Diástole: el joven latido de Laura Irene Hernández Simón

Invasor asistió a la inauguración de la exposición personal de la fotógrafa moronense Laura Irene Hernández Simón, llena de público, alegría e interés por el arte

Debe bastar para probar que, aún muy joven y “de estreno”, Laura Irene Hernández Simón ya arrastra muchísimo público, este número: en apenas dos horas, la galería de arte Hugo Cortijo, de Morón, registró 120 visitas este martes 16 de agosto.

En apenas el día de su inauguración, la exposición de retratos que, bajo el nombre de Diástole se exhibe ahora por un mes, dejó a todo el mundo el sabor de éxito en los labios, y a la autora más.

A las 10:30 de la mañana la alegría de Laura era casi un ente físico, entremezclado con el cariño de amigos, familia, mentores, compañeros de profesión y público en general, que transpiraba con el calor de agosto, pero seguía dando vueltas en redondo para mirar.

Hay que decir de Laura que es perseverante. Desde muy chiquita ella ya sabía que era artista, y fue probando poco a poco todo lo que podía hacer desde sus manos, su talento y su corazón, hasta encontrar ese lenguaje que se sintiera tan natural como si fuese hablar.

Pasó por el dibujo, la escritura, la música… Está a punto de graduarse de arquitectura, que no olvidemos que es más arte que ciencia, y un día le cayó una cámara semiautomática en las manos y ya supo qué hacer, como si hubiera nacido con ella.

Hace más de un año Laura era una niña de ojos rasgados que contaba a Invasor sus sueños.

En Diástole ya no vemos a la niña asombrada por la magia de la luz y del obturador. Ciertamente tampoco vemos una obra madura, reposada. Y es porque todavía la acompaña la pasión y la euforia, porque aún se le atropellan las palabras cuando quiere describir sus motivaciones.

Estamos, más bien, frente a su búsqueda de una estética que nace de la pintura barroca, sus cuadros abigarrados y grandilocuentes, sus historias enredadísimas, insospechadas a veces para el espectador promedio. Queriendo emular todo eso, Diástole es un desfile de personajes con motivaciones casi ocultas, hasta que se les mira a los ojos.

Quince fotografías (tres autorretratos y 12 retratos) impresas sobre lienzo, lo que refuerza su visualidad cercana a lo pictórico, que cautivaron a jóvenes y adultos por igual.

• Uno de los autorretratos aquí

Mientras todo el mundo se hacía fotos frente a los cuadros, con la fotógrafa y con los modelos, la música del joven saxofonista Hermis Betancourt hacía el ambiente aún más acogedor.

El espectador solo ve la obra terminada, pero a Laura se le notaba en el rostro la paz de que ya hubiera llegado el día, y de que fuera realidad. “Aún no me lo creo —decía—. Pero sé que fue posible gracias a mi familia y mis amigos que hicieron de modelo, me asistieron, diseñaron y estuvieron pendientes de todo”. El caos detrás de cada foto se ordenó en el segundo en que se abrieron las puertas de la galería y hubo brindis, volantes, y hasta ejemplares del catálogo de obras, que se probó necesario porque muchos curiosos sí había.

“Es una colección que no me hace dichosa solo por dejarme vivir la experiencia de mi primera exposición, sino también porque veo en ella los sueños que tenía par de años atrás”. Así se leía en los volantes que se llevó a casa el público, como una forma de devolver tanto cariño, según la artista.

Para Héctor Hernández y otros trabajadores de cultura que asistieron, la afluencia de público fue nada despreciable, y mucho menos la sorpresa de descubrir tanto talento en Laura, que venía creciendo desde hace tiempo en silencio, afanosa, y ahora lo ve retribuido.

• Algunas imágenes de la jornada

Emocionada, contó a la prensa sobre su inspiración y su trabajo

No fue la única en pedir foto con los modelos

La familia, aún más feliz que la artista

Diástole empezó por estos autorretratos