La Feria en cuatro voces

Imagen 2.0 quiere contar la fiesta de los libros desde la visión de algunos de sus protagonistas en Ciego de Ávila

Podemos abrir una hoja de Excel y sumar quioscos, cantidad de ejemplares, personal encargado de la venta, número de presentaciones, áreas, artistas invitados...

Podemos calcular la Feria del Libro en cifras y al acabar no sabremos lo que es la Feria en sí.

Una Feria nunca es la estadística. Nunca es la suma de títulos nuevos. La Feria del Libro está pensada para ser de los acontecimientos culturales más importantes que tiene la vida espiritual de su pueblo. Y si para alguien tiene una significación cimera, debe ser, entonces para sus escritores.

Imagen 2.0 lo sabe, y trata de contar la feria desde esas voces, en muchos casos, protagónica.

 larry Larry Morales

Muy temprana es la historia personal de Larry Morales y la Feria. Nada menos que a su primera edición (1982), cuando no era La Cabaña sede aún, llegó su texto El jefe del Pelotón Suicida, editado por Unión.

“Significó mucho; de ahí surgieron propuestas de publicación hasta en otros países. Otro libro mío promovido por la Feria fue Enrique Varona, el líder de las mil huelgas (Letras Cubanas), premiado en el Concurso 26 de Julio; también fueron presentados en estos eventos, todos en La Habana, los libros El Gallo de Morón, Tirarle piedras al mar y Máximo Gómez al oeste de la Trocha”.

Sin embargo, insertarse en el mercado no ha sido producto solo de su promoción en las ferias. “Eso ha resultado de otro proceso. Insertarse no es suficiente para vivir del oficio, incluso, ni en el mercado internacional, a no ser que tengas suerte de hacerlo a través de grandes editoriales o caigas en las manos de un agente literario capaz de convertirte en una estrella”. Es Larry, en efecto, un autor publicado y de prestigio, con un público que acepta y hasta agota las tiradas. Sin embargo, su respuesta es firme, gráfica: “Mira, he publicado libros en México, Italia, Argentina, España, Estados Unidos, y, si no tuviera un trabajo estable, me hubiera muerto de hambre”.

Lo que sí es la Feria, con un mérito incuestionable para Larry, es un espacio de intercambio con otros escritores. Conocerse y compartir es importante.

Nos deja con una reflexión: “No se puede equivocar ni tergiversar el sentido de las ferias. A veces, les damos más importancia a las actividades colaterales que al libro y al autor. A veces, la fiesta y la pachanga se imponen a las actividades de pensamiento, a los talleres, a las presentaciones. Tampoco se puede politizar tanto una Feria del Libro, y no dejo de reconocer que es un acontecimiento político, pero tiene que ser, en esencia, y por sobre todo, literario”.

 llamil Llamil Ruiz

Si algo no planeó Llamil fue ser escritor. La literatura pasó de vocación interna, escondida, a un verdadero regalo cuando la vio florecer en forma de carrera profesional. Y puso, más de una vez, sus esperanzas en la Feria, en ocasiones frustradas, porque “algunos títulos que he publicado simplemente no llegan y no existe el modo de promoverlos”. Eso, en medio de un “mercado literario” casi inexistente, que tiene las ferias como puntos álgidos, una vez sorteado el largo camino hacia convertirse en autor publicado.

—¿Alguna anécdota de ediciones pasadas que tengas en mente?

—Sí. En la primera Feria del Libro a la que asistí como invitado, en Ciego de Ávila, Alberto Fernández Pena me entrevistó en vivo, por medio de un remoto de Radio Surco que transmitía desde el bulevar. En ese momento me preguntó cuál era mi mayor deseo como escritor y yo le respondí que trascender. Es tal vez uno de los resortes que mueven a los escritores, y a lo que el sistema editorial no ayuda mucho. Entonces llegó la pregunta-trampa (un nocaut rotundo): “¿Consideras que vas camino a esa trascendencia?” Obviamente, me quedé congelado. No supe qué responder. Y, como siempre me tomo mi tiempo para analizar determinadas cosas, la respuesta se me ocurrió dos o tres meses más tarde. Debí decirle: “Pregúntame dentro de 200 años”. Pero no se lo dije.

 

Lioneski Lioneski Buquet

Para Leo Buquet, como le gusta que le llamen, la Feria del Libro se puede resumir en la dicha de haberle firmado su primer libro, “mi libro”, a Rubén Rodríguez, “y él con tremenda humildad”. Es también la hermandad con otros escritores, cuando se comparte hasta habitación.

La Feria, afortunadamente, sí ha sido un espacio para promover su obra literaria. En esta última, que acabó hace apenas días, sus textos, premiados, promovidos por la Asociación Hermanos Saíz, editados fuera de la provincia, en papel o en formato digital, encontraron siempre una “esquinita” para mostrarse al mundo. “Te da la posibilidad de llegar, de ver, de visibilizarte, de conocer y de que te conozcan”.

Leo logró, joven aún, ser publicado. Y el camino parte de llegar a un taller literario, leer, pulir, estudiar, y ya luego escribir. Afortunadamente, otra vez, llegó a esa primera meta. “Puede ser más difícil para los jóvenes que comienzan, pero lo que lo hace más fácil es el oficio”.

 eduardo Eduardo Pino

No es nostalgia, sino la visión de quien conoce el sistema editorial por dentro, lo que motiva las opiniones de Eduardo Pino.

El poeta, el idealista, el que escribe con ojos líricos la realidad menos épica, tiene juicio suficiente para valorar cómo, hace unos años, la Feria “sí era un espacio de promoción efectivo para los escritores avileños”. Y no es la voluntad de los escritores, editores y libreros que ya no lo sea tanto. “Escasean mucho los insumos. Por ejemplo, yo tenía tres libros planificados para presentarlos y promoverlos en esta Feria, y ninguno pudo salir”.

Casi todos sus libros de poesía, hasta esta edición, como Peces de bajo fondo o La subasta del miedo, y otros infantiles como No todos los príncipes son azules, y Una mentira muy gorda y otra muy flaca, no solo se han promovido aquí, sino que “han ido a otras ferias, Cienfuegos, Camagüey, y la Feria Internacional del Libro en La Habana”. La Feria, para él, “es más un espacio para socializar que otra cosa”. Así ha podido, por ejemplo, entrevistar a Lina de Feria, “una de mis grandes poetas, de mis grandes referentes”, o conocer en Holguín a Delfín Pratts, o ver a viejos amigos “que hace rato no vemos”.

Y es, también, un medio para insertarse en el mercado literario, aunque no se pueda “vivir del oficio”.

Es lógico, debiendo tanto a la literatura, que el devenir de la Feria le preocupa. “Tiendo a pensar que pronto serán más los libros en formato digital que en papel. Y eso puede llevar al cuestionamiento de si vale la pena hacer una Feria del Libro, con los gastos y recursos que conlleva, para presentar libros solo digitales. Habría que ver qué pasa, porque hacia ahí vamos”.