también en el programa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias para Radio y TV, con Violeta Casals, Miguel de la Guardia y Julio Batista, por Radio Rebelde y el Canal 6 de la TV. Así estuve hasta febrero, ¿te das cuenta?, otra vez febrero. En esa oportunidad me llamaron de lo que iba a ser la Onda Corta Internacional Radio Habana Cuba. Adivina en qué fecha empecé… ¡el 1ro. de febrero de 1961! Tuve el privilegio de inaugurar la onda corta en Cuba”.
—Si bien usted ya tenía una trayectoria en el medio, fue Radio Habana Cuba la emisora que lo dio a conocer dentro y fuera del país, sobre todo, a través del programa Formalmente Informal.
—Formalmente Informal era un sueño viejo, que yo tenía desde Ciego, y quise hacerlo varias veces, pero costaba mucho trabajo. Hasta que se me proporcionó la oportunidad en el año 1971. En Radio Habana Cuba me pidieron un proyecto y entonces lo presenté. El nombre no es mío. Yo lo que decía es que quería un programa que no me amarrara como un cartabón, del que yo no me aburriera en tres meses. Donde pudiera hacer una cosa hoy y mañana fuera una cosa totalmente diferente.
—Hay quienes especulan sobre la cantidad de entrevistas que ha realizado. Entre tantas, debe haber una que lo haya marcado significativamente.
—La entrevista que más me ha marcado, por una serie de razones, es la entrevista con Ignacio Villa, Bola de Nieve. Tal vez no sea la más redonda, la más completa, pero fue la circunstancia, el momento. Fue esa la entrevista que me lanzó a la popularidad. No fueron las preguntas, como siempre, fueron las respuestas. Era el inicio de un nuevo programa, yo quería que fuera el Bola. Y, lamentablemente, fue la última entrevista que se le hiciera.
—¿Qué consejos daría a quien se acerca a la radio como locutores y/o entrevistadores?
—Es gracioso, no sabes la cantidad de veces que yo he hecho esta misma pregunta. Pero entiendo que ya tengo edad como para que me la hagan a mí. Le diría, primero, que se fije bien si le gusta, si quiere esta profesión. Y si está convencido, entonces que trate de hacerlo lo mejor posible, que trate de hacer un trabajo creíble siempre, limpio. Que lea y escuche a los demás. Y, sobre todo, que siempre salga a trabajar con el amor y el empeño del primer día.