Pretexto para hablar de son

Que Andrés Hernández Font haya merecido la distinción César Alberti no es el inicio de la historia, sino más bien el final. Si se quiere, el inicio es la declaración del 8 de mayo como el Día del son cubano, anuncio hecho este primero de octubre, tras varios años de activismo por parte de Adalberto Álvarez. 

Al tanto de la buena nueva, la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos, Musicávila, salió en busca de un sonero avileño de tradición, y encontró en Andresito, uno de los más viejos cultores del género. Aunque lo de viejo lo dice el mismo, para disimular lo expresado desde la página de Facebook de la institución: que se le reconoce su vida y su obra.

La Empresa de la Música y de los Espectáculos reconce la vida y obra de Andrés Hernández Font. Por su intensa labor en...

Posted by Comunicador Musicávila on Monday, October 12, 2020

No obstante, la tradición sonera es la verdadera raíz de esta noticia, y Andresito puede rastrearla hasta su abuelo Agustín, hijo de esclavos pero libre, bien libre, cuando hacía música. "Aunque la zona entre Placetas y Remedios, donde nació mi abuelo, no es cuna del son, la ola que surgió en Oriente invadió todo el país", explica. Y llegó hasta el central de Pina, en 1937, inundando la trompeta de Agustín, que vino a trabajar como peón de batey a tierras avileñas ("peón de batey es como decir trabajador de comunales hoy en día, porque en aquella época los centrales eran como el gobierno", aclara), pero en las noches iba a animar bailes para llenar el bolsillo y el espíritu.

"Mi papá siempre fue sextetero, así que el primer formato musical que vi fue el sexteto, y el primer género, el son". Constantes visitas de músicos, ensayos, apenas dos discos para bailar en las tardes de domingo (con la Aragón, por supuesto), y ocasionales escuchas a Los Beatles terminaron de conformar lo que fue su escuela.

Ya Invasor había llamado a Andresito "una universidad con piernas".

El resto de la historia él la cuenta al dedillo, porque la vivió: después ya no hubo más Beatles, "fuimos invadidos por música española de dudosa calidad", surgió la nueva trova ("que invitaba a pensar"), y fue opacada por la música de la llamada década prodigiosa ("que no invitaba a pensar").

Lo comercial empezó a opacar a las Mercedes Sosa y los Atahualpa Yupanqui; "dejamos de ser de los más fuertes emisores de música del continente" cuando Estados Unidos se llevó todas las disqueras; y de pronto, "Oscar de León y el boom de la salsa de los emigrados en los Estados Unidos nos pusieron a bailar con nuestra propia música, con la que no estábamos haciendo". El son, en resumen, dejó de ser un fenómeno de grandes multitudes en la Isla que Elena Burke estremecía con su Son entero.

— ¿Qué queda por hacer entonces? ¿Qué necesita el son cubano más que una fecha en el calendario?

— Lo de la fecha es una victoria pírrica. Sí, el 8 de mayo se va a hablar muchísimo de son, pero aún no tenemos un festival nacional dedicado a él, tenemos clubes de la década en casi todas las ciudades, y desconozco de un club sonero. Si usted busca a las mejores cantantes femeninas de la región casi todas van a ser norteamericanas, y no se menciona siquiera a Celia Cruz; y si va a algún hotel cubano, de son oye muy poco más que el Chan Chan.

Es cierto. Una búsqueda en Google devuelve noticias sobre el festival del Changüí, de la Salsa o del Nuevo Cine Latinoamericano. Y si intenta con "los sones cubanos más famosos", las listas no son elaboradas por sitios cubanos.

Aún así, vale la pena acercarse a una, para disfrutar. 

"Si analizamos los catálogos de las instituciones musicales, es fácil apreciar la cantidad de agrupaciones de pequeño formato que rinden culto al son. Sobre todo, si estas empresas están ubicadas en territorios con determinada afluencia turística.

"Cualquiera que haga un simple análisis verá que, por regla general, cada uno de estos formatos posee similar repertorio. Sin demeritar las obras clásicas, todo se limita a complacer el gusto de los visitantes, dicho de otro modo, a lo comercial. Se repite el mismo arreglo (original o no), dando como resultado que, cuando se escuchan 15 agrupaciones, uno sea incapaz de notar diferencias."

Así reflexionaba él en un post de Facebook donde 45 comentarios de otros músicos, periodistas y amigos le daban la razón. "Es casi irrisorio que en la programación cultural de los hoteles haya una Noche Cubana, si cubana debería ser la semana entera, con excepciones", agrega a Invasor.

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— Entonces, ¿cuál es la esperanza?

— Hubo un momento muy provechoso y fue el resurgir del son y el bolero —si el son es el padre, el bolero es la madre de la música cubana, se podría añadir—, que fue con la mundialización del Buena Vista Social's Club, un proyecto que reunió intención y dinero para regresar a buscar la música de los años 1920 hasta 1940. A partir de ahí los turistas vinieron buscando el Chan Chan y lo que les vendió el Buena Vista, pero hubiera sido un buen momento para venderles lo otro también.

"Los proyectos soneros son algo más costosos y la preferencia de los jóvenes marcha por otros derroteros.¿Acaso eso no pasaba en los ´50? A esta Isla llegaba todo del mundo. Tango, balada, jazz, rock... Sin embargo, los soneros no claudicaron ante la avalancha. La madre de las orquestas cubanas, Aragón, es el mejor ejemplo."

Tres puntos de partida pudieran ser provechosos: las academias, el compromiso institucional y personal, y mejor uso de los espacios de que disponemos. "¿Dónde escuchar música autóctona (son, rumba, punto cubano) si no es en lugares de afluencia turística? ¿Qué lugar ocupa, en los planes de estudios de nuestras academias, la música popular cubana?"

Por ahora, va siendo buena señal que el día del son y la César Alberti nos lleven a preguntarnos: ¿Acaso no es tan clásico Matamoros como Beethoven?


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