El bucle melodioso de Efrén

Lázaro Efrén Álvarez de Ávila tiene apenas medio siglo de vida y lleva casi toda preservando discos de acetato que le duplican la edad. De una de las mayores colecciones de Cuba, hablamos

Siete años le bastaron a Lázaro Efrén Álvarez de Ávila para contraer, de forma incurable, los dos amores más grandes de su vida. El primero, su padre. El segundo, la música. En 1978, el destino decidió que era la hora de partir de un melómano, padre y esposo amado; y entonces Lázaro se quedó solito, al lado de la victrola, con un disco de acetato entre las manos.

“Yo amaba a mi padre. Era mi guía en todo. Y me imagino que cuando lo perdí, siendo muy pequeño, empecé a escuchar la música que a él le gustaba, para recordarlo, porque lo extrañaba”.

Aquel hombre ya guardaba en los anaqueles del comedor unos 500 discos. “Los compraba por catálogo, de disqueras enteras, de tanto que le gustaba la música”. Era el héroe de novela romántica que llegaba a casa y cambiaba la rutina de funcionario serio (contador) por la pose de soñador, sentado en el sillón, oyendo al boricua Daniel Santos y la Sonora Matancera con aquel tema enjundioso que se quedó para siempre en la memoria popular:

Mira qué cosas tiene la vida, caballero.
Ayer pasando yo por Neptuno y Braga,
un cubano se acerca a otro y le dice:
¿Qué hubo, chico? ¿Cómo estás?
Y el otro le dice:
Pues aquí en el tíbiri, ¿y tú?
Yo aquí, en el tábara.
Y como quiera que le ponga, es el tíbiri tábara.

Muchos años después, cuelga la carátula de un disco de Santos en la pared del cuarto de Lázaro, una habitación a la que él llama “su museo”. Sobresale entre un orden abigarrado y grandilocuente que clasifica entre cuatro paredes, cámaras fotográficas, un proyector de cine silente, fotos de artistas, recortes de cualquier periódico donde lo mencionen, premios, recuerdos, cedés (CD) y, por supuesto, vinilos.

Cualquiera lo llamaría “decoración vintage”. Para Lázaro no tienen nada de vintage. Son objetos vivos. Una colección catalogada, organizada y protegida de la boca famélica del tiempo.

 reliquiaCada objeto antiguo es aún funcional

¿La pieza central? Más de 500 discos de vinilo LP (long play o larga duración) de 78, 45 y hasta 35 revoluciones por minuto, que le han regalado las mayores alegrías de su vida. Tener una foto de la inmensa Rosita Fornés firmada por ella. Ser miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Unión de Historiadores de Cuba, la Fundación Nicolás Guillén; y el único miembro honorífico cubano de la Confederación Club Sonora Matancera de Medellín, Colombia, que agrupa a grandes coleccionistas y melómanos del continente.

efren reliquiaHa recibido donaciones de artistas como Miguel Barnet y Frank Padrón

Precisamente, el gesto fraternal de otro miembro, el colombiano Juan Carlos Álvarez Echeverri, es lo que motiva a Lázaro a compartir este nuevo capítulo de su historia con Invasor. “Vino hasta mi casa para entregarme, en señal de reconocimiento, una estatuilla de Benny Moré, por su significación en la música cubana, un boletín colombiano de investigación musical y un disco del sello colombiano Sonolux, de 78 revoluciones por minuto”.

EL CRONISTA DE LA SONORA MATANCERA. Compartimos el siguiente programa hecho por TELEVID, recordando al cronista y presidente, por muchos años, del Club Sonora Matancera de Medellín (Colombia) el Dr. Héctor Ramírez Bedoya.

Posted by Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia on Monday, April 27, 2020

Su colección, asegura, debe estar entre las más completas de Cuba y las diez primeras de América Latina. Y desbordan todo el chalet verdeazul donde nació y donde su padre atesoraba apenas la décima parte.

reliquia“Esto significa mucho para mí”

El tiempo se detiene del umbral hacia adentro y parece regodearse, vanidoso, en las líneas paralelas de las bocinas de radios y reproductores antiguos, en el brillo psicodélico y noventero de los CD, en la cinta traslúcida y blanda de los casetes. En el bucle de cada uno de los microsurcos del vinilo. Sí, el tiempo es la aguja de una victrola. La nostalgia y la memoria lo hacen relativo, saltar, volver a empezar.

Lázaro Efrén ha naturalizado los cálculos de duración y revoluciones por minuto. Pudiera contar el tiempo en canciones. ¿Cuántas canciones le tomará limpiar cada vinilo y guardarlo en su caja? “Que no tengan polvo, que la aguja no sufra”. ¿Cuántas repasar su listado y aprenderse de memoria dónde está el disco 3056? ¿Dónde duerme la Orquesta Aragón? ¿Dónde Carlos Gardel?

Volver
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.

Sentir
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada
que, febril, la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.

Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

En la pared de la sala, una carita diminuta mira a una cámara cenital que atrapa, también, un disco enorme, sobre las rodillas del niño. Es Lázaro Efrén, sentado en el parque que mira hacia su casa. Sonríe grande. Ya sabía que tendría mucha música por escuchar. Que ese vinilo era solo el primero.


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