Frank Delgado, irremediablemente contemporáneo

El concierto de Frank Delgado en el Mulato Acelerao de Ciego de Ávila, este 9 de febrero, fue sencillo, pero impactante

A pesar de que empezó con una hora y media de atraso y sin explicaciones, el concierto de Frank Delgado en el Mulato Acelerao de Ciego de Ávila fue sencillo, pero impactante.

En declaraciones breves a Invasor, el trovador habanero dijo “se han cumplido mis expectativas con este concierto. Desde el 2023 estoy con voluntad de regresar a esta ciudad, y fue bueno comprobar que todavía hay gente que escucha mis canciones y sin censurarme”.

Mas, este patio, un nueve de febrero, fue el escenario ideal para corroborar dos cosas. Primero, que no es necesario un aparetaje de audio, agrupación, ni espectáculo, para que un músico conecte con su público; y, segundo, que las canciones de Frank Delgado siguen teniendo vigencia. 

Ante un público que no pasaba de las 300 personas, y con solo su guitarra y de pie, este trovador estuvo dos horas y algunos minutos, cantando para jóvenes que oscilaban desde los 16 años, y hasta los que ya pasaban los 40.

No solo le pedían canciones como Trovatur, Tumba francesa, La otra orilla, Embajadora del sexo, Cuando se vaya la luz mi negra, sino, también, le gritaban frases de cariño y hasta insinuaban saber lo que iba a hacer en el escenario.

En los minutos finales, uno de la fanaticada hasta se subió a escena para tomarse una selfie con él.

¿Cómo consigue una canción llegar a tanta gente y de generaciones tan distintas? Siendo irremediablemente contemporánea. Y que, sacada de su contexto iniciático, no quede ajena en contenido y forma, a lo más actual. Y, sobre todo, siendo genuina.

Así son, en esencia, sus canciones. 

El público estuvo todo el tiempo conectado con la magia trovadoresca de Frank

A Frank le bastó tocar Mi mapa, por ejemplo, para que el público cayera rendido a sus pies. Todavía, en estos tiempos de mediocridad artística, hay quien se “derrite” cuando alguien le declara que “te has convertido en mi mapa”.

Lo hizo de manera magistral. Con una ejecución de la mano derecha en la guitarra, que muchos envidiarían con todo y los años. Limpieza en la zurda a pesar de los dichosa cejilla que se antojaba en perderse de bolsillo en bolsillo.

Además, la capacidad de modular entre acordes para acomodar, en vivo, la tesitura vocal en distintas partes de la canción, porque los años no pasan por gusto.

Su voz sigue teniendo toda la fuerza y clarinidad de hace cuarenta años.

Y Frank consiguió conectar con su público desde el mismo minuto que subió a escena con su vestimenta negra, y su banderita cubana a la zurda.

Eso se logra con canciones hechas desde el pensamiento y la anécdota más cotidiana. Desde la angustia y la ansiedad amorosa, y desde lo que generan las crisis económicas también.

El trovador no ha dejado de ser de su tiempo; de seguir dibujando la realidad que vivió y que vive a diario, con cada canción. No ha dejado de ser de la segunda generación de Los Topos, junto a Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso.

El patio del Mulato Acelerao es referencia en cuanto a ofertas y buen trato.

Desde Osvaldo Cabrera García, hasta el operador de audio, camareras y equipo de security, invitaban al disfrute con un nivel de profesionalismo que rayaba en lo majestuoso. Y aunque las ofertas gastronómicas no fueron abundantes, el público se veía como en un ensueño.

Con este concierto de Frank Delgado quedó en evidencia que este trovador la “puso” y la “puso” bien para sus espectadores que se reencontraron consigo mismos, en cada letra, y en cada historia cantada.