El canto de un gallo común puede superar los 140 decibelios, según dicta la ciencia. Pero los del Gallo de Morón, esa escultura grandilocuente de Rita Longa, tienen la magia de albergar la historia de una ciudad que, durante muchos años, marcó el ritmo cotidiano a partir de su entonación. De esa y otras historias sabe muy bien el vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca, cuando en un recorrido el pasado 24 de agosto dijo que “el Gallo tiene que volver a cantar”.
Aunque los eventos meteorológicos, sobre todo el binomio lluvia-viento, corroen los materiales que conforman el conjunto escultórico que está a la interperie, también la desidia ha puesto al descubierto la falta de gestión y mantenimiendo de quienes debieran cuidar y conservar el patrimonio material. Directivos y trabajadores de la Empresa de Servicios Comunales, hace poco más de una semana, acometen reparaciones para un nuevo brío.
“El objetivo es sustituir los materiales dañados, dar mantenimiento al sistema técnico, reponer luminarias, poner en funcionamiento el reloj digital y rescatar los mecanismos tecnológicos para que el Gallo recupere su cantío tradicional”, explicó a la ACN Miguel Ángel Morales López, directivo del servicio.
En la torre ubicada en el conjunto escultórico hay una tarja, cuyo texto dicta: “Este gallo, bravo en la pelea, expresa el espíritu de lucha de nuestro pueblo en la defensa de su soberanía, por lo que deviene símbolo revolucionario y socialista de nuestra ciudad”. Cita de quien fuera ministro de Cultura, Armando Hart, en la reposición del 2 de mayo de 1982, y que tiene hoy el reto, sobre todo, de ser palabra viva como recordatorio de los valores culturales que un pueblo no puede dejar perder.
¿Cuántas veces tendrá que ser restaurado? Un reporte del diario Granma de 2004 anunciaba que “los trabajos incluyen la reparación de la cúpula de la torre, la colocación de 17 altavoces con una potencia de 300 Watts”. Otro de 2013, por citar dos ejemplos, enunciaba algo parecido: “los trabajos se encuentran entre los más complejos realizados hasta ahora e incluyen el desarme y posterior alistamiento de la cúpula de la torre donde se encuentran instalados los sistemas de luces y audio, de ahí la necesidad de la utilización de grúas, andamios especiales y otros elementos necesarios para acometer la reparación”.
Los lapsos, sumando el de este 2021, evidencian que no es necesario esperar a reparaciones totales, con gastos que pueden cosificarse, en su mejor acepción, si tan solo de manera sistemática se destinaran recursos del monto del presupuesto previsto para el desarrollo local a “pasarle la mano”. Esperemos que no sea una acción única y el deber no sea esporádico.