Llamil Ruiz: "La literatura estuvo siempre"

Invasor conversa con el escritor avileño acerca de su vocación artística y sus planes de seguir creando.

Te dicen que Llamil Ruiz González, escritor y periodista avileño, es también licenciado en Bioquímica, y lo primero que piensas es que no debió ser bueno. O que estudió por llevar un título de vuelta a Pina, después de que tanto le costara a su madre que se le hiciera científico en pleno Período Especial.

Pero no. Son de caerse para atrás sus recuerdos del Centro de Ingeniería Génetica y Biotecnología (CIGB), en el equipo que empezaba a trabajar en la obtención del interferón. Remata con viajes de trabajo a Londres y un doctorado en Ciencias Farmacéuticas que hoy prestigia un centro de trabajo tan dispar como la emisora Radio Morón.

La decisión que le hizo volver a Ciego, dedicarse a escribir y darle un giro de 180 grados a su vida hay que tomarla como un giro argumental que provoca, 13 años después, que Llamil se siente en los sillones del segundo piso de Radio Morón para dar una entrevista que argumenta con vehemencia por qué la literatura nunca fue una ocupación de segunda.

Para él no tiene nada de raro, porque hay, al parecer, una extraña inquietud literaria en los bioquímicos. Incluso, en el CIGB tenían un boletín literario, al que un día llegó de invitada una editora que le dijo, después de leer sus cuentos, "dedíquese a la poesía". No le hizo caso alguno.

Hasta el sol de hoy ha publicado, casi siempre, narrativa, principalmente para niños. La poesía sigue siendo para Llamil un ejercicio íntimo, de soledad, como, al fin y al cabo, es cualquier relación con la literatura.

Por los Versos Sencillos de José Martí fue que empezó todo. "Yo tenía una edición que también tenía los Versos Libres, pero yo no me entendía con ellos, porque era un niño de ocho o nueve años y no les encontraba musicalidad".

Después descubrió la biblioteca. Él vivía en Cacahual, Ciro Redondo, y era su mamá quien le hacía de mensajera de libros. "Recuerdo que me encontré un libro ruso con un personaje que se llamaba Robinson Cucurusoe." La primera vez que lo pidió su mamá le llevó Robin Hood. La segunda, Robinson Crusoe. Como quien no quiere la cosa, Llamil acabó descubriendo los libros de aventuras que le acompañarían en la adolescencia.

"Sí sé que la primera vez que escribí fue a los 11 años. Tú sabes que a esa edad mandan a hacer muchas composiciones. Un día yo estaba escribiendo una, sobre un parque creo, y de pronto me empezaron a salir rimas."

— ¿Y tu familia cómo lo veía?

— Mi abuelo es al que recuerdo más contento. Yo tenía una carpeta de diplomas que él le enseñaba a todo el que llegara a la casa. En aquel momento para mí eso no era importante. Pero ahora me doy cuenta de que estaba orgulloso.

— Entonces, ¿seguiste escribiendo a partir de ahí?

— Bueno, cuando entré a la vocacional releí lo que tenía escrito y me dio tanta vergüenza que lo quemé todo. Ahora me arrepiento de eso.

Ese fue un pequeño receso hasta que sucediera lo obvio: "Me enamoré y empecé a escribir como un demente. Eran cosas románticas, existenciales, patrióticas".

Lo que viene ya está dicho. De no saber qué estudiar hasta enamorarse de la Bioquímica. Ir para La Habana. Quedarse allá, en un centro de investigaciones que era (y es) la "tacita de oro" de este país. Pisar el primer taller literario tarde, a los 25. Deslumbrarse con Eduardo Heras León y Ana Lidia Vega Serova. Volver en 2007 a empezar de cero.

Y si alguien puede llevarse el mérito de ganarnos un escritor a la provincia es Félix Sánchez, y su taller Compay Grillo. "Eso me cambió. Empecé a escribir con más seriedad, y a estudiar, porque trabajaba como asesor literario en la Casa de Cultura". También el taller Javier Heraud.

Sobre estos temas lea en Invasor.

Un día, de esos insoportables que dedicamos a colas y trámites, Llamil se sentó a esperar en el largo portal de la televisión moronense. Y, por supuesto, aprovechó para leer. Al lado suyo alguien le preguntó: ¿qué lees? Era Ibrahim Doblado. Otra luz para los caminos de Llamil.

El sitio de promoción literaria Claustrofobias me convence de mencionar el premio del Concurso Nacional Casatintas (2009), aún más meritorio si se piensa que fue apenas dos años después de dedicarse de lleno a escribir. La lista incluye muchos más, que él ha considerado la “vía más expedita para publicar”.

Más sobre este tema en Invasor.

Ahora intenta devolver el gesto. "Cada vez que me encuentro con alguien interesado en la literatura trato de ayudar. De revisarle, de animar. Porque yo nunca había ido a uno, por desconocimiento, y muy poca gente tiene interés en dedicarse a la literatura."

Poca gente tiene el suyo, también. Trabajar como periodista radial y director de programas televisivos compite con las cuatro novelas "en primera versión" que se le amontonan, o con la que tiene casi lista en la cabeza. "Uno no puede hacer como García Márquez y olvidarse del mundo por un año, porque hay que comer. Yo creo que no me va a alcanzar la vida para todo lo que quiero escribir." 


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