Marina Samuel, nuestra Gacela

marinaPeriódico AdelanteLa sonrisa, casi perenne compañía en el rostro de MarinaLos epítetos suelen establecerse por causa de asociaciones lógicas. Ella no era la vigésima descendiente de una prole que llegó a 22 vástagos, ni había tenido que cargar en su niñez con un aparato ortopédico en una torcida pierna izquierda, tampoco había sufrido las brutales consecuencias de la poliomielitis, pero, al igual que la tricampeona olímpica de los juegos estivales efectuados en Roma, en 1960, provenía de una familia campesina y pobre, y la distinguía la agilidad al desplazarse.

Aunque el periodista no puede afirmarlo de modo categórico, parece que a La Gacela de Morón el sobrenombre le llegaba a consecuencia de la fama de una contemporánea: Wilma Rudolph, identificada como La Gacela Negra, imbatible esprínter en las finales de 100 y 200 metros planos e integrante del relevo estadounidense que en la capital italiana estableció récord mundial y olímpico en 1960.

LA ARRANCADA

Si bien Marina Samuel Noble vio la luz en una colonia cañera del central Punta Alegre, el 14 de diciembre de 1947, sus progenitores, Alfredo y Luisa, se trasladaron a la ciudad de Morón, y allí cursó estudios la niña.

Años después, un profesor de Educación Física apreció las potencialidades de la estudiante de tercer año de la Enseñanza Secundaria y le propuso dedicarse al deporte. Bien pronto, la futura estrella demostraría que el docente había dado en el blanco. En la Secundaria Básica Félix Triana Terry invertiría apenas unos meses para familiarizarse con los saltos y carreras.

A fines de agosto de 1963, el hervidero deportivo en que se había transformado el país tiene su mejor confirmación en la versión inaugural de los Juegos Escolares Nacionales. Marina viaja como parte de la escuadra de Camagüey a la capital del país. En el estadio Pedro Marrero deslumbra como pocos, no solo emerge como reina en los 60 metros planos y el salto largo, también integra la posta femenina triunfadora en el relevo corto. En las tres ocasiones firma marcas del país para la categoría Sub 16 años. Eran los primeros éxitos de una trayectoria que abarcó un decenio de importantes resultados en Cuba y el exterior.

ANTE EL CAJÓN DE SALTO

De pequeña estatura (1.57 metro) y peso corporal (53 kilogramos), Marina despuntaba tanto en el área de velocidad como en el salto de longitud, pero los estrategas del Deporte Rey optaron por especializarla en este último evento. Su progresión no se hizo esperar, al punto que, en 1966 era una de las principales exponentes de la Isla.

Así se explica su inclusión en la Delegación de la Dignidad que, a mediados de ese año, hizo valer el derecho de Cuba de asistir a los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, efectuados en San Juan, Puerto Rico, pese a las presiones, chantajes, agresiones e intentos de secuestro de quienes pusieron en alto el honor patrio a bordo del buque Cerro Pelado y en los escenarios boricuas.

De Marina solo podía esperarse una actuación discreta; se ubicó séptima entre 13 concursantes mediante un estirón supremo que los jueces marcaron a los 5.23 metros de distancia, pero el título quedó en manos de su compañera de selección Irene Martínez (5.87).

Vendrían temporadas en las que coterráneos y Cuba en general disfrutaría de su gradual asalto a las cimas de la prueba. En julio de 1969, con un registro de 6.15 metros no solo ascendía al segundo escaño del ranking histórico nacional. Tal resultado le reportaba la medalla de oro en el Meeting Internacional de Munich, República Federal Alemana, y la posición cimera en esta prueba de campo en el escalafón anual de Cuba.

Con su récord personal en la ciudad bávara, Samuel Noble apenas era aventajada por Irene, quien se había estirado hasta los 6.33 metros en 1967, al tiempo que desplazaba a la tercera posición a Marcia Garbey, la que había conseguido en par de ocasiones un mejor brinco de 6.14, en 1968 y un año después.

Al cabo de un mes, la moronense confirmaría su clase en el II Campeonato Centroamericano y del Caribe de Atletismo. Entonces lideraba a las saltadoras de la región con un mejor brinco de 6.08 metros, también primacía para el evento que dejaba atrás la establecida por Irene Martínez (5.65) en el certamen inicial.Como en otras porfías en el trascurso de su vida deportiva, emergió ganadora luego de una tenaz batalla con su compatriota Marcia Garbey, a la cual apenas adelantó por un centímetro. No siempre lograría doblegarla.

PARADOJAS DE UN RÉCORD

De cara a la siguiente edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la mayor de las Antillas exhibía un potencial que presagiaba un resultado colectivo inédito. Y así fue. En el flamante estadio Revolución, Samuel logró un primer intento válido de 6.24 metros, récord para estas citas multideportivas que perduraría al término de la disputa, pues el excesivo aire a favor impidió homologar otros saltos aún más largos. También el 6.24 de marras encabezaría el ranking anual de la especialidad en Cuba, paradójicamente, no le alcanzaría a Marina para agenciarse el cetro del área.

Al término de la disputa fue a su pecho el premio de plata, mediante un estirón aún más amplio, que se extendió a 6.31 metros en la segunda oportunidad. En esta prueba las de la isla mayor del Caribe coparon el podio, toda vez que Marcia Garbey se tituló con 6.60 y Míriam Pupo se anexó el bronce con 6.00 metros, las tres beneficiadas por la velocidad del viento en el sentido de la carrera de impulso y el salto posterior, superior al límite permitido de dos metros por segundo.

El tope regional de Marina borró de los libros el implantado por su compatriota Irene Martínez en 1966 y se mantuvo hasta la siguiente edición, cuando Garbey refrendó su hegemonía con brinco de 6.48 metros.

marina1Con el número 343, subcampeona en Panamá

Marcia y Marina suscribieron ese mismo año otra disputa, aún más reñida, en los VI Juegos Mundiales Universitarios. En Turín, Italia, se situaron en los puestos cuarto y quinto, respectivamente. Garbey clavaba los pinchos a los 6.17 metros, en tanto la moronense se situaba a continuación con un tope inferior en cuatro centímetros al de su compatriota.

La escena quedaba lista para el principal compromiso atlético del deporte cubano en el siguiente año.

EN EL VALLE DEL CAUCA

Sin tener conciencia de ello, la pequeña, pero corajuda morena guardaba su última actuación de relevancia para el estadio Pascual Guerrero, sede de las pruebas de atletismo de los VI Juegos Deportivos Panamericanos.

En la acogedora urbe colombiana de Cali, capital del departamento Valle del Cauca, Brenda Eisler, de Canadá, devino monarca con un brinco de 6.43, récord hemisférico, superior en ocho centímetros al mejor resultado de la brasileña Silvina Pereira da Silva, pero Marina completaba el ansiado podio con un mejor intento de 6.14 metros.

En la siguiente temporada, mientras se alistaba para hacer realidad el sueño de asistir a unos juegos olímpicos (en Munich, República Federal Alemana) sufría una lesión que la obligaría a retirarse del deporte activo.

Tras el obligado retiro del deporte activo, le restaban otras satisfacciones. Se consagraba al magisterio como profesora de Educación Física y entrenadora. En el equipo nacional juvenil de atletismo, sus atletas lograron resultados de relevancia internacional. Tuvo el mérito de guiar al estrellato al primer saltador cubano que rebasó los ocho metros: David Giralt, y a la multipremiada Eloína Echeverría.

La más grande de las saltadoras en la historia del atletismo avileño, falleció el 8 de noviembre de 1997 en La Habana. La Escuela de Iniciación Deportiva Escolar de Ciego de Ávila, que abrió sus puertas el 1ro. de octubre de 1990, lleva su nombre. Llegar tan lejos como Marina, dentro y fuera de las aulas, siempre será un reto.


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